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22 junio, 2023
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Entre las diversas líneas críticas que legó Reyner Banham, se encuentra la de “la nave bien servida”. Con esta idea, el autor definió cómo aquellos edificios integraban en el proyecto sistemas tecnológicos, ya sea para ayudar a su funcionamiento o para añadir valores formales a los objetos arquitectónicos. A través de diversas decisiones de diseño que la involucran, ya sea a la estructura o a los materiales (acero, vidrio), la tecnología se vuelve un estilo que también se conoció como “expresionismo estructural”. Y uno de los artífices de esta forma de práctica, junto a Norman Foster o Richard Rogers, fue Sir Michael Hopkins (1935-2023).
En el obituario que le dedicó Fiona MacArthy para The Guardian, dibuja a un arquitecto que pudo internacionalizar su práctica manteniendo la consistencia en sus diseños y, sobre todo, “dándole una cara humana a la arquitectura moderna”. Nacido en Dorset, su padre ejerció la carrera de contratista dirigiendo su propia firma, lo que decidió su destino profesional: Hopkins sería arquitecto. A los 23 años, inició los cursos en la Architectural Association de Londres, después de su paso por la Bournemouth School of Art. El contexto en el que se desarrolló profesionalmente es el que se conocería como “Nuevo Brutalismo” —otra categoría construida por Reyner Banham. La matrícula de maestros de la Architectural Association incluía a personajes como Peter Smithson o Cedric Price. Por otro lado, a través de la materia de Historia de la Arquitectura, Hopkins se informó de la infraestructura victoriana: las naves industriales, las estaciones de trenes y las fábricas tendrían una gran influencia en él.
En 1976, Hopkins funda la oficina Holpkins Architects junto a quien sería su esposa, Patricia Ann Hopkins. Su práctica se establecería de manera posterior a sus trabajos junto a Norman Foster y Nicholas Grimshaw, con quienes produjo una serie de obras que serían consideradas una vanguardia que fundió la arquitectura con la tecnología. Los mismos principios que puso en marcha con estos arquitectos fueron activados también en su propia firma: la tecnología produce eficiencia energética, además de resultados formalmente audaces. Hopkins fue pionero en utilizar estos sistemas de estructuras eficientes que dejaron atrás al concreto de la modernidad y le proveyeron al edificio prótesis técnicas que los transformaban en proezas con las que se buscó (como en su momento lo hizo la arquitectura moderna) marcar las pautas de un progreso arquitectónico y urbano. Esto queda demostrado en edificios como el Velódromo de Londres, el Centro de Investigación Schlumberger en Cambridge, el campo de cricket Lord’s Ground o, en obras más recientes, como el Hospital Infantil Evelina.
En un momento en el que la arquitectura contemporánea se encuentra en una reflexión sobre su disciplina y sobre los matices de que un edificio sustentable no es necesariamente el edificio, aportan un nuevo contexto para leer la obra de arquitectos como Michael Hopkins, cuya relevancia modificó los rumbos de la construcción y que ahora deben observarse a la luz de nuevos retos, como la crisis climática. Sir Michael Hopkins murió el pasado 17 de junio.
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