Un espacio ceremonial secular que mantiene un estrecho diálogo con el paisaje y el cielo del desierto de Baja California Sur. El recinto circular se encuentra semi-enterrado en el terreno, simbolizando su integración con el paisaje circundante y, al mismo tiempo, presentándose como una intervención discreta en el desierto. El espacio está compuesto principalmente por un anillo de concreto, con un suelo sin ningún tipo de recubrimiento que deja expuesta la tierra natural y un techo a cielo abierto, reforzando así una conexión trascendental con la tierra y el cosmos.
La forma de la estructura enmarca cuidadosamente el paisaje circundante, con una apertura semicircular que ofrece vistas a las montañas en la distancia, mientras que los cielos quedan delimitados por el muro circular. La estructura está orientada a lo largo de un eje este-oeste, permitiendo que el movimiento del sol refleje tanto el paso del tiempo como los matices siempre cambiantes de la luz en el desierto.
Un único acceso, compuesto por dos rampas en chicana y desfasado 45° del eje interior, revela gradualmente el espacio al ingresar, generando una sensación de recogimiento y aislamiento que refuerza el carácter ceremonial del sitio. El interior del recinto permanece en gran parte despojado, salvo por un espejo de obsidiana pulida, inspirado en los espejos tezcatl tradicionales, utilizados durante siglos en las culturas prehispánicas como objetos de introspección y reflexión espiritual.