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Columnas

La Rúa, el camino hacia la reconciliación

La Rúa, el camino hacia la reconciliación

12 septiembre, 2023
por Jesús Tovar

Hay una frecuente búsqueda de la nostalgia en el campo de la arquitectura. Amamos lo tradicional, lo viejo, lo antiguo. La Rúa representa ese amor por la historia. Definida como la calle de un pueblo o un camino carretero, La Rúa no sólo representa la evocación de los tiempos idos sino también la reconciliación con nuestro entorno y el desierto lagunero.

Podríamos imaginar el tránsito de carros o carruajes en tiempos remotos y a través de una vía importante, pero aquí este concepto fue traído al siglo XXI. Aunque todo proyecto inmobiliario de este tipo parte de un estudio de mercado, este conjunto arquitectónico es también resultado de un breve gesto, un guiño lleno de sensibilidad realizado por Mario Talamás Murra, uno de los arquitectos más importantes de la Laguna.

En un terreno casi rectangular y con una proporción muy próxima al 1:4, su lado corto está conectado a la ciudad de Torreón por la Calzada María Montessori. En la cabecera del terreno se ha proyectado un edificio que sirve como escudo-fachada del fraccionamiento y que se encuentra rodeado por vegetación del desierto y que de manera gradual cambia a verde hacia el interior. A través de toda su longitud corta hay un vado simbólico de río hecho de piedra bola que atraviesa y pasa por un lado del monumento de los cinco obeliscos que representan la familia dueña del proyecto. La flora del desierto fue seleccionada detenidamente por el arquitecto por sus cualidades estéticas y en el muro poniente del gran edificio las palmeras de diferentes alturas proyectan sus sombras de forma conmovedora y bella a ciertas horas del día. Los materiales que fueron elegidos y están presentes son el concreto aparente, el acero utilizado de forma mesurada, los yesos con colores neutros, la madera en viguería, la piedra natural en muros, entre otros.

Todos los espacios de este edificio nos recuerdan la gran virtud que buscaba el maestro tapatío por excelencia, Ignacio Díaz Morales, la amplitud en la arquitectura es lo más valioso de la obra. En su interior hay una serie espacios donde se realizan diferentes actividades entre las que destacan: un área de cubículos para venta, salas de espera, sanitarios, un comedor para empleados, un salón de usos múltiples, un área de servicios y de almacenes. En su planta alta se encuentra un gimnasio conectado con la salida hacia un andador-rampa para peatones y bicicletas que te lleva a un parque lineal. Además, y anexos a este edificio, se encuentran dos canchas de pádel y una de fútbol infantil con césped natural; un área ajardinada multiusos; un salón de eventos con una terraza que cuenta con asador y cocina; un área de juegos infantiles hundida; y un poco más allá se encuentran los lotes en sus tres etapas con áreas que van de los 300 a los 900 m2 cada uno para albergar sus futuras viviendas residenciales. Todos estos espacios buscan ser versátiles y multifuncionales en lo posible siendo además accesibles a personas con capacidades diferentes.

Los espacios servidores más importantes del proyecto son sus limpias vialidades vehiculares en forma de T que conectan todas las etapas del conjunto. El fraccionamiento cuenta actualmente con tres etapas proyectadas, las cuales cuentan con amplias plazas ajardinadas, instalaciones ocultas y seguros controles de acceso. El proyecto rechaza parcialmente todo material industrial en pos de una viva presencia de lo natural. Es un proyecto realmente humano y armónico. El edificio principal está conectado con una vialidad que vuela y está apoyada en columnas metálicas inclinadas en forma de V que fueron pintadas de color blanco para mantener una apariencia ligera. Este paseo enmarca de paso el acceso al fraccionamiento y funciona como una gran terraza exterior para disfrutar de una vista panorámica del paisaje circundante. Este parque lineal fue diseñado con un refinado paisajismo y contiene a lo largo de su recorrido una serie de mensajes positivos y motivantes, escritos en su pavimiento con letras manuscritas, para el ciclista o el peatón. Además, en él está colocada de manera estratégica una serie de estancias exteriores para la contemplación, el descanso o el simple disfrute del paso del tiempo.

El diseño orgánico y sinuoso de este parque es un paseo divertido y muy agradable que cuenta con una privacidad generada gracias a una serie de altos gaviones que contienen piedras de colores (en las cuales predomina la piedra azul tradicional de nuestra región, por cierto) junto con piedras rojas y amarillas que conforman nuestra orografía de forma abstracta. Estos gaviones nos recuerdan el trabajo de los maestros Juan O’Gorman o Peter Zumthor en México y Suiza, respectivamente. En una parte del perímetro, y para dejar más abiertos los espacios, Talamás diseñó un enrejado con perfiles sinuosos que dialogan a la perfección con sus gaviones. Recordemos además que el arquitecto tiene una gran preferencia y gusto por los espacios exteriores que se pueden vivir con plenitud. Además de cumplir con su función de albergar la vida de muchas personas, este proyecto te invita a gozar de la vida, a recorrer y admirar la naturaleza del sitio, a disfrutar de la tranquilidad al caminar o hacer ejercicio, a disfrutar de un atardecer o de la presencia de un plenilunio en una noche fresca. Con la presencia aproximada de un 70% de vegetación verde y 30% de vegetación desértica, este proyecto también posee lo mejor de ambos mundos, lo verde y lo seco. Este fraccionamiento es un poema escrito con rocas, palmeras, flores y espinos, tiene un alma transparente y zen.

El adoquín en sus principales vialidades sustituyó al concreto que siempre deshumaniza. Esta composición de adoquines de colores nos recuerda los patrones de Oscar Niemeyer, o de Roberto Burle Marx en Copacabana, o los diseños escultóricos ondulantes de mi querido colega tapatío Fernando González Gortázar. Estos reflejan la alegría de vivir o pueden representar a las mujeres que se muestran elegantes y con sus mejores vestidos. Aquí no hay cordonería tradicional, hay una continuidad de superficies que hace que las áreas exteriores se sientan más amplias de lo que son en realidad, otro truco del arquitecto que vale la pena mencionar. Formado en el ITESO, pero con muchos años practicando la buena arquitectura en Torreón, Mario Talamás sigue creando obras arquitectónicas significativas para nuestra región. Sin duda, y como se lo dije personalmente, Mario tiene mirada tapatía y un corazón muy lagunero.

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