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Los altos costos de no planear

Los altos costos de no planear

2 septiembre, 2014
por Arquine

por Salvador Herrera Montes

La ciudad mexicana crece por retazos, por partes desconectadas e inconexas. Ilógica y desafiante a su propia existencia se contenta siendo un rompecabezas. Es natural en México tener un parque industrial alejado de sus trabajadores, un desarrollo de casas alejado de las oportunidades de desarrollo humano, un hospital en la extrema periferia a donde no llegan los enfermos y en ocasiones, vaya, ni los médicos; y, recientemente y en forma creciente, universidades en el llano para el pesar de sus estudiantes (ejemplos de esto último sobran: la UNAM en los campos agrícolas de León alterando el programa director urbano local, la Universidad Autónoma de Guadalajara en la llanura fluvial de Villahermosa próxima al libramiento de carga o la Universidad Anáhuac en el suburbio queretano llamado Zibatá). Al parecer nos hemos especializado en hacer suburbano lo que era intrínsecamente urbano debido a que es más fácil, menos caro y más rápido. O más aún, regalado, que es el caso de los terrenos a las universidades.

No planear cuesta muy caro. Es ya una práctica ver que cualquier periférico en México es rebasado por la mancha urbana y entonces se construye otro, y otro. Casos sobran: Chihuahua construyó su primer periférico Ortiz Mena para después construir el de la Juventud para ahora empezar a pensar en la vialidad 5 Poniente con un costo superior a los 800 MDP.

León tuvo su hace décadas su boulevard Adolfo López Mateos para luego construir su periférico Morelos y dotarlo recientemente de numerosos pasos a desnivel para ahora dar paso a nuevas carreteras como el Eje Metropolitano Leon-Silao con recursos del fondo metropolitano 2014.

Aguascalientes lleva 3 anillos periféricos. Celaya e Irapuato están a punto de saltar la barrera que les representa la autopista 45. Querétaro tuvo el libramiento Bernardo Quintana y ahora su desarrollo urbano llegó al libramiento que lleva a San Miguel Allende desde la autopista 57.  Puebla construyó y sigue construyendo su periférico ecológico. Villahermosa terminó por usar su libramiento Adolfo Ruiz Cortines como avenida principal. Mérida piensa en construir un segundo periférico porque ya usa el primero que tiene más de 48 kilómetros de circunferencia como vía urbana el cual es más al menos 10 kilómetros más largo que el circuito interior o Bicentenario de la Ciudad de México pero con casi un millón de menos de habitantes dentro de ese perímetro.

La historia sigue desde hace décadas el mismo patrón. La ciudad crece, se desborda, dicen, y rebasa el límite que le presentaba una carretera. Se piensa en construir otra. Se mueven intereses para decidir el trazo el cual pasa de ser técnico y derivado de la planeación a ser el resultado de negociaciones de todo tipo: desde el que no quiere vender, el que quiere cobrar mucho y el que quiere que pase por su terreno. Todo en lo oscuro y sin discusión pública. De pronto sale el trazo y se construye la vía. Pronto se empiezan a detonar usos urbanos. Pero siempre alguien puede más y se abre algo por ahí, una entrada a un fraccionamiento, se pone algún comercio que atrae otros usos y al final, se logra un acceso, un puente, algo.

Hemos llegado a la situación a la cual no encuentro paralelismo a nivel global en donde tenemos que construir segundos pisos en diversas ciudades para librarlas. Destaca el caso de la construcción de los 13.3 kilómetros del segundo piso  de Puebla el cual se justifica por el aumento del aforo de  20 mil vehículos diarios a 48 mil 200 en promedio, y en algunos tramos alcanza los 110 mil automotores. La SCT indica que con el segundo piso soluciona este gran problema a la vez que el segundo piso se convertirá en un gran activo para la entidad. Este nuevo Segundo Piso mexicano tendrá una altura de 7 y 19 metros, con claros de 40 metros promedio. Con las 52 mil 500 toneladas de acero que se emplearán, se podría construir cinco veces la Torre Eiffel y con los 267 mil metros cúbicos de concreto que tendrá se podría rellenar siete veces el estadio Cuauhtémoc de esta ciudad según información del portal de la SCT.

¿Qué significa planear la ciudad? En términos llanos, estudiarla, analizarla desde múltiples enfoques, pronosticar, imaginar escenarios, hacer debate, mucho debate, y llegar a acuerdos para plasmarlos en documentos de planeación que deben derivar en programas operativos anuales y entonces hacer lo planeado.

Hay que invertir en la planeación. Tiempo, dinero y sobre todo, esfuerzo. Esfuerzo intelectual en la parte técnica y esfuerzo político para construir consensos. Planear es el ejercicio político más audaz porque habla de futuros posibles derivados del empeño de la palabra, el capital político y la creatividad.

Planear no es escuchar a todos para dejar a todos contentos. Eso es prácticamente imposible. Sin embargo cada vez más tenemos líderes políticos que prefieren no cambiar para no contradecir. Planear es contradecir a los intereses individuales para buscar un bien colectivo mayor. Es decir por acá no y por aquí sí porque es mejor para todos. Pero en México queremos planear diciendo, ¿qué te conviene a ti? ¿Que no te molesta a ti? ¿Cómo puedes ganar tu? Ah, entonces mejor lo dejamos así.

Las ciudades de México no invierten en planeación. Los alcaldes, a quienes compete la atribución constitucional según el artículo 115 fracción V la formulación, aprobación y administración de la zonificación y planes de desarrollo urbano municipal, hacen caso omiso de su mandato constitucional y no planean. O acaso alguno de nosotros ha escuchado decir a un alcalde o candidato a alcalde decir en su plataforma política “voy a planear la ciudad”. Seguro que sus asesores de altísimos honorarios le recomiendan “planear no es políticamente rentable, mejor reparte despensas”. Además, la ciudadanía, incrédula ante décadas de construcción de la ciudad a partir de ideas aisladas piensa, “para qué planear, si nadie le dará continuidad”.

No sorprende por tanto que los municipios, estados y la Federación dediquen a la planeación urbana presupuestos casi nulos. En el presupuesto de egresos de la Federación 2014 se otorgan 46 millones de pesos a estudios y acciones de planeación del desarrollo urbano a la SEDATU. Como ejemplo, un plan director urbano para una ciudad de un millón de habitantes, puede llegar a costar unos 40 millones de pesos, como fue el caso del PDU de Chihuahua realizado entre 2006 a 2010.

Para revertir la tendencia bajo la cual crecen nuestras ciudades hay que invertir en planeación urbana. En estudios serios y sólidos. En buenos términos de referencia que motiven la competencia intelectual de consultorías y especialistas. En investigación urbana que detone una discusión informada. Una ciudad de un millón de habitantes debería invertir por lo menos unos 10 a 15 millones de pesos al año en estudios serios sobre movilidad, riesgos, hidrología, espacios públicos, equipamientos, vivienda, etc. Estamos aún muy lejos de esa cifra. Busquemos influir en las reglas del fondo metropolitano 2015 y en los presupuestos locales. No hay que quitar el dedo del renglón.