La Casa Aguacates fue concebida para una pareja joven y su hijo como refugio de fin de semana para escapar del bullicio de la vida urbana.
El terreno de tres hectáreas está enclavado en un valle entre montañas y cubierto por un campo de aguacates, el cual desciende hasta un denso bosque y una cañada. El proyecto buscó mantener la vista privilegiada del bosque al tiempo que dejar intacto el campo de aguacates, lo que llevó a la decisión de enterrar la casa.
El concepto gira en torno a la preservación de los elementos naturales para conseguir el mínimo impacto en el entorno. La pareja tenía un interés especial por la llamada “quinta fachada”, la cual está diseñada meticulosamente para ayudar a que la casa se integre de forma natural en el contexto.
Esta solución también proporciona óptimas condiciones térmicas al interior, en una zona con considerables variaciones de temperatura entre el día y la noche. Al interior, el volumen hundido se despliega como un gran contenedor de concreto aparente con una sencilla distribución abierta y un número limitado de muros separados del techo para crear una cubierta continua en toda la planta.
Un gran espacio abierto da acceso directo a una terraza frente al bosque y aloja la cocina, el comedor y una sala de estar. Alrededor de ese espacio se encuentra el dormitorio principal, el de los niños, dos habitaciones adicionales para invitados y un estudio. La zona trasera se abre a un patio interior, proporcionando
una segunda fuente de iluminación y ventilación. Una cabaña, construida sobre la casa con madera sobrante del cimbrado, sirve de almacén y mirador.