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¡Felices fiestas!
18 junio, 2012
por Arquine
El caminar es una apertura el mundo. A veces, uno vuelve de la caminata transformado, más inclinado a disfrutar del tiempo que a someterse a la urgencia que prevalece en nuestras existencias contemporáneas. El caminar es un rodeo para reencontrarse con uno mismo… Caminar es un método tranquilo de reencantamiento del tiempo y el espacio.
David Le Breton. Elogio del caminar
por Diana Ortiz / @rojoalizarina + Juan José Kochen @kochenjj
Desde la segunda mitad del siglo 20, el concepto pragmático de recorrer la ciudad se ha modificado hasta llegar a ser “un instrumento estético capaz de describir y modificar espacios, lugares que deberían comprenderse y llenarse de significados, más que proyectarse y llenarse de cosas” (1). Es así, a través de prácticas tangentes a la arquitectura, que surgen aproximaciones al entorno construido, a esta complejidad del uso de la acera, a esta sucesión constante de miradas.
Caminar como una herramienta crítica, como una manera obvia de mirar el paisaje y como forma de emergencia de cierto tipo de arte y arquitectura. Deambular por las calles es un modo de construir relatos, orientaciones para viajar por la ciudad y sus mapas. Mapas bajo coordenadas imaginarias -como aquellas trazadas por Julie Mehretu- que permiten reunir puntos dispersos en un espacio fracturado. Al caminar se logran establecer puentes entre espacios desarticulados para conducir hacia una lectura urbana personal. Como un citámbulo, definido por su actitud de interés y apropiación en la ciudad que habita y asó para poder sobrevivir entre sus abismos sociales y físicos, culturales y económicos.
Los recorridos por la ciudad son el elemento generador de planos y mapas para dibujar las calles, manzanas, plazas y formas de su mismo trazo. Más allá de la deriva situacionista de Guy Debord y Henry Lefebvre, The Naked City -una práctica de ‘vagabundeo’ experimental por las calles elevado a la construcción de una psicogeografía subjetiva de la ciudad- o la figura del flâneur parisino invocado por Charles Baudelaire y recuperado por Walter Benjamin en su crítica a la ilustración y la modernidad, salir a recorrer las calles de una gran ciudad y perderse en ellas genera patrones personales de dirección. Lo que se deja de ver al transitar por la ciudad, ya sea en automóvil o bajo rutinas apremiantes de angosturas peatonales, sólo se puede identificar a nivel de banqueta; aquí está lo invisible de la ciudades.
Clara Nubiola se propuso hacer una boligrafía de ciudad, cada lunes recibía unas coordenadas en Barcelona que le enviaba Bside Books, y así comenzaba a caminar, con un punto de origen pero sin una ruta trazada y sin otro objetivo que el de ir registrando en su libreta los paisajes, las personas, las conversaciones, las comidas y los espacios. Se trata de un recorrido que dibujó lo que sentía, traduciendo la ciudad a esas boligrafías hechas a partir de observar y recorrer. Después enviaba las hojas con las que Bside Books editó un libro –presentado el año pasado– con diez mapas de la ciudad: La guía de las rutas inciertas; “un evocador recorrido por Barcelona… A veces se nos olvida caminar con todos los sentidos atentos”. Este libro recientemente se volvió un concurso de rutas inciertas como parte de Los vacíos urbanos.
Con otro sentido y no muy lejos de esa fecha, se realizó un Tour Gastronómico, en el que 90 personas recorrieron el centro de Zapopan durante ocho horas. Enrique Reyes creó rutas, investigando sitios que le hablan de tradición y de historia, organizando con los dueños de estos lugares que un día fijado tengan listos una serie de “probetes”, así las personas que forman el tour pueden paladear esto que les sirve para evidenciar la ‘línea cronológica’ de la conformación del barrio; y, de prueba en prueba, van caminando la ciudad. Se trató de un mapa invisible con anotaciones y comentarios de los que participan a través de diversas redes sociales. Este proyecto urbano es similar al reciente Corredor Cultural Roma-Condesa promovido por Ana Elena Mallet, y que en su octava edición organizó rutas gastronómicas e históricas, así como una serie de actividades artísticas y culturales en distintas sedes de ambas colonias.
La acuciante necesidad de recuperar las calles como experiencia sensorial en espacios públicos vivos –otro ejemplo es Jane’s Walk que comenzó hace cinco años en Toronto y ha organizado más de 600 caminatas en 85 ciudades y 19 países– es motivo de reflexión para cambiar la cotidianidad de la vida en la ciudad y crear mapas tangibles o intangibles que sugieran nuevas formas de apropiación ciudadana.