Carme Pinós. Escenarios para la vida
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17 noviembre, 2015
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
¿Quién es el arquitecto vivo más influyente de la actualidad?
La pregunta puede no tener una respuesta pero, sin duda, Rem Koolhaas —que hoy cumple años— estaría entre los primeros. A su dilatada trayectoria de (siempre provocadoras) publicaciones cuya naturaleza contradictoria ofrece interpretaciones múltiples, hay que sumar sus trabajos prácticos, capaces de absorber la complejidad de sus textos y miles de referencias entrecruzadas, indiscernibles para muchos de nosotros.
Koolhaas ha sabido moverse bien entre la práctica, la historia y la teoría, con el uso de una fina ironía que, aun con la actual vocación global de su estudio, se mantiene desde sus primeros trabajos. En esos ya había destacado con extraños experimentos formales como De Bol –retomada después en la Terminal Marítima de Zeebrugge– o la propuesta para la Exposition Universelle en París, realizada casi en paralelo de su proyecto del Parque de la Villette. Koolhaas tenía también proyectos, a priori, menos extraños, pero cargados de importantes reflexiones: la Prisión-panóptico de Koepel y el Ayuntamiento de La Haya, donde investiga, desde la forma, la noción de densidad en las ciudades holandesas. Un tema explorado poco antes en las viviendas Boompjes, y en el que se movía a medio camino del delirante Nueva York y la Unidad de Habitación de Le Corbusier.
El suizo ha sido siempre, para Koolhaas, una referencia muy presente. Por ejemplo, la Villa dall’Ava (1990) es una versión actualizada de la Villa Savoye, con sus cuatro puntos corbusianos pasados por la óptica del holandés, quien, para sus fotos oficiales, sustituyó el coche por una jirafa. En la periferia de París, Koolhaas realiza un collage de los principales tópicos de la vanguardia moderna, reduciendo su sobriedad e impidiendo que pueda ser tomada demasiado en serio.
La combinación de motivos y fragmentos de la arquitectura clásica o moderna, pasados por el uso de nuevos materiales (menos nobles) y con estrategias críticas, es una de las constantes de Rem, demostrando su conocimiento de la historia, a la que trata con particular respeto. Sólo así entiende su versión curvada del Pabellón de Barcelona realizada en Milán en 1985 —justo cuando se estaba construyendo la réplica del original en la capital catalana— donde transforma el clásico miesiano en un gimnasio en el que rendir culto al cuerpo (una temática, la del gimnasio, por otro lado tradicionalmente moderna). La propuesta de OMA no es sólo un pabellón, es también una forma de narrar la historia y marcar un posicionamiento crítico respecto a la reconstrucción que se estaba ejecutando.
Hoy, Koolhaas sigue explorando sus propias ideas: desde el espacio basura a la ciudad genérica, pasando por los elementos fundamentales de la arquitectura: el suelo, la pared, el techo, la cubierta, la puerta, la ventana, la fachada, el balcón, el pasillo, la chimenea, el baño, la escalera, la escalera mecánica, el ascensor y la rampa. Esta investigación que, pese a sus posibles aportes, puede ser leída con cierta redundancia: en Venecia el holandés vuelve sobre las mismas ideas: aislar los elementos constitutivos de la arquitectura, analizarlos separada e históricamente, a fin de combinarlos y producir, de nuevo, un edificio cargado de referencias desde los que enunciar un discurso. Dicho de otra manera: en sus trabajos, los relatos históricos se entremezclan y cruzan como un collage cargado de ironía que siempre contiene una mirada crítica hacia la propia disciplina.
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