Airbnb, la plataforma de software dedicada a la oferta de alojamientos turísticos, debido a su carácter temporal, ofrece una oportunidad para reflexionar y explorar soluciones tipológicas arriesgadas e innovadoras, tanto en su organización espacial como en su definición material que se alejan de los modelos tradicionales de vivienda.
Bajo esta premisa se proyecta un espacio que consiste en una única habitación rectangular de 7.47 x 2.80 metros, volcado a un patio interior orientado al oeste, donde tienen lugar la gran mayoría de acciones domésticas; en ella se come, se duerme, se lee, se recibe a los invitados, se ve la televisión e incluso se trabaja. La disposición en uno de los extremos de la casa del almacenaje/cama facilita la reconfiguración y transformación del espacio doméstico en cada momento, dependiendo de la hora del día, de los días de la semana y del número de usuarios implicados.
A esta sala multifuncional se le suman dos piezas de servicio: el acceso, y la cocina y el cuarto de baño. Los colores de los tres espacios (azul, amarillo y gris), además de marcar el carácter espacial y definir el programa y uso de cada estancia son representaciones simbólicas históricas de la cueva en el caso de la entrada a la vivienda, del fuego en la estancia donde tiene lugar la producción de los alimentos, y de la pared de piedra en la gran sala.
Ambos mundos, el de las piezas de servicio y el de la habitación de usos múltiples, están unidos por un antiguo muro construido de vigas y pilares de madera y material de relleno que se recupera y rehabilita para hacer de mediador entre las tres piezas a la vez que permite reflexionar sobre las dualidades domésticas clásicas como público/privado, dentro/fuera o interior/exterior.