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¡Felices fiestas!
6 abril, 2016
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_
“El espacio interior es el protagonista del hecho arquitectónico”
Bruno Zevi
Agustí Costa (Berga, 1944) tiene una larga trayectoria como interiorista y es co-director del Máster en Diseño del Espacio Interior de la Escuela Superior de Diseño e Ingeniería de Barcelona ELISAVA. Ha sido miembro del jurado del premio FAD (Fomento de las Artes y del Diseño) en la edición 2015, ha publicado el libro Espacio Interior. Actitudes, sensaciones y conceptos proyectados y escribe para el Wall Street International Magazine.
Carlos Lanuza: Cuéntame un poco de tu formación ¿Qué estudiaste y por qué? ¿Cómo te has convertido en interiorista?
Agustí Costa: Es muy curioso como empecé, yo tenía un tío constructor que siempre me decía: “tú tendrías que estudiar alguna carrera relacionada con la construcción”. Entonces sin saber muy bien, cómo ni por qué, empecé a estudiar en la escuela de aparejadores (Escuela Politécnica Superior de Edificación de Barcelona EPSEB-UPC) sin demasiado entusiasmo. Pero conforme iba avanzando en los cursos me fue interesando, sobre todo, ejercer la profesión desde un punto de vista de mucho rigor constructivo. Con lo cual, mis direcciones de obra eran muy completas, largas, exhaustivas.
Poco a poco, esto me hizo descubrir que había más, ya no me conformaba con ser solamente un ejecutor, sino que también me interesaba el diseño. Entonces me matriculé en ELISAVA para estudiar Diseño Industrial, pero al cabo de poco de haber empezado tuve la oportunidad de trabajar en Estudi AAC (Francesc Aguilar, Joan-Josep Albors, Josep Lluís Canosa) -despacho de arquitectos discípulos de Coderch ya desparecido- con los que tuvimos varios reconocimientos en los premios FAD. Yo tenía la responsabilidad de diseñar todos los detalles constructivos de las obras que se proyectaban, al mismo tiempo que trabajamos en diseño industrial. Era un equipo pequeño pero complejo y hacíamos de todo.
Sin embargo, me seguía quedando la duda de por qué no estudiar diseño de interiores; así que finalmente fui a la escuela EINA (Centro Universitario de Diseño y Arte de Barcelona), donde asistí a cursos de diseño de interiores. Pero yo ya me había formado como autodidacta, y había hecho algunas cosas. Así derivé de la ejecución de obras, desarrollo de detalles constructivos hasta llegar al diseño de interiores.
Estudio particular, Berga. Fotografía: David Cardelús.
CL: ¿Crees que hay un divorcio entre la arquitectura –visto como el ejercicio de proyectar el espacio desde fuera- y el interiorismo –como lo opuesto-?
AC: Sí, existe este divorcio. Debería haber una relación fluida entre la gran y la pequeña escala, pero la realidad es otra. En este país, desde el enfoque urbanístico hasta la implantación de los edificios, todo ha tenido un desarrollo comercial y poco ambicioso, que ha estado mayoritariamente en manos de los promotores. Estos, en buena medida, han determinado las tipologías y la mayoría de arquitectos no ha podido incidir en la mejora de los interiores, ni tenido ocasión de proponer modos de vida actuales. El interiorismo innovador, bien pensado, ha quedado relegado, principalmente a nivel habitacional, a puntuales reformas de viviendas antiguas y muy poco a las de nueva planta.
Por eso, cada vez más, quien se lo puede permitir, prefiere tomar viviendas de segunda o tercera mano para intervenirlas con la ayuda de un profesional del interiorismo (arquitecto o diseñador) y hacer un proyecto personalizado, que huya de los esquemas estereotipados que ofrecen las promociones inmobiliarias, incluso de aquellas que presumen de modernas. En nueva planta un desarrollo lineal consecuente, urbanismo –edificio- interior, no existe. La cadena se interrumpe al llegar a los interiores, con resultados muchas veces grotescos.
CL: ¿Y no crees que en la universidad también se da esa diferencia?
AC: Yo creo que lo malo es que estas cosas están tan instaladas, han llegado a ser un cliché, que incluso muchos profesores están un poco influenciados a la hora de mostrar sus opiniones. Y entonces, como reacción, ocurre lo contrario. Estos profesores, conocedores de la dificultad de aceptación que tienen los proyectos rompedores, incitan a hacer volar muchísimo la imaginación con el pretexto que, en la práctica profesional, al alumno le será muy difícil encontrar ocasiones para hacerlo: “hacedlo ahora que después ya no podréis”. No deja de ser un modo de evitar la realidad. Yo creo que lo interesante es proyectar de la forma más innovadora posible pero sin perder nunca de vista la realidad.
CL: No deja de ser curioso porque al final se vive con más intensidad el proyecto desde el interior, al fin y al cabo es donde se desarrollan las actividades por las cuales dichos edificios han sido construidos. Da la impresión de que hay más preocupación en definir de manera solvente el emplazamiento, los accesos, todo el exterior y se deja un poco de lado el desarrollo de los interiores, no sólo a nivel profesional sino también en las escuelas de arquitectura.
AC: Estoy de acuerdo, el interiorismo está un poco olvidado, como si no tuviese demasiada importancia, y para mi la tiene, y mucho. El exterior del edificio influye muchísimo en el contexto urbano, en el paisaje, en todo eso que al fin y al cabo puede repercutir a nivel público. Yo estoy muy interesado en que a la hora de hacer un proyecto de interiorismo se tenga en cuenta el cliente, el diseñador y el entorno. Que ese contexto que forman esos tres ejes incida en un resultado final que tenga en cuenta los valores culturales, paisajísticos, históricos y, en fin, todo lo que pueda influir en el proyecto dotándolo de sentido.
Casa GSX, Berga. Fotografía: David Cardelús.
CL: ¿Por qué crees que en interiorismo hay menos reflexión teórica que en arquitectura?
AC: Yo creo que es porque la arquitectura, la gran escala, permite en cada caso concreto actuar más con las circunstancias, no solamente del programa sino también del lugar; y esto disminuye mucho más a medida que vas cerrando el espacio. También depende de las condiciones culturales de cada cual y el carácter que tiene cada sitio, esto influye mucho en el exterior, y menos en el interior. Aunque a mi me gusta siempre tenerlo mucho en cuenta, porque algún sustrato de la identidad del lugar siempre puede quedar. Reconozco que debe ser menos urgente esa necesidad de reflexión, la observación de un cuerpo teórico, en interiorismo que en arquitectura.
CL: Mencionas a menudo las tendencias en tus escritos ¿Qué piensas de ellas?
AC: Con tendencias no se avanza, o se avanza poco. Esto lo podría resumir en una frase “no se avanza mejorando lo que ya está hecho, sino intentando conseguir lo que aún queda por hacer”. Si uno tiene este principio, de entrada te hace escapar un poco de lo que te ofrecen las tendencias, que es el camino fácil, que te aplana todo porque comercialmente es aceptado, es una simple elección y aplicación de cosas que ya existen. En cambio este espíritu de buscar ideas potentes es el que nos impulsa a dejar las tendencias un poco de lado, lo que no quiere decir que haya que dejarlas de lado al 100%, sino evitar que sean el elemento que defina la acción.
Pastelería “Passeig 40”, Berga. Fotografía: David Cardelús.
CL: En este sentido, actualmente, los medios tienen mucha influencia sobre estos fenómenos; al final todos queremos ser publicados.
AC: Sí, y los medios en este país, después de tantos años de crisis, han tenido que claudicar muchísimo para mantenerse. Las revistas han tenido que reducir su tamaño por falta de publicidad por un lado, y por otro han publicado cosas que según sus análisis de mercado resultan más atractivas. Esto genera un círculo vicioso en el que no se fomentan las cosas que puedan tener más interés, porque cuando las cosas tienen más interés también hay más riesgo, y si hay más riesgo hay menos gente dispuesta a aceptarlo.
Al final todo es lo mismo, todos los medios repiten las mismas cosas, y en estos momentos más porque se arriesga poco. Todos apuestan por un producto que saben que tiene posibilidades de ser admirado. En la arquitectura del espectáculo, si rascas no hay demasiado, pero mucha gente lo considera como lo bueno en diseño. Se llega a confundir diseño con espectáculo: con estos valores poco sólidos, que yo creo que no llegarán a nada, que chillan y que cada vez tiene más seguidores. La falta de talento muchas veces se convierte en audacia intrascendente. Volviendo a lo comentado antes, algo de eso pasa con los medios; ahora, abres las revistas, y por esto de no arriesgarse, se encuentran cosas que son bastante bochornosas por todas partes.
CL: ¿Qué opinión tienes sobre el escenario actual del interiorismo en Barcelona, en España, después de una crisis de la que apenas empezamos a salir?
AC: Yo creo que en Barcelona hay muy buenos interioristas, pero creo que no hay tan buen interiorismo. Muchos interioristas se han visto arrastrados a seguir esas tendencias bochornosas que mencionaba antes, como el vintage. Creo que el vintage nos está echando a perder muchísimas cosas, porque como lo entiende todo el mundo y tiene demanda, los profesionales y el comercio lo fomentan. Creo que se ha perdido un poco este espíritu basado en las convicciones personales de estos buenos interioristas y nos vemos en la necesidad de claudicar un poco. Jamás había habido tan buenos interioristas, pero en cambio el interiorismo que se hace, en buena medida, es bastante dudoso.
Consultorios de “Món homeocèutic”, Berga. Fotografía: David Cardelús.
CL: ¿Crees que la crisis ha servido para replantear la manera de hacer las cosas?
AC: En un sentido económico quizá, saber hacer cosas interesantes con poco recursos. Hubo un momento en Barcelona, Cataluña y en España en general, en el que abordar un proyecto de interiorismo significaba gastar bastante dinero, en cambio ahora hay que hacer las cosas con mucho menos presupuesto. La crisis ha obligado a exprimir un poco más la imaginación, a trabajar con pocos recursos. En este sentido creo que ha sido positivo. Lo negativo es un poco lo que hablábamos antes, que también ha hecho rebajar algo la ambición de los diseñadores, y por lo tanto ceder un poco más a lo que la gente, no sé si pide, o le han hecho creer que es lo que debería pedir.
CL: Además de tu práctica profesional, también eres profesor y tienes mucho contacto con estudiantes y profesionales con experiencia ¿Qué cosas notas que han cambiado a lo largo de tu carrera como docente y profesional?
AC: En general vemos cómo los estudiantes vienen más preparados. Yo diría que a nivel de criterios, de reflexión, son capaces de hacer mejores proyectos. Aquí puedo dudar si se debe a que los instrumentos informáticos ya facilitan de entrada mejores presentaciones y por lo tanto causan un mayor efecto, pero creo que no, creo que también en cuanto a contenido y profundidad se ha mejorado mucho.
Casa GSX, Berga. Fotografía: David Cardelús.
CL: El año pasado tuviste la oportunidad de ser jurado del premio FAD, cuéntame un poco sobre la experiencia.
AC: La experiencia fue muy interesante, formar parte de un grupo en el que congeniamos muy bien. Compartir con personas que tienen que analizar un mismo tema, debatirlo, y hacerlo con la amistad que lo hicimos fue una cosa muy gratificante. Además enriquece el hecho de ver una gran cantidad de proyectos que previamente has seleccionado, y que visitas aún con la duda de si quedará o no entre los finalistas.
CL: Para terminar, ¿cuáles son tus referentes históricos? Y en cuanto a proyectos, ¿tienes criterios que aplicas en cada uno?
AC: Yo siempre he tenido una gran veneración por el racionalismo. Yo me sitúo bastante con Loos, Mies, Corbu. Entiendo esas revisiones regionales, como la obra de Alvar Aalto, por aquello de que es muy difícil aplicar los mismos métodos sin ningún tipo de matiz en un lugar u otro en el mundo. Todo esto lo entiendo perfectamente y creo que fue muy significativo. También Coderch ha sido muy importante para mi.
Uno de los criterios principales es el de no ir determinado por nada en concreto, pero sí ir determinado por un principio más general que es: actuar con absoluta objetividad para resolver el proyecto de la forma más funcional posible. Yo creo que no hay que obligar al usuario a tener que hacer sacrificios funcionales por la forma, ni olvidar que el cliente tiene derecho a usar interiores que pueda poseer, no que lo posean a él, y sólo se puede poseer aquello que se entiende (aquí nace una importante labor didáctica por parte del diseñador). Pero tampoco hay que olvidar nunca los aspectos sugestivos del diseño.
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