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Columnas

No con usura

No con usura

12 septiembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Ésta es la casa de los locos.
Éste es el hombre que está en la casa de los locos.
Éste es el tiempo del hombre trágico que está en la casa de los locos.

Así empieza, en la versión al español de Octavio Paz, el poema de Elizabeth Bishop Visitas a St. Elizabeth, escrito en 1950. El hospital psiquiátrico de St. Elizabeth empezó a funcionar en 1855 al sur de Washington, D.C., y para 1950 albergaba a más de 8 mil personas. Entre ellos al hombre que fue a visitar Elizabeth Bishop, el poeta Ezra Pound. Nacido en 1885, en 1908 Pound viajó a Europa. Entró por Gibraltar, recorrió Italia y terminó en Londres, donde vivió hasta 1910, cuando regresó a vivir unos meses en Nueva York. Al año siguiente estaba de vuelta en Londres. “Estados Unidos, mi país, es casi un continente y, sin embargo, a duras penas logra ser una nación —escribió en 1913 en un texto titulado así: Patria Mia—, pues ninguna nación llega a ser considerada históricamente como tal antes de haber construido una ciudad a la que conduzcan todos los caminos y de la cual emane la autoridad.” Para Pound Nueva York no era Londres. Ahí empezó a colaborar en el semanario socialista The New Age, donde también escribieron G.K.Chesterton, H.G.Welles y G.B.Shaw, entre muchos más. En el número publicado el 12 de septiembre de 1918, Pound escribió dos textos. Uno, titulado What America Has to Live Down, profundizaba la crítica des su patria: “la conversación implica tanto discurso como atención. América no ha escuchado. En gran parte debido a esto resulta incapaz de hablar, excepto con acciones. La «filosofía» detrás de sus acciones es inarticulada y aquellos que la quieren poner por escrito, torpes o ininteligibles.”

El otro texto que publicó en ese número lo firmó con el seudónimo B.H.Dias y era una crítica de arte: Building: Ornamentation! “Es imposible ver con atención los edificios individuales de Oxford Street o la Nueva Oxford Street, de Marble Arch a Chancery Lane, sin experimentar al mismo tiempo una serie ininterrumpida de agudos disgustos.” Pound dice que “ni la ley ni la razón ni los requerimientos de los negocios del siglo XX obligan a los hombres a ornamentar los edificios” y con argumentos similares a los que Adolf Loos esgrimiría pocos años antes, afirma que “el ornamento es una mendacidad, pues implica cuidado y afecto por la superficie que se adorna” y en esos casos no ha habido afecto sino evasión: el deseo de hacer un trabajo fastidioso con el menor gasto y gusto posibles. El problema del ornamento para Pound —como para Loos— es que su honestidad no depende sólo de un asunto de estilos sino, sobre todo, de significados y modos de producción. Si detrás de la estética hay una ética también hay una economía. “Las complicaciones y convulsiones de estos «ornamentos» hechos mecánicamente mienten, pues la superficie ornamentada implica que costó más trabajo que una lisa. Esa mentira a nadie engaña.”

En otro texto titulado Buildings, publicado en agosto 29 de 1918 en el mismo semanario y con el mismo seudónimo, Pound, tras decir que “la arquitectura no tiene críticos modernos,” se cuestionaba por las razones de la fealdad de la nueva arquitectura en Londres. En construcciones donde el ornamento resulta superfluo, dice, la belleza no depende del costo del edificio sino “del gusto, el conocimiento y el cuidado arquitectónico.” Entonces, ¿a qué se debía tanta fealdad, “a la indiferencia de los propietarios o a la estupidez de los arquitectos”? ¿O ambas? “Hay principios sólidos en la arquitectura y la arquitectura puede ser un arte —afirmaba Pound— pero un arte muy acomodaticio. Su técnica es el arte de ajustar un edificio a su uso y todos o casi todos los males de la arquitectura se deben a excrecencias que no son útiles.” Quien había escrito como consejo para poetas: nunca consideres nada como un dogma, postula lo que bien podría ser un dogma arquitectónico: “la peor arquitectura es la arquitectura que quiere ser «artística». Debiera buscar ser arquitectónica.”

En 1920 Pound dejó Londres por París y en el 24 París por Rapallo, una pequeña ciudad al norte de Italia, frente al Mediterráneo. En los años 30 conoció a Mussolini. Pound pensó que el jefe, como le llamó, apreciaría sus ideas económicas tanto como su poesía. A las primeras no les prestó mayor atención y a la segunda la consideró, según el mismo Pound, divertida. Durante los años 40, desde Roma, Pound transmitió programas de radio apoyando a Mussolini y criticando tanto a los ingleses como a los Estados Unidos. Tras la caída de Mussolini y luego de Hitler, Pound fue arrestado. Durante tres semanas estuvo en una jaula, a la intemperie, aislado de cualquier otra persona. El 15 de noviembre de 1945 fue enviado de vuelta a los Estados Unidos. Acusado de traición, sus abogados lo declararon mentalmente incapaz y fue recluido en el hospital psiquiátrico de St. Elizabeth en junio de 1946. Ahí permaneció doce años. Regresó a vivir a Rapallo, Italia, donde murió al día siguiente de cumplir 87 años, el primero de noviembre de 1972. De sus Cantos, el XLV empieza así:

Con usura ningún hombre puede tener una casa con buenos cimientos
Cada piedra cortada pulida y bien engarzada
Cuyo diseño sea protector

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