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Mockups

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29 octubre, 2019
por Pablo Emilio Aguilar Reyes | Twitter: pabloemilio

Tengo ante mí una maqueta. La diferencia entre cualquier maqueta y la respectiva arquitectura que busca representar es la escala. Una maqueta es un artificio que permite apreciar la composición volumétrica de la arquitectura en cuestión. La confección de una maqueta apela a la escala de la mano, por lo tanto, se puede mover, girar, modificar y después, embalsamar y exhibir o quemar y tirar. Diré que la maqueta es a la arquitectura lo que el mapa es al territorio.

En el cuento Del rigor de la ciencia, Borges escribe sobre un imperio que desarrolla el arte de la cartografía con tal precisión, que deja tras su desaparición un mapa exacto de sí mismo en tamaño real. Aquel imperio había alcanzado con su mapa a escala 1:1 eludir totalmente la inverosimilitud en la cartografía. ¿Qué pasaría si , como en el cuento de Borges, un arquitecto hace una maqueta a escala real?

Las maquetas a la escala real existen. En inglés les dicen mockups. A diferencia del mapa de aquel imperio, estas maquetas a escala 1:1 no se hacen con tal de representar la totalidad del edificio proyectado. Sirven para representar cómo se construyen, ensamblan y se ven secciones modulares de las fachadas o de los interiores. Es decir, los mockups tienen la función de ayudar a resolver cuestiones técnicas, no la de eliminar la inverosimilitud, como el mapa del cuento de Borges.

Las maquetas y los mockups son herramientas útiles para componer el diseño de un edificio. Sin embargo, el diseño es un proceso que se juega en el ámbito de lo ideal. Al diseñar, el arquitecto concibe idealmente el edificio: se imagina la mejor disposición de los espacios e idea posibles escenarios de distintas experiencias que acontecerían en su interior. Es decir, hay un edificio ideal contenido en la mente del arquitecto que lo imagina, idea y diseña. Es ideal en el sentido de que es un objeto intangible, una construcción del intelecto. Supuestamente, la construcción de un edificio es un proceso de transcripción, un esfuerzo por trasladar el edificio ideal a la realidad y materializarlo como arquitectura.

Entre los edificios ideales y los edificios realmente construidos hay una brecha enorme, demasiado honda para pasar por alto. La construcción de un edificio, que supone el proceso de transcripción de lo ideal a lo concreto, es atravesada por contingencias, azares y circunstancias no anunciadas en el proceso de diseño. Sin importar cuánta dedicación se le tenga a un proyecto, resulta imposible garantizar el control hasta del último detalle. Cada persona y cada elemento incluido en el proceso constructivo cuentan con una agencia propia, sobre la cual el arquitecto no tiene ningún control: las burbujas de aire en el concreto liquido siempre encuentran la manera de efervescer, las cicatrices de las soldaduras tienden a ser más notorias de lo que se quisiera y las juntas en los aparejos de los muros nunca coinciden perfectamente. Y esto es solo en el transcurso de la traducción del edificio ideal al edificio construido, que es una traducción imposible.

Una vez habitado, a pesar de estar hecho de los mismos materiales y de ostentar una forma idéntica, el edificio construido aún mantiene lejanía con respecto al edificio ideal, que permanece latente únicamente en la mente del arquitecto. El edificio construido es aproximado —literal y figurativamente— por cada persona desde un lugar particular, cada habitante le da algún uso sutilmente diferente, y tiene con él una serie de experiencias distintas a la que se imaginó el arquitecto al momento de concebir en su mente el edificio ideal. Es decir, el edificio ideal únicamente puede existir en la cabeza del arquitecto.  

La construcción de un edificio es un intento por igualar en la medida de lo posible al edificio ideal con concreto, con acero, con madera, y con un amplio etcétera de materiales. Sin embargo, en la construcción de la obra, lo único que se puede transcribir del edificio ideal —aunque nunca con total fidelidad— son los materiales y la composición volumétrica. A pesar de ser constituida en gran medida por estos elementos, la arquitectura es irreductible a ellos, es decir, es más que únicamente la suma de los materiales y la composición volumétrica. Por estos motivos, todo edificio es, en realidad, una maqueta escala 1:1, un mockup de algún respectivo edificio ideal.

Similar al mapa trazado por aquel imperio, vivimos al interior de maquetas de tamaño real. Sin embargo, a diferencia del cuento de Borges, para nosotros la inverosimilitud es ineludible. A pesar de que distintas personas pueden habitar simultáneamente la misma maqueta, cada uno construye desde la individualidad de su experiencia un edificio ideal distinto. En realidad una serie de personas nunca habita dentro de un mismo edificio, sino que una serie de edificios habitan dentro de una misma maqueta de tamaño real. Tal es así que debería corregir aquí la frase inicial de esta reflexión: no tengo ante mí una maqueta, estoy dentro de ella.  

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