La casa en Bahía Azul es una postura frente al trabajo en pendiente o, más bien, es la síntesis de dicha postura, un pabellón que se inclina para absorber la pendiente de la ladera donde se emplaza, desarrollando el programa en varios semi-niveles que se relacionan internamente –en horizontal, por supuesto.
La vivienda tiene dos lecturas contrapuestas: la interior, en la que la vida pasa en un espacio mas o menos convencional, en el que las vistas las ordena una serie de vanos en un muro externo al cerramiento de la casa, y la exterior, en la que la pieza, sintética, abstracta, construye el lugar a partir de la tensión que produce la diagonal frente a la irrenunciable horizontalidad del mar. Los vanos, desde la lejanía, cobran una relevancia distinta a la que tendrían como mera ventana. Deforman la pieza llevándola a un aspecto de ruina, sin detalle, sin accesorios ni desarrollos posteriores a la síntesis inicial.