Casa manifiesto
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¡Felices fiestas!
19 noviembre, 2013
por Juan José Kochen | Twitter: kochenjj
Augusto H. Álvarez (1914-1995) promovió la modernidad arquitectónica como una ideología modular. Decía que “la arquitectura es una unidad formada por la idea, la ejecución y la vivencia”, y esa idea en planta, alzado y perspectiva, era parte de una sistematización creativa cuyo contenido racional y estricta modulación fungió como soporte para fijar un pensamiento. Los dibujos de su taller se volvieron la pauta para modular, no cuadricular. Al ver y entender sus dibujos, con el mismo rigor de representación que sus módulos diagramáticos, se puede leer una narrativa como retorno a la modernidad. Una lectura implícita y ausente de su entorno y sus múltiples aproximaciones.
Estas dos posturas se describen en “Los dibujos del taller de Augusto H. Álvarez”, un libro ‘poco común’ aunque pareciera muy familiar para la tipología arquitectónica editorial. La publicación (coedición de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y el Departamento de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana), editado por Lourdes Cruz y Alejandro Aguilera, es toda una clase de por qué no hacer un render al reunir dibujos, detalles constructivos, planos y perspectivas del taller de Álvarez.
“Todos los grandes dibujos se hacen de memoria”, escribe John Berger en Sobre el dibujo. Y siguiendo esta idea, para el taller de arquitectura de Álvarez, el dibujo se volvió parte de una construcción del imaginario moderno que surgía por taquigrafía, práctica y repetición, desde las escalas humanas como el alfabeto, la vegetación y los detalles. Se transcribía un discurso de expresión gráfica, de la utopía de la modernidad como modelo internacional: “Si vivimos en un mundo en el que las distancias se acortan cada vez más, en donde los medios de comunicación son cada día más fáciles, haciendo que las influencias de otros pueblos y culturas se entremezclen, ello permite que los logros de las ciencias, la tecnología y la industria no sean el patrimonio de una sola nación sino que forman un bien común”. El estudio de estos dibujos, más allá del debate entre la visión renderizada contra la mano alzada permite cuestionar lo visible, mostrar y comunicar ideas más allá de presentar un proyecto como tal.
Esta narrativa arquitectónica a partir de ‘dibujos modernos’, cambia nuestra percepción renderizada de la herramienta o instrumento para ‘vender’ una idea, y a la vez exige el replanteamiento y estudio de un momento específico de la arquitectura. Si en su momento el taller de Álvarez promovió esta modernidad avanzada, nuestros renders actuales ¿qué sociedad y arquitecturas nos han fijado en la mente? Tal vez la modernidad, en el caso de nuestro país, no sólo no ha terminado sino que aún está por definirse, por alcanzarse. La modernidad implica una ruptura que demanda reflexión y acción creativa y renovadora proyectada hacia el futuro. Si aún existen secuelas de esta modernidad, habría que cuestionarse qué nos queda y qué habría detrás del croquis de un taller de arquitectura.
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