Sobre Antonin Raymond y su paso por México
En México, el arquitecto checo Antonin Raymond es prácticamente desconocido. Raymond visitó Mexico, como lo hicieron otras figuras extranjeras (por [...]
22 mayo, 2015
por Juan Manuel Heredia | Twitter: guk_camello
En su última entrevista concedida –tres meses antes de su muerte– Le Corbusier rememoraba los lugares que había visitado a lo largo de su vida y de cuyas arquitecturas había aprendido cosas importantes. A pesar de afirmar orgulloso que había conocido una gran cantidad de países y ciudades, confesaba –con una mezcla de resignación y esperanza– que le faltaban dos lugares por visitar:
“He viajado a todos los países del mundo excepto a dos ciudades… una de ellas es Pekín… y ¿cuál es la otra?… Pekín y la Ciudad de México… He intentado ir a esos países, me han invitado muchas veces, pero mis aviones nunca han podido aterrizar ahí. Sin embargo sé que tienen una buena opinión de mí.” [1]
En efecto Le Corbusier nunca visitó México, aunque como bien dijo tuvo invitaciones para hacerlo y varios arquitectos mexicanos –no todos, a decir verdad- tenían “muy buena opinión” suya. Uno de los que intentó llevar a Le Corbusier a México fue Teodoro González de León, quien como se sabe trabajó en su taller de 1947 a 1948. De regreso de París, en 1950, González de León se acercó al entonces director de la Escuela Nacional de Arquitectura, Alonso Mariscal, para proponerle que Le Corbusier dictara una conferencia y para lo cual el arquitecto mexicano ya venía preparado con una carta “muy elegante” del maestro mismo en la que exponía su disposición e interés por conocer y “colaborar” en México. La respuesta de Mariscal fue la siguiente: “pero si ya tenemos todos sus libros”. Obviamente la gran indiferencia y falta de visión mostrada por el director de la escuela decepcionó al joven González de León, y la visita jamás se realizó.[2]
A pesar de la admiración hacia su obra y la conocida influencia que ésta ejerció en gente como Juan O’Gorman, Luis Barragán, Augusto H. Álvarez, Juan Sordo Madaleno o Mario Pani,[3] los arquitectos mexicanos en general no tuvieron gran interés por establecer contactos directos con Le Corbusier. En el ensayo en que describe su estancia en París, González de León de hecho lamenta esta falta de interés al considerarla parte de una renuencia generalizada de los arquitectos mexicanos de la época a salir al extranjero para ampliar sus horizontes académicos o profesionales.[4] Este fenómeno encuentra una interesante analogía gráfica en un diagrama elaborado por el investigador de la Universidad de Pensilvania, Mauro F. Guillén. En su libro The Taylorized Beauty of the Mechanical, Guillén ilustra las “redes de aprendizaje (apprenticenship), colaboración y educación” de los arquitectos modernos pioneros de los países en los que la arquitectura moderna se desarrolló de forma más temprana. En dicho diagrama los arquitectos mexicanos aparecen junto a gran cantidad de arquitectos internacionales de gran renombre, pero formando un grupo independiente sin ningún nexo con los demás países.[5] Curiosamente este tipo de aislacionismo ha sido celebrado por la historiografía mexicana más nacionalista.[6]
“Redes de aprendizaje, colaboración y educación en el campo de la arquitectura moderna en diez países” (1989-1940). Imagen tomada de Mauro F. Guillén, The Taylorized Beauty of the Mechanical: Scientific Management and the Rise of Modernist Architecture (Princeton: Princeton University Press, 2006).
A diferencia de los otros grandes países de América Latina (“grandes” en sentido geográfico, claro está) México fue el que parece haber tenido el menor número de aprendices o colaboradores trabajando en el taller de Le Corbusier. Mientras Gonzales de Leon [sic] es el único mexicano que figura en la famosa lista de los que “prestaron su ayuda en el número 35 de la Calle Sèvres”, Chile aparece en esa lista con tres representantes: Roberto Dávila Carson, Emilio Duhart y Guillermo Jullian de la Fuente (este último quien quedó a cargo del taller tras la muerte del maestro). Además es un hecho conocido que los chilenos Roberto Matta y Juan Borchers también trabajaron o dialogaron con él. Colombia es el país que le sigue a Chile en el número de aprendices de Le Corbusier con tres: Reinaldo Valencia, Rogelio Salmona y Germán Samper. Argentina tuvo también presencia a través de Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy, mientras que de Uruguay trabajaron con Le Corbusier, Carlos Gómez Gavazzo y Justino Serralta (quien fuera muy amigo de González de León). La relación con Brasil fue algo distinta ya que las colaboraciones con los arquitectos brasileños (Lucio Costa, Oscar Niemeyer, Carlos Leon y Ernani Vasconcelos) fueron mas ubicuas y tuvieron un carácter más horizontal que jerárquico.
Le Corbusier visitó todos esos países, a excepción de Chile, en donde también existió un intento frustrado por llevarlo, pero de circunstancias muy distintas a las mexicanas. Además en todos esos países Le Corbusier dejó su huella, ya sea en forma de proyectos, de edificios o de planes urbanos: la casa Errázuriz para Zapallar, el Ministerio de Educación en Rio de Janeiro, la casa Curutchet en La Plata y el Plan Piloto de Bogotá. En este contexto el hecho de que Le Corbusier jamás haya visitado México a pesar de su decidido interés de hacerlo, revela un aspecto no muy halagador de la cultura arquitectónica de ese país, independientemente de cualquier argumento nacionalista que lo justifique o celebre. Finalmente, a la lista de colaboradores latinoamericanos de Le Corbusier habría que añadir los nombres del boliviano Primo Castrillo, del peruano Roberto Wakeham y del venezolano Augusto Tobito.
Hasta donde sé el primer contacto directo entre un arquitecto mexicano y Le Corbusier ocurrió en 1931 cuando Luis Barragán asistió a una conferencia suya en París y luego lo visitó en su taller. En esa visita el arquitecto suizo le dio al joven Barragán unas cartas de presentación para que tuviera acceso a la villa Savoye, la villa Stein y el edificio del Ejército de Salvación (al parecer durante esa estancia Barragán también visitó el pent-house del multimillonario y excéntrico “mexicano” Carlos Beistegui).[7] Aunque esa visita explica ya -y en gran medida- la posterior trayectoria de Barragán, su contacto con Le Corbusier parece no haber pasado de un simple acercamiento cordial. González de León por el contrario es el único mexicano del que se sabe con certeza que trabajó y dialogó de cerca con él. A pesar de ello hubo otros cuatro mexicanos que supuestamente también trabajaron con Le Corbusier pero cuya información al respecto es demasiado escasa.
Según la revista Arquitectura y lo Demás, en 1939 el arquitecto mexicano Manuel de Araoz trabajó con Le Corbusier por un breve periodo. De ser así, de Araoz debió haber colaborado en alguno de los pocos proyectos que el taller desarrollaba en aquel año convulso.[8] Más conocida es la información que asegura que en 1947 había otro mexicano, Enrique Castañeda Tamborrel, trabajando con Le Corbusier. Las peculiares formas que llegó a producir este arquitecto, por no mencionar sus disparatadas teorías cientificistas, sin embargo, no parecen representar una herencia muy directa de su maestro. Existe también registro de que en 1948 otros dos mexicanos trabajaron al lado del arquitecto suizo: Vicente Medel, quien posteriormente desarrollaría una reconocida trayectoria como urbanista, y Pedro de la Mora y Palomar, hermano (me imagino) de Enrique de la Mora.[9] Esperemos que algún día se sepa un poco más de estas figuras, y por supuesto de su relación con Le Corbusier. Si bien Le Corbusier nunca visitó México, México al parecer y a final de cuentas sí lo visitó a él, aunque no muy a menudo, y no siempre -o no muy claramente- para su provecho.
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[1] Ver “Le Corbusier’s Last Recorded Interview” en Le Corbusier, The Final Testament of Père Corbu [a translation and interpretation of Mise au point by Ivan Žaknić] (New Haven y Londres: Yale University Press, 1997), 117.
[2] Esta anécdota es producto de una entrevista realizada por el autor a Teodoro González de León en su despacho el 30 de Noviembre de 2012.
[3] Miquel Adrià, “Le Corbusier y la conexión mexicana”, Actas del X Seminario DOCOMOMO Brasil, Curitiba (2013).
[4] Teodoro González de León, “Le Corbusier visto de cerca,” en Massilia: anuario de estudios lecorbusierianos (2006), 60-69. 60.
[5] Mauro F. Guillén, The Taylorized Beauty of the Mechanical: Scientific Management and the Rise of Modernist Architecture (Princeton: Princeton University Press, 2006).
[6] Ver Ramón Vargas Salguero “Acapulco: Antiformalismo, Misoneísmo e Identidad,” en José Rogelio Álvarez Noguera, Acapulco, Arquitectura Frente al Mar (ciudad de México: UNAM – Gobierno del Estado de Guerrero – Universidad Americana de Acapulco, 1933), 152-3.
[7] Ver Louise Noelle, Luis Barragán: Búsqueda y Creatividad (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1996), 29-30, 40, y Antonio Ruiz Barbarín, Luis Barragán frente al Espejo (Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2008), 94-7.
[8] “Arquitectos mexicanos en el extranjero: Manuel de Araoz”, en Arquitectura y lo Demás 5 (1945), 6. De de Araoz se conoce muy poco. Una casa suya diseñada en colaboracíon con Antonio Pastrana se publicó en el mismo 1939 en la revista Arquitectura (posteriormente Arquitectura-México). Ver “Arquitectura en México” en Arquitectura: selección de arquitectura, urbanismo decoración 2 (Abril de 1939), 52-53.
[9] Ver Karen Michels, Der Sinn der Unordnung: Arbeitsformen im Atelier Le Corbusier (Braunschweig/Wiesbaden: Vieweg + Teubner, 1989), 187.
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