En Naucalpan, Estado de México, una pequeña casa se reconfigura a partir de los restos de una construcción previa sin valor patrimonial, pero con suficiente masa física para ser recuperada.
El proyecto parte de una decisión clara: reutilizar cimientos y muros existentes sin permitir que estos dictaran el lenguaje de la nueva intervención.

La operación no se planteó como un ejercicio de nostalgia, sino como una estrategia de sostenibilidad ecológica y económica, un modo de tejer con lo que ya estaba ahí, incorporándolo solo hasta donde resultaba sensato y constructivamente pertinente.

Las ampliaciones se resolvieron en concreto aparente, estableciendo un contraste deliberado con los elementos recuperados. Los antiguos muros fueron tratados con una pasta a base de piedra caliza combinada con colorantes, lo que les otorga una textura suave, casi terrosa, que convive con la severidad del concreto nuevo. Los dinteles de acero oxidado funcionan como líneas de sutura visibles, haciendo legible la transición entre lo ampliado y lo conservado.

Estos gestos materiales —dinteles, texturas, tratamientos superficiales— son las únicas huellas que revelan la condición híbrida del conjunto. Hacia el exterior, la casa se presenta como una pieza hermética que rehúye el contexto inmediato. Esta decisión responde a la necesidad de privacidad dentro de un entorno urbano heterogéneo y poco articulado.

El desafío mayor fue, entonces, garantizar interiores luminosos, ventilados y abiertos pese a la voluntad de cerrar hacia afuera. Una serie de tragaluces, ventanas elevadas de proporciones inusuales, un patio posterior y un “garage-patio” permiten que la luz y el aire circulen, construyendo al interior una lectura del tiempo casi poética, donde la luz se mueve, cambia y delata los momentos del día.

El proceso mismo de los colados del concreto aparente se convirtió en un recurso de diseño: las uniones entre colado y colado fueron martelinadas para enfatizar su carácter artesanal, mientras que los despieces de los pisos de pasta, en ocasiones, derivan en pequeños murales involuntarios que celebran la mano y el tiempo que dieron forma al proyecto.