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La Pantera de París

La Pantera de París

27 abril, 2023
por Liana Vázquez

Jeanne Toussaint se paseaba por París con un abrigo de piel de pantera y ocultaba su miedo detrás de la risa, como hacen casi todas las mujeres valientes. Quería ser dueña del mundo, pero nació en uno dominado por hombres. Hombres temerosos de su fuerza y su temperamento. Panpan, como la llamaba Pierre de Quisonas, el primero de sus amantes, fue siempre una mujer disruptiva; que traicionada por su familia, se construyó a sí misma. Louis Cartier quiso casarse con ella, pero las reglas sociales, escritas por los hombres temerosos, no lo permitieron y todo quedó en un romance arrollador y una amistad que duraría hasta la muerte de él en 1942. Ella, su eterna confidente, lo sobrevivió por más de treinta años. Murió en 1976, apenas seis años después de su retiro definitivo de la Maison joyera que había sido su corazón.

No existen demasiados libros sobre la vida de Madame Toussaint, aunque su influencia en la joyería moderna merecería enciclopedias enteras. Dirigió creativamente la Maison desde 1933. Ese año Louis Cartier le dio la mayor muestra de confianza posible: le entregó el control creativo absoluto de la casa situada en La Rue de la Paix 13 en Paris. Pero no fue esto un premio de consolación, ni signo de un aburrido nepotismo. Nadie conocía a Jeanne mejor que Louis y él sabía que bajo su mirada entrarían de lleno en la Modernidad. No se equivocó. La mujer transformó la identidad de la casa joyera. Colores, volúmenes, diseños atrevidos, tintes políticos; todos pasaron a formar parte de un lenguaje que sería identitario en la época. Un lenguaje pensado para la mujer moderna. Un leguaje pensado para la mujer ferozmente independiente.

No es casual que a esta mujer esté dedicado uno de los núcleos temáticos de la exposición El diseño de Cartier: un legado vivo que se encuentra en el Museo Jumex en la Ciudad de México. La exposición, curada por Ana Elena Mallet y con museografía de Frida Escobedo, busca ilustrar el recorrido histórico de la Casa Cartier a través de algunos de sus diseños más icónicos; casi todos fruto del imaginario de Madame Toussaint. Y es que Jeanne no fue una simple diseñadora de joyas, Jeanne fue todo lo que le faltaba a Cartier.

Desde la penumbra de la sala los ojos recorren las piezas que se llenan de luz. Un collar enorme de citrinas de diversos tamaños. Volumétrico. Casi arquitectónico. Hermosísimo. Una pulsera colorida de diseño tutti frutti. Poderosamente barroca en su visualidad. Lujosa. Igual a la que se subastó por más de siete millones de dólares hace algunos años. Broches articulados donde las piedras son las manchas de los felinos. Neceseres con cierres de lapidázuli. Ya no hay líneas simples para Cartier. Madame Toussaint prefiere la pesadez de los diseños. Romper con la delicadeza pero sé que ha identificado al Cartier fundacional. Su visión es innovadora. Las piezas trasladan a quien las porta a una modernidad de la que no se puede ya escapar. El mundo ha cambiado. Las mujeres ahora son dueñas de su destino. O al menos eso dicen sus joyas.

Wallis Simpson era un mujer divorciada que se casó en segundas nupcias con el Rey Eduardo VIII, que abdicó por amor a ella. Wallis no era una mujer común. Y tampoco era fácil de complacer. En eso se parecía a Jeanne Toussaint. El flamenco de Bahamas, un broche, quizás uno de los diseños más impresionantes de la época, fue un encargo de Wallis que diseñó Jeanne. Diamantes, esmeraldas, zafiros y rubíes, la pieza pasa a ser unas de las favoritas de su dueña, y también de su diseñadora. La curadora de la muestra del Jumex la ha colocado en la punta de una pirámide conformada por otras piezas semejantes y distintas, como el lenguaje de Cartier.

Hay una pieza pequeñísima en la exposición. Un pajarito tricolor listo para volar. Sola en una vitrina, es quizás la pieza que más claramente habla de Madame Toussaint. De quién fue esta mujer que rompió cánones desde una mesa de diseño en un Estudio en París. Durante la Segunda Guerra Mundial, con la ciudad tomada por lo nazis, Jeanne diseñó varios broches con temática de aves. Las aves que remedan inevitablemente a la libertad. Aves pequeñas, coloridas, presas en jaulas doradas. Pero la temática es considerada provocativa y la Gestapo se lleva a la joyera, la interroga, le pregunta por sus aves. Ella, tajantemente, niega el evidente tinte político. Y ellos parecen creerle. La liberan. Son tiempos difíciles. La pesadez que siente no la deja crear. Cuando los nazis abandonan la ciudad, Jeanne diseña otro pájaro y su jaula, pero esta jaula tiene la puerta abierta y este pájaro expande las alas para echarse a volar. La libertad ha encontrado su camino.

El recorrido en el Jumex termina con la relación de la Maison Cartier con otra mujer. Una que andaba por las calles de Paris con un cocodrilo en sus brazos para que le hicieran un collar, único y feroz, como ella misma. No sé si ella y Jeanne se conocieron, probablemente sí. Quizás compartieron alguna charla sobre piedras preciosas o animales exóticos. Quizás se odiaron como se odian a veces las mujeres divinas. O quizás se amaron. El caso es que esas vitrinas almacenan panteras, serpientes, cocodrilos que son también cinturones, pulseras, collares articulados y pendientes. Son piezas dramáticas, fuertes, sinuosas, complejas de ver en su totalidad. Son fragmentos de la historia de María Félix, la mujer valiente que se compraba sus propios diamantes. Como Jeanne Toussaint, que adornaba sus manos con piedras invaluables como señal inequívoca de empoderamiento.

Yo creo que El diseño de Cartier: un legado vivo, más que de joyas, que también, habla del legado de mujeres valientes. Una reina que no fue. Una heredera que buscaba amor en los diamantes. Una actriz que escondía sus miedos tras una serpiente articulada. Y una mujer de dudosa reputación, que llegó a ser joyera de reyes. La muestra sirve de testigo de como en el siglo XX las mujeres eran capaces, lo fueron siempre, de ser. Sin asombro, sin miedos. Jeanne Toussaint se paseaba por París con un abrigo de piel de pantera. Era su animal favorito y las había visto en su hábitat natural en un safari en Kenya. Quería ser dueña del mundo.

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