El objeto arquitectónico insinúa su presencia desde la calle. Se acomoda al sitio, busca el orden natural, como si perteneciera a él. Evita el destaque y busca el silencio.
La arquitectura debe ser un paseo. Para descubrirla, hay que recorrerla. En este recorrido se va develando la casa. El usuario se interesa en conocerla, nada es evidente. Tras un ascenso de aproximadamente 10 m de altura, la casa en planta baja se asienta y encaja en la parte media del terreno.
Los muros de hormigón contienen el corte en la tierra, liberando y abriendo espacios puntuales que se convierten en patios y jardines internos. Estos, además de enriquecer las circulaciones y espacios cotidianos, generan ventilación e iluminación a lo largo del día. En la planta alta, la vivienda se nivela con una cota superior del terreno, generando una conexión y aprovechamiento entre el área de dormitorios y el terreno posterior. El volumen dispuesto en barra y materializado en ladrillo, se esculpe para relacionarse con la cordillera. Esta morfología lograda, genera un juego en cubiertas que jerarquiza, ordena y define los espacios.
En la articulación de los planos inclinados, se generan aperturas que captan y dotan de iluminación natural al corredor con la suave luz de la mañana. La fachada poniente, se cierra al intenso sol de la tarde. Mediante pequeñas perforaciones, se genera una celosía por la que penetran los rayos de sol y se genera una luz tamizada que baña el interior. Logrando también una referencia de tiempo y espacio.