James Turrel: Pasajes de luz
En ese un mundo dominado por la visión se abre la exposición “James Turrell: Pasajes de luz” en el Museo [...]
13 julio, 2017
por Daniela Jay
En la reciente celebración por los veinte años de Arquine, Carlos Jiménez hablaba sobre el peso del tiempo y la memoria que Aldo Rossi daba a la arquitectura. La arquitectura eventualmente construye tiempo, tiene la capacidad de capturar las memorias del pasado e imaginar las del futuro.
El pasado 12 de julio se celebró la plática Tres generaciones de arquitectura en el Palacio de Bellas Artes, una retrospectiva que inicia con el tiempo de Félix Sánchez, padre, y que continua construyéndose con el de Félix Sánchez, hijo, y Javier Sánchez. Durante la charla, Félix y Javier Sánchez hablaron de una historia que no sólo engloba a la arquitectura en sí misma, sino que viene acompañada de un contexto sociopolítico y por cómo la profesión arquitectónica se transforma y adapta a ella.
Esto nos remonta a inicios del siglo pasado. Al primer Félix Sánchez, le toca vivir su parte de la historia bajo la condición del México Moderno. Una ciudad que comienza a construirse de manera muy acelerada. Es cuando la primera generación de los arquitectos Sánchez tiene la oportunidad de construir megaconjuntos habitacionales para la nueva población que llega, ejercicios profesionales que forjan su vocación bajo la demanda de vivienda y su importancia de inserción en la ciudad.
La segunda generación se enfrenta a una ciudad crítica y en constante crisis. Una ciudad que había crecido de manera acelerada y sin planeación alguna. A Félix Sánchez le toca un panorama en que el gobierno busca satisfacer la demanda de vivienda. El arquitecto funda su oficina desarrollando proyectos de conjuntos habitacionales y departamentos que a nivel urbano exploran el concepto de la plaza y como edificios tejen la ciudad. A nivel espacial, sus trabajos exploran la posibilidad que distintas tipologías de vivienda logren convivir en un mismo edificio. Las posteriores crisis de 1972 y 1980 y el temblor de 1985, le llevaron a enfocar su trabajo en la reconstrucción de la ciudad.
Por su parte, Javier Sánchez ha continuado con el mismo interés por la vivienda que su antecesores. A él le ha tocado una ciudad totalmente consolidada en su centro y su trabajo se ha enfocado en el reciclaje y la intervención de edificios que comunican distintas épocas, así como en nuevos edificios que responden a su contemporaneidad. Una arquitectura que expresa su materialidad y que no deja de lado la idea del patio, el barrio y el hacer ciudad.
Tres generaciones que se han interesado con entusiasmo en la vivienda y su relación con la ciudad. Cada uno enfrentándose a distintos tiempos de crisis pero a los mismos gajes del oficio. Una misma visión con tres lenguajes distintos que se forjaron con autonomía. Cien años después del inicio de esta historia, es notable que muchos de los edificios de los Sánchez se han transformado por mano de sus propios habitantes, pues la arquitectura es un arte sucio, siempre abierto al cambio y adaptación.
Ésta es una historia que, a través de la práctica arquitectónica de tres generaciones, captura una buena parte de la memoria e historia de este país.
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