Casa Duna se emplaza en un terreno plano, sin vistas y expuesto tanto al viento norte como al camino principal del fundo la Boca en Tunquén. Hacia el entorno se manifiesta como un cuerpo aflautado y desprovisto de vanos.
Los muros, demasiado largos, están revestidos en una madera de 1×4’’ sin tratar, a modo de los cierros de tabla, tapa o cuartones que abundan en la zona para cubrir galpones de aserraderos o, simplemente, para delimitar predios. Nada del programa es revelado al paisaje, solo un cuerpo, una piel, y una expresión distante de esfinge.
Una vez traspasado el umbral se resuelve el enigma. Los interiores no abarcan la totalidad del volumen que se aprecia desde el exterior. En su lugar, una secuencia lineal y alternada de recintos y patios. El sencillo programa en el primer nivel reúne un living, que incluye la cocina, y dos dormitorios gemelos vinculados a baños privados.
Un sistema de cuatro puertas correderas permite reconfigurar las relaciones espaciales de manera flexible. En el segundo piso, el dormitorio principal con baño y una terraza mirador en búsqueda de geografías lejanas.
El patio principal, alargado y asoleado, incluye un deck, una piscina, una superficie de gravilla gris y un área de servicios. El patio privado, cuadrado y de suelo blando, sirve de luz natural a los dos dormitorios del primer nivel. Desde que la casa fue terminada, los boldos, litres y otras especies nativas han tenido una tregua con el viento norte y van dejando de lado la timidez para crecer con un mayor vigor.