27 febrero, 2018
por Rogelio Sánchez Velázquez
Tanto a la luz como a la sombra de la arquitectura construida, existe cierta tipología arquitectónica que no es material, ni siquiera visual, pero que está muy lejos de poder considerarse improbable y mucho menos inexistente, es la arquitectura de la palabra. Una arquitectura que generalmente nace en el seno del mundo académico y se desarrolla en congresos y publicaciones. Es aquella arquitectura inmaterial que se desplanta tan sólo desde la palabra, desde lo íntimo de la especulación personal y que sin embargo más tarde puede bien alentar, cuando no sostener, otras nuevas arquitecturas ahora sí materiales, físicas o visuales.
La arquitectura de la palabra presenta un programa compuesto por reflexiones teóricas y filosóficas, figuras literarias o lecturas históricas. No es material en efecto, pero evoca la materialidad objetiva de la arquitectura y la ciudad construidas, acaso los ingenios más comunes a la vida humana que pese a su condición artificial cada día recobran y nos dejan ver su voluntad y vida propias. El terreno donde prospera la arquitectura de la palabra es tan vasto y complejo como lo es de por sí el territorio de las ideas, que a su vez lo constituye. Es un terreno en constante expansión, justo el terreno en el cual proyectó y erigió su pensamiento el arquitecto Rafael López Rangel.[1]
Su extensa carrera académica y su producción intelectual detuvieron su marcha el 12 de febrero pasado, cuando murió a los 88 años de edad. No obstante, es previsible que su legado continuará enriqueciendo el territorio de las ideas; y es que su producción bibliográfica abarca más de veinte obras sobre arquitectura y urbanismo, una destacable contribución hemerográfica y otra no menos significativa serie de participaciones en congresos. A lo anterior debe agregarse una muy distinguida carrera docente y varias colaboraciones urbanísticas prácticas. Suman decenas los reconocimientos a su obra y los homenajes a su persona, desde el premio anual de investigación “Francisco de la Maza” en 1991, hasta la instalación de la Cátedra Rafael López Rangel en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en el 2007.
Entre su obra bibliográfica es preciso destacar la siguiente considerando que en ella se advierte, al menos para quien esto escribe, una interesante evolución en su pensamiento: La crisis del racionalismo arquitectónico en México (UNAM, 1972); Arquitectura y subdesarrollo en América Latina (BUAP, 1975); La ciudad en Marx (UAP, 1976); Diseño, sociedad y marxismo (Concepto, 1981); Las ciudades latinoamericanas (UAM-Xochimilco, Plaza Valdés y Plaza Janes, 1989); Las ciudades del encuentro (UAM-Azcapotzalco y Universidad de Castilla, La Mancha (1995); y, La planeación urbana y regional y la sustentabilidad en México (BUAP, 2004). Lo anterior para llegar finalmente a una de sus últimas contribuciones, en la que puede verse quizás la más acabada versión de su paradigma epistemológico: “Hacia una conceptualización del diseño basada en el pensamiento complejo”, artículo extenso que aparece en La complejidad y la participación en la producción de arquitectura y ciudad (UNAM, 2014).
En ocasión de una entrevista, el arquitecto declaró su inicial interés por formarse como historiador y así mismo su posterior decisión por la arquitectura: “fue una decisión que tomé en el proceso de concientización de las problemáticas del país”.[2] La declaración adquiere fuerza y tiene sentido en el desarrollo de esta nota, si consideramos que es justamente en la problematización donde su obra toma forma y adquiere su más profundo significado. El enfoque en el problema como tópico y su lectura desde la teoría del pensamiento complejo, son dos de las más valiosas aportaciones que devienen continuamente de su obra, de la arquitectura de su palabra.
Del hombre a la sociedad a la naturaleza y de vuelta de la naturaleza a la sociedad al hombre, así se construye la obra de López Rangel desde el paradigma del pensamiento complejo. Se ubica sobre todo en las casi ininteligibles ciudades latinoamericanas, con sus polarizaciones económicas, sus alientos desbordados hacia la aventura obligada de la autoconstrucción y sus anárquicas inventivas. Se advierte en ella un primigenio interés por la historia y la sociología, si bien estructurado desde el análisis socioeconómico contextual, no necesariamente enunciado desde la ortodoxia marxista, a la que él mismo criticó y de la cual difícilmente pudieron emanciparse muchos otros de los estudios generados entre los años sesenta y a veces hasta entrados los noventa del siglo pasado. Sin perder de vista la aproximación crítica epistemológica, el apego al estudio de la vida cotidiana, al hecho histórico material, al análisis de las fuentes, al documento y su posible veracidad, su pensamiento humanístico fermenta entre el razonamiento teórico y la reflexión filosófica. Emerge desde la palabra y alienta otros pensamientos que contribuyen a la generación de posibles alternativas de construcción de sociedades urbanas incluyentes, a la confección de paisajes que en su materialidad contengan y expresen la pluralidad del pensamiento de sus creadores.
Siempre o casi siempre desde la palabra y el pensamiento, la obra de López Rangel se construye sobre la base de una visión lejana al idealismo utópico y más bien cercana a la crudeza de la duda razonable. Es capaz de contener y evidenciar lo mismo los resultados de un riguroso proceso metodológico tanto como una narrativa altamente crítica pero accesible, gestos que por momentos lo llevan al encuentro premeditado o casual con las obras de Richard Morse o Roberto Segre.
La sofisticación de las arquitecturas de la palabra puede incluso alcanzar mayores grados de complejidad que la materialización misma de la obra de construcción. Desde la disertación sobre la Educación en arquitectura de Alberto Pérez-Gómez, hasta las poéticas Construcciones desde el imaginario de José María Buendía Julbez, pasando por el trazo de Los nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana de Francisco Bullrich, no pocas veces el discurso se alzó sobre la práctica de la arquitectura, aun cuando en principio se inspirara o se desprendiera de ella, como en su momento se inspiró, desprendió y tomó forma la arquitectura de la palabra de Rafael López Rangel. Ad memoriam.
[1] Una muy detallada muestra de su vida académica y profesional, además de su obra intelectual, puede consultarse en: http://www.rafaellopezrangel.com/
[2] Ver: https://youtu.be/fLIHdL6bIYY