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¡Felices fiestas!
14 junio, 2016
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
La práctica de Herzog & de Meuron comenzó hace casi 40 años. Sus primeras propuestas, proyectos de pequeña escala realizados para clientes locales, son ejercicios que se alejan de los excesos formales y abren camino a una investigación material basada en la presencia sistemas industriales, con un destacado uso de texturas, filtros y transparencias que logran determinados efectos espaciales. Una arquitectura que, pese a su aparente contención, era consciente de su presencia en el lugar, creando vínculos que le permitían no sólo participar del contexto sino también responder y reconfigurarlo. Si bien es cierto que el paso de los años y el crecimiento del estudio —que cuenta ahora con cientos de trabajadores— dan lugar a mayor experimentación formal, apoyada en grandes presupuestos y clientes más ansiosos en la búsqueda de un gran edificio icónico —donde proyectos como el Nido de Pájaro de Beijing o la Filarmónica de Elba en Hamburgo representan ese nuevo carácter global de su arquitectura— HydM representan, aún hoy, un tipo de estudio que sigue experimentando en torno a las cualidades materiales de su arquitectura, con una detallada investigación técnica que genera una variable cantidad de soluciones con fuertes cargas conceptuales.
Su proyecto para la fábrica Ricola (1983), por ejemplo, estaba limitado a la realización de la fachada pero se vincula con la historia del lugar —una cantera de extracción de piedra— al tiempo que alude a aspectos tan poco mesurables como la gravedad. Finalizada con paneles ligeros, la disposición de estos en franjas horizontales remite a la antigua cantera y sirve como referencia a las fuerzas de compresión de la piedra. “Mediante materiales reales, lenguaje constructivo y composición tectónica, se establecen unos paralelismos que crean vínculos, conexiones y asociaciones a la historia del lugar, su actividad actual y a su materia casi banal” (1). Así, una de las claves de la arquitectura de H&dM es la utilización de materiales cotidianos —banales— para expresar valores programáticos y culturales. Una exploración que le valió un rápido interés por parte de la disciplina.
El reconocimiento por parte del gran público le llegaría décadas después. En 1994 ganaron el concurso para la construcción de la nueva sede de Tate Gallery, imponiéndose a Rem Koolhaas David Chipperfield, Renzo Piano, Tadao Ando y Rafael Moneo. El reto era renovar una antigua fábrica en la ribera del río Támesis —la Bankside Power Station, diseñada por Giles Gilbert Scott en los años 40 del siglo pasado y cerrada desde 1981— y construir el gran centro de arte contemporáneo de la ciudad. Ubicada frente a la Catedral de San Pablo, la Tate Modern no se completó hasta el año 2000 pero en poco tiempo se transformó en uno de los pilares culturales de la urbe londinense, reintegrándose con ésta gracias al puente peatonal diseñado por Norman Foster.
El jurado de aquel concurso valoró la simplicidad de la propuesta presentada por los suizos en la que la antigua sala de turbinas se convirtió en un gran espacio público: una plaza, un lugar de encuentro y una extensión de la calle al interior, que facilita los distintos accesos y se establece como corazón de la propuesta. Lugar donde se ubican desde hace años las Unilever Series —actualmente conocidas como Hyundai Commission— es el espacio más reconocible y el mayor éxito de la institución. Un espacio que ha demostrado su capacidad excedente, sus posibilidades de reconfiguración, apropiación y ocupación que una misma arquitectura puede tener el en tiempo. Junto a este espacio, Herzog & de Meuron ubicaron galerías de diferentes tamaños y variables en altura. Una propuesta arquitectónica, acompañada de un rico programa cultural, que sirvió para colocar al museo como uno de los centros de arte contemporáneo más importantes del mundo con más de cuatro millones de visitantes al año de media.
Ante tal éxito, pronto la dirección del Grupo Tate, con su presidente Nicholas Serota al frente, se vio en la necesidad de ampliar el espacio dedicado a la exposición. Primero con la incorporación de los depósitos de combustible subterráneos, después con el diseño y construcción de un nuevo volumen —obra de los propios Herzog & de Meuron— que busca potenciar su imagen sobre la ciudad. Concebido originalmente como un conjunto de cajas acristaladas apiladas en forma de pirámide y adosadas al edificio existente, este diseño cambió su fachada por una celosía de ladrillo a fin de favorecer la relación con la piel de la antigua fábrica, construyendo un cuerpo en forma de pirámide que rota sobre sí misma; con perforaciones alargadas que fortalecen su carácter objetual. Se trata de una construcción sólida, monumental, potente y con carácter, cuya forma, posición y dimensión intentan responder a los nuevos rascacielos de cristal y demás desarrollos inmobiliarios que pueblan, atraídos por su notable éxito, las inmediaciones de la institución.
Esta ampliación corrige la falta de espacio que presentaba el primer proyecto, añadiendo un 60% más de superficie al museo, con galerías de diversos tamaños y diferentes condiciones lumínicas, que dan nuevas posibilidades de exhibición. Una intervención que será puesta a prueba a partir del próximo viernes, cuando abra sus puertas pero que ya incluso antes, y como apunta Deyan Sudjic en El País, es una “reafirmación llena de optimismo sobre las posibilidades de la arquitectura”.
Una foto publicada por Luke Hayes (@lukehayesphotography) el
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(1) WANG, Wilfred. Herzog y de Meuron. Editorial Gustavo Gili (pág. 11)
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