Hugo González Jiménez (1957–2021)
Hugo González Jiménez nació en Guadalajara en 1957. Se inscribió en la Escuela de Arquitectura del Iteso hacia 1975 y [...]
26 marzo, 2018
por Juan Palomar Verea
Es uno de los temas más delicados para la buena marcha de la sociedad, en su más amplio conjunto. El suficiente y razonable abasto de agua para la metrópoli, en particular, tiene graves rezagos históricos. Una serie de desafortunadas y enredadas problemáticas han llevado al asunto a límites cada vez más preocupantes. En el fondo, reside una situación de falta de consensos técnicos y políticos que hagan posibles soluciones reales, sustentables.
En el contexto de las autoridades responsables y de los especialistas en el tema, no existe aún el acuerdo esencial que una los esfuerzos para empujar una estrategia común, clara y transmisible, capaz de cimentar con solidez las directrices en este vital aspecto, y de unificar eficazmente el convencimiento general acerca de las políticas y las medidas concretas para enfrentar los retos acuáticos de toda la región.
El caso es que, por estos días, ya se resiente una latente escasez de agua para la ciudad. Más allá de las raíces de la problemática mencionada, relativa a medidas de fondo que garanticen la disponibilidad del líquido para toda la población, parece indispensable, en lo inmediato, acudir a la conciencia y la responsabilidad de toda la ciudadanía. Es necesario, en el sentido estrictamente individual, hacer lo conducente para reducir el consumo de agua. Siempre dentro de los márgenes asequibles y razonables: sin embargo, es mucho lo que se puede hacer al respecto.
Es sabido, por supuesto, que una parte sensible de la población metropolitana sufre cotidianamente de escasez y requiere efectuar gravosas operaciones para disponer de un mínimo abasto. Éste es, precisamente, uno de los rezagos que una política hídrica adecuada debe abocarse con urgencia a atender. Es una histórica injusticia hacia las franjas más desprotegidas de la sociedad y una deuda social que debe ser saldada lo antes posible.
El común denominador de toda esta grave situación es la ineludible responsabilidad frente al tema del agua. Desde los niveles federales hasta las administraciones estatales y municipales. Desde los grandes consumidores hasta los usuarios domésticos. No parece haberse instalado aún, en el seno de toda la sociedad, esa conciencia. Los indicadores globales señalan repetidamente la urgencia por administrar con la mayor eficiencia el recurso en todas las latitudes. Los caudales son limitados, el consumo crece, los fenómenos ambientales incrementan la problemática.
Junto con las grandes medidas oficiales y los acuerdos generales respecto a la administración del agua en cuencas y regiones, en la capital y en todas las poblaciones, en los distritos de riego y en los usos industriales, subyace entonces el urgente requerimiento de que en toda la población se instale definitivamente una conciencia, comunitaria e individual, de la grave responsabilidad en el uso y el aprovechamiento del agua.
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