Carme Pinós. Escenarios para la vida
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¡Felices fiestas!
7 marzo, 2018
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
En el 2018, la Ciudad de México ostentará el título de “Capital mundial del diseño”. Desde MEXTRÓPOLI asumimos que este nombramiento ofrece ocasión para pensar el diseño como una idea que quizá se ha ampliado tanto que requiere determinarse para ganar otros sentidos y reflexionar no sólo sobre las formas del diseño que ya conocemos —arquitectónico, industrial, gráfico, estructural, textil, de moda, de producción, etc.—, sino sobre los adjetivos que hoy parecen ineludibles —social, sustentable, responsable, inteligente, ambiental, verde, etc— y volver a aquella pregunta que le hiciera, entre muchas, Yolande Amic a los Eames en 1972: ¿cuáles son los límites del diseño?
Barozzi/Veiga: Decir que el diseño no tiene límites es un poco exagerado. Se trata, más bien, de encontrar una interpretación dentro de unos límites, sean económicos, sociales, técnicos, etc. Son los límites los que definen el propio diseño. Establecer esos límites es, quizá, un modo de diseñar y de encontrar cierta libertad creativa. Cuando hay un diseño, si es bueno, nunca es gratuito y siempre interpreta o responde a una necesidad. El diseño, para nosotros, es interpretar las cosas y las interpretas como un esfuerzo subjetivo, en un sentido emocional de las cosas que se concretiza en algo objetual y, de algún modo, canónico.
Siempre mueres de algo más objetual, en una forma, algo que puedes valorar como objetivo, pero siempre hay un filtro subjetivo que te lleva a una respuesta. Nuestro modo de operar se basa en una paradoja. Por un lado, aspiras a un proyecto; es inevitable que un proyecto tenga su propia autonomía pero, a la vez, siempre pueda contaminarse de algo. Es lo que definimos como Monumentalidad Sentimental. Lo monumental es algo arquetípico, a priori, pero, cuando lo contaminas con algo más perceptivo, con mayor empatía, con el entorno, es algo que llamamos sentimental, algo más perceptivo pero que también pertenece a otro mundo más abstracto, autónomo y objetual. En nuestro modo de trabajar, buscamos definir proyectos sintéticos, precisos, puros, arquetípicos, que se han distorsionado o mezclado con lo que encuentran, con lo contextual, por esa relación más sentimental, que es justo lo contrario de lo primero. Ésa es la paradoja. Nos gusta que nuestros proyectos estén entre lo específico y lo autónomo.
Nos gusta que el proyecto se asiente. En todos los trabajos siempre hay un momento en el que el proyecto es capaz de dialogar con un contexto de forma sencilla, sin grandes esfuerzos, capaz de hablarle al contexto de una forma clara y sosegada pero que, al mismo tiempo, pueda transmitir esa idea de monumentalidad. Para nosotros, eso monumental es cuando algo es sólido en términos compositivos. Algo como las pinturas de Cézanne: tres pinceladas pero que tienen peso, cuerpo. En eso consiste, en otorgar al proyecto cierta consistencia, esa consistencia de lo monumental, esa solidez compositiva. Que sea capaz de transmitirlo y, a la vez, hacerlo sin esfuerzo, de forma sencilla, sin grandes gestos, es lo que nos interesa. Queremos que un proyecto, con poco, sea capaz de pertenecer a un sitio, de ser natural e insertarse de forma clara, que pertenezca a un contexto pero que, a la vez, sea rotundo, que marquen un lugar, que tenga esa presencia monumental, pero con muy pocas cosas. Nuestros proyectos aspiran a esa condición.
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