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Mauvaises nouvelles

Mauvaises nouvelles

24 enero, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

“La Filarmónica de París debía haber sido la obra maestra de Jean Nouvel. Pero el arquitecto se dice víctima de tecnócratas apresurados que no entendieron la naturaleza del proyecto. Aun si el costo se triplicó en diez años, exige nuevos créditos para terminar el edificio.” —escribe Claude Askalovitch en la edición francesa de Vanity Fair.

“Nouvel había prometido —según Oliver Wainwright en The Guardian— «que sería uno de las sinfónicas más notables jamás construidas.» Notable, de hecho —continúa Wainwright— por su presupuesto en escalada, los infinitos retrasos y las amargas peleas que culminaron, esta semana, cuando Nouvel boicoteó la inauguración de su propio edificio, acusando a su cliente de «menospreciar la arquitectura, la profesión y al arquitecto del edificio cultural más importante del nuevo siglo.»”

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Tras siete años de construcción y un presupuesto que llegó a los 386 millones de euros, la sala diseñada por Nouvel abrió el 14 de enero, justo cuando se cumplía una semana del atentado de Charlie Hebdo. En el diario Le Monde, Nouvel explicó las razones de su decisión de no asistir a la inauguración: no sólo no se había terminado sino que no se había probado la sala o, dicho de otro modo, no se había afinado: su acústica, supuestamente novedosa e impecable, no estaba perfectamente ajustada. Lo lógico, dice el arquitecto, es esperar a terminarla y probarla. Pero hay quien afirma que Nouvel no entendió que las grandes orquestas del mundo cierran sus agendas y firman contratos con años de anticipación: no se les puede pedir que cambien la fecha, una vez más.

Nouvel insiste en defender su proyecto y su trabajo. Si el presupuesto se triplicó, no es debido —como algunos insisten— a cambios imprevistos por voluntad del arquitecto. Escribiendo de sí mismo en tercera persona dice: “contra todos los consejos de su arquitecto, el edificio se abre según un plan del 2013 que no permite respetar las exigencias arquitectónicas y técnicas.” Para Nouvel el responsable directo es el director de la Filarmónica, “único en decidir sobre el presupuesto que se le asigna. El arquitecto que debe controlar y firmar los gastos es apartado. El dinero se gasta así, día tras día, sin control exterior a la institución.” Pero “se trata de un proyecto público financiado totalmente con dinero público,” dice Nouvel, quien acusa a Aurélie Filippetti, ministra de cultura y comunicación, de conformarse con la nueva cultura del Así está bien: “la arquitectura se martiriza, los detalles se sabotean, los contribuyentes deben pagar, una vez más, para corregir las aberrantes decisiones.”

Pareciera que la maldición de filarmónicas y salas de concierto le tocó también a Nouvel —la de Hamburgo, que diseñaron Herzog y de Meuron, sigue con retrasos y su presupuesto ya casi alcanza los 800 millones de euros y ya ni para qué recordar la Ópera de Sydney.

Lo interesante, sin embargo, visto desde acá, es que el arquitecto habló —tarde, dicen varios—, dio cifras, datos, nombró responsables intentando demostrar que la culpa no recae sobre de él, pese a haber apostado por esa nave intergaláctica —como dice Wainwright— de supuesta novedad radical, a hacer las cosas como nunca nadie las había hecho, incluso si eso genera mayores trabajos y mayores costos. De cualquier manera eso, hablar, deslindar responsabilidades, es algo que aquí, entre nosotros, no es usual. Al contrario, un silencio que se presume discreto es parte de nuestras costumbres o, tal vez, de nuestro modus operandi. Al silencio, suponemos, seguirá el olvido, sea del conflicto de interés o de los desaparecidos o del simple edificio que jamás quedó como se había prometido. ¡Qué esperanza de que un arquitecto local, públicamente, acusara a nuestra ex-ministra de cultura, por ejemplo, de conformista, de sabotear detalles y de martirizar a la arquitectura cargando el costo en los contribuyentes con decisiones aberrantes! Los arquitectos también lloran y los que callan, otorgan.

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