Anidado en la serena comunidad de Santa María del Oro (Nayarit, México), yace este elemento arquitectónico, una casa de fin de semana que se fusiona cono discreción en el paisaje, respetando su delicado ecosistema y la comunidad local. El origen del proyecto surge de la profunda veneración por cinco árboles ancestrales que se erigen como guardianes del sitio. Se restan formas circulares en el volumen para honrar su presencia, permitiendo que estos gigantes se entrelacen con la vivienda. Esta ética de diseño es un tributo al medioambiente y la comunidad local.
La sostenibilidad es el principio rector. Los principios de descarbonización se entrelazan en la esencia misma de la casa, minimizando la huella ecológica mientras maximizan su eficiencia y longevidad. La descarbonización se refiere a la reducción de emisiones de carbono para contrarrestar el cambio climático, por lo que el reducido uso de concreto y mampostería con piedras de la zona vuelve sostenible la construcción y preservación del proyecto al tratarse de materiales con bajo impacto de instalación en obra y alta durabilidad a través del tiempo.
La propuesta incorpora medidas de recolección y filtración de lluvia para conservar y separar las aguas negras de las pluviales. Éstas se pasan a través de un biodigestor con una serie de filtros y posteriormente a un pozo de absorción que genera oxigenación, lo que previene la contaminación del lago. Se integran equipos de bajo consumo eléctrico y luminarias led, mientras que un techo verde camufla la estructura en el entorno y aísla contra las altas temperaturas, adoptando un enfoque de enfriamiento pasivo. Está previsto instalar paneles solares para una segunda etapa en otro terreno adyacente con mejor asoleamiento.
El programa de la casa es sencillo: tres habitaciones, un espacio social central y una terraza expansiva con una piscina circular. Aquí, los ocupantes pueden sumergirse en la belleza del entorno, formando parte del vaivén de los árboles con el viento y disfrutando de las diversas vistas del lago. El acceso a la casa se da a través de una escalera de 20 metros diseñada de manera intrincada para fundirse con el sitio, desviar el agua de lluvia mediante la permeabilidad generada por el espaciamiento de las piezas y servir como una declaración escultórica con escalones con forma cilíndrica prefabricados de concreto. El volumen de la casa se oculta en su totalidad, se pierde en la pendiente del terreno y deja visibles las terrazas que conviven con los árboles nativos y se abren al lago. Con esta condicionante del proyecto, la iluminación natural y la ventilación cruzada de la casa se logra aprovechando la ubicación de los árboles para generar patios interiores que alumbran tanto áreas comunes como habitaciones, aprovechando el buen clima de la región.
Los colores marrones y beiges que se utilizaron están basados en los tonos terrosos que se encuentran en los paisajes de Nayarit, y crean acabados en muros de diversas estéticas que celebran la herencia mexicana y a su vez la modernidad. Cada espacio es un lienzo que cuenta historias de tradición y evolución. En conclusión, este esfuerzo arquitectónico trasciende la mera construcción. Ejemplifica una convivencia armoniosa entre la naturaleza, la comunidad y la innovación en diseño. Sirve como testamento al poder de la colaboración, la sostenibilidad y la fusión cultural en la creación de espacios que resguardan, inspiran y elevan la experiencia humana.