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7 mayo, 2018
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
El despacho mexicano LANZA Atelier, formado por los arquitectos Alessandro Arienzo e Isabel Martínez Abascal, fue seleccionado recientemente por el SFMOMA como parte de su programa New Work, que revisa el trabajo de jóvenes artistas –y arquitectos– con ideas y visiones innovadoras, abriendo su espacio a nuevas propuestas. En el caso de LANZA, la exposición –abierta desde el pasado 31 de marzo, y visitable hasta el próximo 29 de julio– reúne tres de sus proyectos: la Mesa Nómada –más información aquí–; Shared Structures, donde se revisitan diversos edificios de vivienda del siglo pasado en la Ciudad de México para presentar una historia gráfica sobre la rápida densificación urbana que sufrió la capital, y S/N, una investigación realizada por Alessandro Arienzo para la Beca Jóvenes Creadores de FONCA que busca repensar la amplia infraestructura obsoleta que ofrece la ciudad para construir, desde ella, una alternativa al espacio público.
Conversamos con ellos sobre este último proyecto:
Pedro Hernández: S/N nace atendiendo a una infraestructura actualmente obsoleta, ¿qué es exactamente esta infraestructura y cuáles son los motivos por los que parecen haber llegado a esa condición?
Alessandro Arienzo: La red de módulos de seguridad del Distrito Federal, fue construida por la Secretaria de Seguridad Pública en los años 80 como centros de vigilancia desde los cuales los ciudadanos pudiesen llamar a los bomberos o contactar a la policía. Hoy en día el propósito original ha quedado completamente obsoleto ya que la Ciudad de México cuenta con un avanzado sistema de vigilancia a través de cámaras llamado C4, además de que la mayor parte de la población tiene acceso a un teléfono celular que puede usar ante cualquier emergencia.
Cada delegación tuvo originalmente una tipología para diferenciar y dar identidad a las mismas. Estas tipologías tienen dos niveles, y su área promedio es de 16 metros cuadrados por nivel. Estas arquitecturas no están sembradas dentro del lineamiento urbano, es decir que se encuentran en espacios urbanos residuales como camellones y parques.
Hoy en día los módulos se llaman “Módulos de Seguridad y Participación Ciudadana” con la intención de dejar de ser sólo centros de vigilancia barrial y convertirse en centros donde la gente pueda acercarse a inscribirse a un taller o poner una queja. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de estos módulos son herméticos y cerrados, y esta condición no propicia la participación ciudadana.
PH: ¿Cuál es el potencial de su recuperación y transformación para la ciudad?
AA: El potencial de estas construcciones es enorme. En primer lugar, los módulos en su totalidad suman un área de alrededor de 7000m2 de infraestructura construida y subutilizada dentro de la Ciudad de México, esto sin contar el terreno residual a su alrededor, el cual no se integra como tejido del módulo. Todos los módulos juntos podrían funcionar como un sistema de infraestructura urbana para los ciudadanos, no simplemente para la policía. Partiendo de la idea de que la seguridad se logra gracias a la participación ciudadana, el potencial de que existan diferentes programas interconectados puede llegar a ser un experimento exitoso. La distancia entre módulos es de entre 1 y 2 kilómetros. Esto permite crear una red urbana que cuente con bibliotecas, jardines elevados, centro de acopio, centros de compostaje urbano, tanques de agua de emergencia, gimnasios, juegos infantiles, foros públicos. Estos módulos igualmente podrían proporcionar WiFi a los habitantes de la ciudad.
PH: El proyecto, podría decirse, es un proyecto no solicitado, en la medida que no hay un cliente. Como arquitectos, ¿cómo creen que puede la arquitectura ir más allá de la noción de encargo y establecerse como una disciplina activa en la discusión crítica de la ciudad?
AA: La arquitectura no requiere necesariamente de un cliente, responde a una situación y tiene un propósito en un lugar concreto. A través de maquetas, fotos y planos se pueden representar las ideas y lograr mostrar las diferentes maneras posibles de habitar una ciudad o una casa. La arquitectura para ser arquitectura no tiene que estar construida. Puede vivir dentro de collages como en el ATLAS de Alberto Kalach (sobre la relación del agua y el paisaje en el entorno urbano) o en maquetas que evidencien la espacialidad, escala, material de la idea. Hoy en día es importante como arquitectos estar despiertos y saber ver y entender el potencial de lo que ya existe, de lo que ya está construido y analizar cuál sería la manera más adecuada de aprovecharlo. Para que la arquitectura logre establecerse como una disciplina activa en la discusión crítica de la ciudad es necesario dejar de pensar que la arquitectura debe ser sólo para clientes privados, es fundamental entender que está al servicio de un propósito común. Ser activo en el proponer, hacer ver y cuestionar de manera profesional lo que constantemente sucede en la ciudad para entender y localizar dónde con arquitectura se puede ayudar a mejorar nuestro día a día.
PH: Por otra parte, ¿cuál es la importancia de atender a los espacios residuales de la ciudad y de establecer una mirada activa sobre las posibilidades del diseño?
AA: Hoy en día las grandes ciudades están muy saturadas. Casi no hay terrenos vacíos. Hay que voltear la mirada a las oportunidades y contextos actuales. Tener la habilidad de entender por ejemplo que una antigua infraestructura abandonada podría funcionar como espacio público y ofrecer una relación con la ciudad y el peatón diferente y propositiva. Los espacios residuales de la ciudad se tienen que entender como los nuevos vínculos de la arquitectura con el tejido urbano existente. La arquitectura puede tener una presencia activa motivando que los lugares crezcan y mejoren aceptando las capas de la historia y usándolas a su favor.
PH: Desde el punto de vista de las estrategias arquitectónicas, ¿qué puede hacer el diseño por incorporarlos para la ciudad y la ciudadanía? ¿Cuáles son las operaciones que se proponen para poder recuperarlos como espacios sociales? Habláis de que el proyecto debe garantizar la apropiación ciudadana: ¿cómo se hace –desde el diseño– esto?
AA: La primera premisa es abrirlos. Eliminar los muros en planta baja que obstaculizan la mirada y la circulación. Dejar la escalera visible para acentuar la posibilidad de acceso. El nivel superior debe ser igualmente un espacio abierto que alberga el programa arquitectónico propuesto. Ya sean libreros con bancas o un tobogán.
Esta propuesta trata las construcciones existentes de manera muy lúdica. Pareciera casi arquitectura para niños, pero es una invitación a que los adultos también se apropien de estos espacios de manera distendida. Simbólicamente, representa un fuerte cambio que una construcción dedicada a la vigilancia y al control se abra para la gente, para que se sientan seguros activándola.
PH: Hace unas semanas hablaba con un arquitecto sobre la idea del reúso de la arquitectura. Él apuntaba que “la gran arquitectura, la de espacios generosos, permanece incluso más allá de que el uso se transforme”. S/N apunta a una arquitectura de poca importancia disciplinar –son espacios pequeños, ubicados en lugares desatendidos y actualmente inaccesibles. Sin embargo, la propuesta lanza una mirada positiva y propositiva hacia dicha arquitectura. ¿Creen que las posibilidades del reciclaje pueden actuar también sobre edificios y espacios de estas otras cualidades?
AA: Sí, las construcciones existentes forman parte, en su mayoría, de una red de relaciones de la gente con su ciudad. Tirar y levantar algo nuevo hace que este proceso, esta sinergia ya construida, tenga que recomenzar desde cero. Reciclar construcciones conserva esa relación y propicia una continuidad de la memoria de la ciudad. A pesar de que las estructuras de S/N sean diferentes y de pequeña escala, otorgan una flexibilidad muy amplia para albergar diferentes programas arquitectónicos. Todas juntas construyen un imaginario colectivo de pertenencia.
PH: Atendiendo a lo anterior, se podría –o debería– pensar que el diseño, especialmente en aquellos edificios destinados al uso público, debiera favorecer estas cualidades de transformación. ¿Cómo sería una arquitectura así? ¿Qué características espaciales o materiales debería tener?
AA: Debería de ser una arquitectura abierta, accesible y honesta.
Pensar en una arquitectura infinita, diseñada para tener la capacidad de modificarse en el tiempo. Prestar más atención a la posibilidad que puede otorgar una estructura en vez de que un programa condicione su uso a cierto momento.
PH: Por último, este proyecto nace en el contexto de la beca FONCA de Jóvenes Creadores. Más allá de este tipo de circunstancias, ¿piensan que existen espacios en México donde poder realizar trabajos reflexivos, que propongan nuevas circunstancias y preguntas para la arquitectura e investiguen?
AA: La labor del FONCA es muy importante no sólo para la disciplina arquitectónica sino para muchas otras. Por otro lado, a través de becas de investigación y creación públicas o privadas y a través de concursos públicos se logran abrir debates en torno a la arquitectura. Todavía son muy pocos y debemos trabajar porque siga ampliándose el rango de oportunidades de dedicar tiempo a la reflexión.
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