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Columnas

Las construcciones de Kafka

Las construcciones de Kafka

3 julio, 2017
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy

 

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La soledad de Franz Kafka, además de construirse estéticamente, puede entenderse a través de los espacios que habitó. En Kafka, biografía de David Zane ilustrada por Robert Crumb, se mencionan los guetos judíos de Praga en los que Kafka no terminaba de ser un ciudadano del entonces Imperio Austrohúngaro, y tampoco un judío ortodoxo. En otro registro, en el que compete a su contenida práctica escritural, Kafka fue el único autor de principios del siglo XX que se desentendió de las formalidades que caracterizaron a la prosa de la época. Ninguno de sus textos rebasó las 200 páginas, ninguno quedó enmarcado en el realismo o en la retórica experimentalista que dominaría a la literatura modernista (Joyce, Proust, Woolf). Además, sus temas esbozaron preocupaciones y ansiedades que, podría decirse, quedan más emparentadas con las nuestras, las del pleno siglo XXI: la precariedad laboral, la consolidación de una burocracia jurídica cuyo principal artificio es culpabilizar al individuo y las consecuencias destructivas de la arquitectura y del diseño.

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Por ejemplo, el relato La muralla china narra minuciosamente la construcción de una frontera, construcción espoleada por la paranoia y el autoritarismo de los gobiernos (¿y no suceden bajo esos regímenes, hoy en día, las construcciones de los muros?), además del pensamiento rector de monumentalizar físicamente a un imperio. La historia de Kafka nos dice que aquella construcción operó de la misma manera que las guerras: los hombres, sin plantear cuestionamientos, abandonaron a sus familias para acudir a trabajar en el trazo acumulativo y enajenante de la muralla. Se continuaba construyendo hasta el infinito, y entre las filas de los involucrados se encontraban menores de edad y mayores que no sobrevivieron a las jornadas continuas de trabajo. Conforme avanzaba la muralla, se sepultaban a sus “creadores”. La muralla como herramienta arquitectónica e ideológica es el instrumento de exterminio de una población.

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En How to kill people: a problem of desing, Hito Steyerl desarrolla ideas sobre cómo la tecnología y el diseño han sido desarrollados paralelamente al mejoramiento de máquinas bélicas. La autora escribe que “la destrucción ‘creativa’, acelerada por la automatización y el control cibernético, está íntimamente relacionada con la fragmentación política y con el capitalismo”. Steyerl plantea un problema: el diseño de tecnología tiene propósitos ideológicos, así como lo fue la muralla china de Kafka y como lo es la máquina de tatuajes descrita en el texto En la colonia penitenciaria. Esta narración nos sitúa en una cárcel a la que es invitado un dignatario para que presencie el funcionamiento de un instrumento sofisticadísimo de castigo jurídico. La máquina en cuestión encierra a los condenados en un complejo sistema de espejos a través del que pueden mirar cómo el engranaje de la herramienta tatúa en sus pechos el crimen que cometieron. El diseño, y un ejercicio intelectual desmesurado, se pone al servicio de un instrumento que maximiza la estructura de las prisiones (los mejores ejemplos que planteó Foucault sobre la arquitectura de las cárceles estuvieron inspirados en Kafka). Si los condenados logran salir de las paredes carcelarias, aún así seguirás manteniendo en tu cuerpo una extensión instrumental de la cárcel. En la colonia penitenciaria deja a un lado la anécdota narrativa para privilegiar una descripción minuciosa sobre el funcionamiento de la máquina. Aún así, un instrumento al que se le buscó retratar fielmente no es el todo nítido en la imaginación del lector. Se trata de un diseño así de complejo, una expresión tecnocrática del castigo y destrucción de los individuos.

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Se sabe que Kafka leyó en voz alta En la colonia penitenciaria y que provocó la repulsión de su audiencia. Esta reflexión en torno al diseño se publicó a finales de la Primera Guerra Mundial, después de que se hubieran presenciado sus consecuencias tecnológicas como el incremento de la velocidad para destruir ciudades y para producir muertes. Desde ese entonces, los dispositivos arquitectónicos y tecnológicos de vigilancia y de castigo (edificios inteligentes, servicios de entrega a través de drones, cámaras que no sólo capturan imágenes sino también identidades) se dirigen hacia las sofisticaciones trazadas por Kafka.

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