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11 febrero, 2020
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_
“Mies van der Rohe. Barcelona. 1929”. ©Fundación Mies van der Rohe.
Si viésemos el Pabellón de Alemania para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 como un crimen por resolver entenderíamos que, para bien o para mal, ese crimen estuvo lejos de ser el crimen perfecto a ojos de las personas que luego lo reconstruyeron. En 1986 tuvo lugar en Montjuic la finalización de las obras de la reconstrucción del Pabellón. Fue una reconstrucción metódica, fría, en la que no bastó con seguir los pasos del crimen sino que incluso se mejoró.
Su reconstrucción, según los autores de la misma, “mejoró” el edificio construido en 1929. Se realizaron una serie de modificaciones de manera intencionada “no para reproducir el edificio tal como se había terminado —o no terminado… en 1929, sino para llevar a cabo una idea de su finalización basándose en información abundante y la ayuda de una lógica arquitectónica que iba más allá de cualquier duda”. Por ejemplo, el Pabellón original no tenía todas sus paredes revestidas de mármol debido a la escasez de material, algo que su reconstrucción corrigió. El famoso despiece de su pared de ónix en espejo formando una especie de mariposa también es algo que su original no tenía, y había nenúfares en su piscina exterior que también fueron obviados.
Todos estos detalles cambian la naturaleza de su arquitectura y la manera cómo se ha percibido desde entonces. Quizás ahora la reconstrucción se ha vuelto la referencia de la que hablamos y pensamos cuando nos referimos al Pabellón y no su original. Esto tiene implicaciones realmente serias al entender la crítica de la arquitectura y en particular del legado de Mies y Reich. Es probablemente válido preguntarse: ¿los artículos que se han escrito tomando como base el edificio de 1986 tratan sobre la obra de Mies o sobre su reconstrucción?, ¿y las fotografías?, ¿es lícito mencionar a Mies o Reich y su obra cuando hablamos de su reconstrucción? Estamos ante la interpretación de un proyecto que nunca se llegó a terminar, y eso tiene más implicaciones de las evidentes.
“Mies van der Rohe. Barcelona. 1929”. ©Fundación Mies van der Rohe.
Como si de una crónica de este crimen se tratara, la Fundación Mies van der Rohe y la Editorial Tenov publicaron un libro que recoge las investigaciones sobre el Pabellón de Carmen Rodríguez Pedret, Laura Martínez de Guereñu, Dietrich Neumann, Fritz Neumeyer, Beatriz Colomina y Remei Capdevila-Werning, entre otros. Este libro nace a partir del simposio organizado por la Fundación y comisariado por Juan José Lahuerta y Celia Marín con motivo del trigésimo aniversario de la reconstrucción del Pabellón.
Esta publicación supone una nueva referencia bibliográfica que recoge de una manera exhaustiva, y muchas veces inédita, datos de gran importancia sobre éste. Si el edificio actual es una reconstrucción física de lo que fue el Pabellón, este libro también es una especie de reconstrucción del marco histórico y teórico que arroja luz ahí donde todos nos pensamos que ya no era posible hacerlo. Después de tantos artículos y teorías publicadas sobre uno de los edificios más importantes del siglo XX aparece una colección de ensayos capaz de hacernos reflexionar sobre cosas que trascienden al propio edificio y que permiten entender de una manera más integral el proceso creativo de Mies, con sus condicionantes, errores y aciertos que él mismo intentó ocultar.
En él se explica claramente cómo el Pabellón es la evolución de otros proyectos similares, y no es la aparición espontánea del genio del arquitecto, como muchas veces se cree. O cómo los manifiestos preceden la obra de grandes arquitectos, teniendo como ejemplos no sólo a Mies, sino también a Le Corbusier o a Rem Koolhaas. El mismo cuestionamiento con la que empiezo este artículo nace del último ensayo que aparece en el libro, que pone en cuestión la identidad del edificio. Encontrar información como la publicada en esta colección de ensayos es fundamental para entender su obra más allá de sus intenciones, y además, se ha de destacar la importancia de que se pongan sobre la mesa estos temas para ser debatidos y que sigan apareciendo nuevas aristas a pesar de —o gracias a— el paso del tiempo.
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