La Negra se posa como un objeto que llega para marcar una aproximación entre un cerro inexplorado y una playa solitaria. Su carácter imparcial, escala el comienzo y fin de ambas partes.
El programa se eleva a un segundo nivel, estableciendo un volumen longitudinal respecto al horizonte, donde el entorno natural subyace en la custodia del habitante.
Quien reside en la vivienda captura los distintos momentos del mar a través de recorridos que inducen a la negación y aparición del paisaje. De esta manera, el habitar es persuadido por la luz que enmarca los tiempos de cada espacio.