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Mapamundi

Mapamundi

3 julio, 2017
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

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Mapamundi: “representación gráfica de la Tierra en un plano que, en la cartografía moderna, muestra el globo terrestre dividido en dos hemisferios proyectados.” ¿Se puede escribir un mapamundi? ¿Dibujar, palabra por palabra, nombre tras nombre, la extensión del mundo real e imaginario? “Un mapa se despliega sobre una mesa o dentro de una cabeza y ya sea pensando o sobre papel ejerce la gran fuerza rotatoria que dan los viajes,” escribe Luis Pancorbo en su libro Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos. Un mapamundi escrito y no dibujado en una hoja amarillenta y arrugada que, como Ahab, guardamos en el armario y consultamos para con esa información elaborar conjeturas muy razonables y llegar a conclusiones casi certeras sobre el día más apropiado para dirigirnos a tal o cual punto. El día y la ruta. Pancorbo nos dice que el mundo no es un pañuelo, aunque así lo creamos hoy en tiempos de aviones y redes digitales. Y por eso, página tras página, nos presenta una lista de lugares, míticos y verídicos, que no cabrían en un mapa ni aunque tuviera el tamaño del imperio e intentara coincidir punto por punto con él.

Pancorbo nos cuenta de El Álamo, que en la mitología popular de Texas se recuerda por el toque militar a degüello ordenado por el general mexicano Antonio López de Santa Anna y también de Basora, que antes de la enésima guerra de Irak y sus secuelas era un oasis de mil y una noches. De Calistoga, estación termal del valle de Napa donde Robert Luis Stevenson pasó su luna de miel y de Dacia: el país ideal a donde le habrá gustado ir a Mircea Eliade. De Éfeso, donde murió San Juan a los 105 años y de Fargo, el de Steinbeck y de los Cohen. De Guernica, de Unamuno y de Picasso y de el Hades, donde Orfeo fue a buscar a Eurídice. De la Isla Negra de Neruda y la Ithaca a donde Ulises desea volver siempre. De Jauja, la fundada por Pizarro en 1534 y las otras. De Kabilia como la contó Camus y de López, la punta más occidental de la costa gabonesa. De La Mancha y de Manhattan y de Nod, lugar del Edén situado al este donde Caín construyó una ciudad a la que llamó como a su hijo: Enoch. De Ordos, que fue elegida en el 2001 para ser la capital de un emporio carbonífero pero eso se lo llevó el viento del desierto. De Petra y de Pompeya y de Qom, el Vaticano de los chistas de Irán. De Rarotonga, donde viven 14,153 personas y de Saba, un lugar arruinado y pretencioso de Yemen. De Tarso, donde nació Saulo, luego Pablo y luego San Pablo. De Utgard, el jardín exterior, aunque punto céntrico del cielo escandinavo y meta del viaje del dios Thor y de Venecia, la de Casanova. De Walden, donde vivió Henry David Thoreau y de Xanadú, que visitó Marco Polo y soñó Coleridge —o al revés. De Yomi-no-kuni, la tierra de la oscuridad y de la polución en el sintoísmo japonés, Z  la ciudad perdida ene l amazonas, el reino dorado y utópico en cuya busca partió Percy H. Fawcett hasta encontrar la muerte en el intento, en 1925.

Un libro que se puede leer a saltos, como quien pone a girar un globo terráqueo y señala con el dedo un punto pensándolo como destino de un próximo viaje real o de uno instantáneo e imaginario.

Luis Pancorbo, Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

 

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