Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
18 marzo, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
El 18 de marzo del año 37 el Senado Romano anuló el testamento de Tiberio y proclamó emperador a Calígula —que no nos sorprendan las decisiones de nuestro senado. También el 18 de marzo, 1901 años después, Lazaro Cárdenas proclamó la nacionalización del petróleo en México. Y entre muchos otros acontecimientos, Wikipedia también consigna el nacimiento de Stephane Mallarmé, hace 173 años en París.
Mallarmé publicó en 1897 “Un coup de dés…”: un tiro de dados no abolirá el azar, el poema que inaugura una poética radicalmente moderna al hacer de la página —a decir de Octavio Paz— una “representación del espacio real en donde se despliega la palabra.” Albert Thibaudet dice que Mallermé “quiso para ese poema una estética visual, tipográfica, construida mediante la diferencia de los caracteres, la amplitud de los blancos, la dimensión de las líneas y toda la arquitectura de la página.” Marian Zwerling Sugano dice que en una carta del 7 de marzo de 1885 Mallarmé escribió acerca de “ese intento de plantear, desde el inicio de la vida, los primeros cimientos de una obra cuya arquitectura ya conoces y no producir (así sean maravillas) al azar.”
A.S.Bessa escribió un ensayo que, jugando con el texto clásico de Le Corbusier, tituló Vers: une architecture, y que explora las relaciones entre la poesía o, más bien, la poética de Mallarmé, el concretismo brasileño y la arquitectura. Ahí dice que “Un coup de dé es el más extremo de los poemas-abanico y, también, la primera construcción arquitectónica moderna. Su uso calculado al extremo del espacio abre una serie de preguntas sobre la negociación de la página impresa como territorio para la acción.” Mallarmé —agrega Bessa— inauguró la página como campo de acción. Mallarmé equipara la arquitectura del poema a su estructura: una estructura premeditada que se opone al encuentro azaroso. Esa arquitectura —dice Bessa— “es móvil, como los muros de una casa japonesa. El lector jamás puede contemplar el “edificio” entero; pero cada espacio se abre al siguiente, revelando cámaras, nichos y escaleras, sin diferenciar jamás entre el interior y el exterior.” Un juego entre interior y exterior que atraviesa la página y la abre —esto según apuntó Jean François Lyotard en su libro Discurso, figura— a la densa materialidad física del lenguaje y del mundo —¿o son la misma cosa?
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
Paulo Tavares sostiene que debemos cuestionar radicalmente una de las presuposiciones que sostienen a la arquitectura moderna: que toda arquitectura [...]