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Columnas

Más allá del High Line

Más allá del High Line

4 agosto, 2015
por Eduardo Cadaval

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[Publicado originalmente en: Piso Ciudad Al Ras 07. México Pág. 64-69 Primavera 2005]

En la actualidad, las sociedades democráticas modernas están transformado la manera de entender la práctica del urbanismo así como los procesos a través de los cuales esta disciplina opera. Los sistemas básicos de planeación urbana están siendo sometidos a un replanteamiento de su significado donde la integración de la sociedad civil en los procesos que definen y modifican la ciudad han ido transformando la manera en que ésta es construida.

El proceso para recuperar y transformar el Highiline de un vestigio industrial situado en el “west side” de Manhattan a un nuevo espacio público para la ciudad de Nueva York, ejemplifica el potencial de esta nueva forma de planeación y reciclaje urbano. Estos procesos al ser más abiertos e incluyentes generan nuevas oportunidades a la vez que eliminan el riesgo de generar visiones unicas o dogmáticas de ciudad.

En septiembre pasado se falló el concurso internacional para la transformación del High Line. Tras una primera selección de entre 56 propuestas, Zaha Hadid, Steven Holl, Terragram y Field Operations junto con Diller & Scofidio, fueron seleccionados como finalistas. En una segunda etapa, se escogió como ganador el proyecto de la oficina neoyorquina de diseño urbano, paisaje y arquitectura, Field Operations.

Más allá del concurso y la solución arquitectónica, el High Line, el esfuerzo por recuperarlo y el proceso para transformarlo de ruina industrial en espacio público, ofrecen una historia fascinante y aleccionadora de desarrollo urbano y participación ciudadana. Un ejercicio público-privado, cívico-gubernamental, que dará como resultado más áreas verdes y espacios de convivencia para la ciudad. Es también, probablemente, un buen ejemplo de cómo operarán los sistemas que transformarán y desarrollarán las ciudades en el futuro de las sociedades democráticas.

High Line

El High Line y su historia

El High Line es una antigua vía de tren elevada construida en 1930 como resultado del plan de mejoras a la infraestructura industrial de Manhattan, su fin último era eliminar la circulación de trenes industriales a nivel de calle con el propósito de evitar la gran cantidad de accidentes que esta situación ocasionaba. En esos años, la Décima Avenida neoyorquina era conocida como “la avenida de la muerte” debido al alto índice de mortandad que coaliciones entre trenes, peatones, y carrozas causaban.

Con el propósito de evitar que la nueva vía de tren corriera por encima de la Décima Avenida y generara así las condiciones negativas asociadas en esa época con los metros elevados, se decidió construir la nueva vía por en medio de las manzanas urbanas, permitiendo que los trenes corrieran dentro de los complejos y edificios industriales, conectando directamente con las fábricas y bodegas de la zona. El sistema, además de permitir una mayor eficiencia en la de transportación de mercancías, eliminó 105 cruceros peligrosos al tiempo que evitó que los trenes causaran tráfico vehicular en esta área de la ciudad.

En 1950, con la expansión del sistema de carreteras norteamericano y el crecimiento de la industria de transportación camionera, el tráfico de trenes disminuyó notablemente en el Highiline, que para 1960 ya había perdido parte de su trazado original y que para 1980 fue clausurado definitivamente.

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Hasta hace no mucho el High Line era una ruina industrial olvidada en el west side de Manhattan. Durante más de dos décadas estuvo en grave riesgo de ser demolida debido a presiones inmobiliarias y a un sui géneris régimen de propiedad. (la estructura y la plataforma flotante, tiene un solo propietario) pero los terrenos sobre los que se sitúa pertenecen a un sin numero de dueños, por lo que en realidad la propiedad del High Line es sólo aire o “derecho de aire” un modelo de propiedad muy común en Nueva York, pero que limita sus potenciales y lo transforma en una empresa única ya que será un espacio publico, flotando por encima de terrenos y edificios de propiedad privada: galerías, estacionamientos, talleres mecánicos, gasolineras, etc. que seguirán operando por debajo de la estructura existente.

Afortunadamente en el 2002, un grupo de artistas, escritores, arquitectos y residentes del área formaron la asociación no lucrativa ” Friends of the High Line” con el fin de salvar dicha estructura. Cautivados por la gran variedad de flora y vegetación salvaje que habían invadido el lugar convirtiéndolo en un parque efímero, decidieron proponer a la ciudad que en lugar de demolerlo se transformara en un parque público. Probablemente, la mayor lección de este grupo es su actitud proactiva y una visión moderna del conservacionismo, la idea no era solamente salvar el High Line de ser demolido, sino recuperarlo para la ciudad y de eso se iba a encargar ellos. De esta manera, en lugar de tan sólo oponerse a los planes de la ciudad, propusieron un uso alternativo para dicha estructura, y no nada más eso, fueron más allá y decidieron volverse el ente y motor ejecutor del proyecto que ahora transformara al High Line en espacio único para la ciudad de Nueva York.

Wildflower Field

La estrategia

“Friends of the High Line” decidió como estrategia moverse con el sistema en lugar de luchar contra él, primero fueron a la corte y pararon los planes de demolición del alcalde Rudolf Guliani, después, tras correr un análisis financiero y comprobar que el trasformar el High Line en espacio público beneficiaría a la ciudad al incrementar su densidad verde y aumentar el valor inmobiliario de la zona (y por ende la recaudación fiscal), consiguieron el apoyo de congresistas claves como Hillary Clinton o Charles Schumer, de senadores estatales, de oficiales electos de la ciudad, y así continuaron hasta que lograron convencer al actual alcalde Michael Bloomerg. Quien decidió que aportaría un cuarto del costo aproximado del proyecto (quince de los sesenta millones necesarios), si el grupo se comprometía a conseguir el resto.

De esta manera, comenzó una inteligente estrategia para dar a conocer el High Line y sus atributos. Como primer movimiento organizaron un concurso de ideas (sin requerir que las propuestas fueran realistas), en donde artistas, arquitectos, paisajistas y urbanistas de todo el mundo (se recibieron 720 propuesta de 36 países) imaginaron escenarios fantásticos para este espacio: albercas de 2 kilómetros de largo, una montaña rusa cruzando 22 calles de Manhattan y hasta la propuesta más sencilla pero a la vez poética que consistía en dejar el High Line prácticamente en su estado actual.

Todas estas propuestas se pudieron apreciar en una exposición diseñada por LOT/EK en el vestíbulo de la histórica estación central. Los proyectos cautivaron a los habitantes de la ciudad que a su vez pudieron familiarizarse con el lugar y con la idea de rescate que “Friends of the High Line” proponía. Tras el éxito de este primer movimiento y con el reto de juntar los 45 millones restantes para llevar el rescate a una realidad, “Friends of the High Line” emprendió una campana de recolección de medios, que incluyeron fiestas de gala, negociaciones políticas, donaciones privadas, entre otras. Para este propósito, otra vez tuvieron la inteligencia de jugar con el sistema e incluir a figuras públicas, como el ganador del premio Pulitzer Robert Caro o el actor Edward Norton los cuales actuaron como voceros del proyecto atrayendo a una gran cantidad de medios y donantes .

Tras recolectar fondos y haber puesto al High Line en el centro del debate, esta organización no lucrativa convocó a personalidades del mundo arquitectónico-urbanístico a concurso (en esta ocasión realista y ejecutable), para transformar el High Line en espacio público. Tras una primera selección de entre 56 equipos de todo el mundo, cuatro oficinas fueron seleccionadas, la de la arquitecta Iraki y premio Pritzker, Zaha Hadid, el neoyorkino y vecino del High Line Steven Holl, Michael Van destacado paisajista y profesor titular en Harvard y Field Operations, oficina de paisaje y urbanismo encabezada por James Corner, que actualmente está transformando el antiguo tiradero de basura de Nueva York, en un parque 2.5 veces más grande que Central Park.

El propósito del concurso fue algo más que acumular grandes nombres, por lo que como parte de los requisitos de éste, los equipos debían incluir a expertos urbanistas, arquitectos, ingenieros, paisajistas, biólogos, así como artistas y analistas financieros, con el propósito de que cada propuesta estuviese sustentada integralmente en todos los aspectos que involucran al proyecto y que fuese totalmente ejecutable, viable y posible.

Radial Bench

El lugar

En la actualidad esta plataforma flotante atraviesa tres de los barrios más dinámicos de la ciudad: West Chelsea, el Meat Packing District y el área del Hudson River Rail Yards. En los últimos 15 años, Chelsea se ha convertido en uno de los centros internacionales del arte contemporáneo, con un sinnúmero de galerías y museos que algún día estuvieron en Soho y que con la escalada de las rentas y los costos inmobiliarios, decidieron mudarse a esta antigua zona manufacturera. El Meat Packing District donde antes sólo había bodegas, carnicerías y procesadoras de carne se ha convertido en uno de los lugares de moda de la ciudad, con exclusivos bares y restaurantes así como boutiques de los diseñadores más exclusivos. Finalmente, en el extremo norte del High Line se ubica el área del Hudson River Yards, el mayor hangar al aire libre para trenes en Manhattan y que pronto será cubierto por un nuevo desarrollo inmobiliario con la construcción de un gigantesco estadio deportivo, que será parte de las infraestructuras que se está construyendo la ciudad, como estrategia para su candidatura a los juegos olímpicos del 2012.

Con 2.4 kilómetros de longitud, 12 metros de ancho en promedio y flotando 10 metros por encima del nivel de calle, el High Line atraviesa 22 manzanas, traspasa 2 edificios y viaja arriba de otros 13, ofrece una situación única, el paraje perfecto para un nuevo tipo de urbanismo y de espacio público, los visitantes podrán pasear a lo largo de 22 bloques de la ciudad, sin tener que negociar con el automóvil o siquiera lidiar con tráfico vehicular, ofrecerá vista únicas de la ciudad y una nueva relación entre lo público y lo privado, quizá hasta un nuevo tiempo, “el tiempo High Line” ya que al estar desprendido de la ciudad, −flotando por encima de ella− el High Line tendrá su propio ritmo ofreciendo al visitante escapar por un momento de la velocidad y paranoico ritmo neoyorquino.

26th Street Viewing Spur

Las propuestas

Se podría decir que las cuatro propuestas finalistas entendieron y trabajaron con la esencia del High Line. El proyecto de Zaha Hadid era una elegante abstracción geométrica, un objeto líquido que fluía dinámicamente con la estructura existente. Hadid proponía más que un parque un edificio y olvidaba quizá que el High Line por sí mismo tiene una fuerza brutal que no requiere de refuerzos, otra de las limitaciones del proyecto de Zaha Hadid, fue la precaria presencia vegetal, en su propuesta el paisaje era un mero elemento decorativo, subestimando su potencial como generador de espacio y creador de atmósferas específicas.

Steven Holl, utilizó el High Line hace más de 20 años, para realizar “los edificios puente” una de sus propuestas teóricas que experimentaba con la interacción de infraestructuras urbanas y unidades de vivienda. Ahora Holl propuso un proyecto abierto e interdisciplinario en donde una diversidad de artistas y arquitectos que incluían entre otros a Vito Acconci y Matthew Barney realizarían intervenciones puntuales en accesos, nodos, intersticios o hasta en el diseño del mobiliario urbano móvil que correría por las antiguas vías del tren. Con una estrategia similar a la ganadora, la propuesta de Holl carecía de momentos de intensidad y sobre todo, de la unidad y congruencia de la propuesta de Field Operations.

Telegram y Michael Van Valkenburgh, tenían probablemente la propuesta más débil. Un proyecto que jugaba con una visión romántica del paisaje y que no permitía más actividades que aquellas derivadas de un simple paseo. Con algunos puntos de intensidad en los accesos y en piezas propuestas por James Turrell, como miembro de este equipo, la propuesta no tenía un aglutinante congruente, perdiendo su coherencia y subestimando el potencial del sitio.

De todas las propuestas, la ganadora, de Field Operations con la Colaboración de Diller & Scofidio proponía quizá la estrategia más inteligente: un sistema flexible de bandas prefabricadas de concreto que podrían ensamblarse con diferentes configuraciones y en distintas etapas. Las bandas crearían una nueva plataforma que generaba un gradiente con transiciones sutiles entre la superficie dura y el material vegetal. Con este sistema el recorrido de 2.4 kilómetros contaría con diferentes relaciones y porcentajes entre las superficie pavimentada y las áreas verdes: 20% duro y 80% verde, 30% y 70%, 50 %y 50%, 0% 100% y un sinnúmero de configuraciones que permitían y generarían nuevas actividades.

El sistema de placas permite también la construcción del proyecto en etapas no lineales, comenzando por los extremos hasta juntarse, desde el centro hasta expandirse o desde diversos puntos hasta conectarse. Con una paleta limitada de piezas con diferentes ángulos y proporciones, la propuesta creaba momentos de gran intensidad tan solo con diferentes combinaciones en el ensamblaje de dichas piezas. Con este sistema se generaban, en los puntos más significativos del recorrido, auditorios, rampas de acceso, playas urbanas y hasta una alberca flotante por encima de las calles neoyorquinas.

En el proyecto de FO, el material vegetal, es un material activo que permite la recuperación del “ecosistema High Line”, albergando nuevas especies, conservando el hábitat de las que actualmente habitan el lugar y generando una mayor biodiversidad. Este material vegetal crecerá anárquicamente en las ranuras creadas en las uniones entre placas, asimilando poéticamente la manera en que la naturaleza invadió la ruina industrial, (proceso que finalmente salvó al High Line al inspirar la idea de transformarlo en parque).

Finalmente, es importante decir que es a partir de la recuperación de este ecosistema y de la relación de los usos públicos, cómo se genera una extensa lista de programas y nuevas actividades en la ya de por sí extensa paleta de actividades de la ciudad de Nueva York.

1403 High Line At The Rail Yards   Photo By Iwan Baan

Implementación y lección última

El proceso para recuperar el High Line y convertirlo en espacio público dista de ser un proceso sencillo; no será una jornada corta ni simple, e incluirá una serie de complejos procesos y negociaciones en los ámbitos político, legal y financiero. La cantidad total para cubrir el costo del proyecto aún no está ahí y falta mucho para convencer a todos los intereses que se sienten afectados por el proyecto. Sin embargo, lo importante es que ya se dieron los primeros pasos y que éstos han sido tan importantes y estratégicos que no permitirán que los siguientes sean en la dirección contraria. Tras realizar astutos movimientos legales y políticos, se ha asegurado que el High Line no sea derribado y se ha conseguido el compromiso de las autoridades con el nuevo proyecto.

Uno de los aspectos más importantes por destacar es que la transformación del High Line no ha quedado únicamente en manos de las autoridades gubernamentales, sino en una alianza estratégica entre una organización no lucrativa y la oficina de planeación urbana de la ciudad de Nueva York. Esta fórmula permite obtener el balance deseado entre los intereses políticos y los sociales; entre lo público y lo privado.

Con las proyecciones actuales, la primera etapa del proyecto estará abierta al público a finales del 2005 y la conclusión de la propuesta en su conjunto, se estima durará cinco años. Lo importante por ahora, es entender el sistema y destacar sus bondades, comprender que es en toda esta historia donde está la lección. Es a través de la definición de un proceso de participación propositivo, ejecutivo e incluyente, que el futuro de la ciudad no queda solamente en manos de quiénes la gobiernan, sino en las manos de todos los que la habitan.

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Para más información sobre el proyecto del High Line revisa la Revista Arquine No.70 | Plaza, parque, mercado.

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