Casa manifiesto
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¡Felices fiestas!
20 febrero, 2013
por Juan José Kochen | Twitter: kochenjj
Si geometrías y simbolismos; racionalismo estructural y expresividad arquitectónica; y voluntad y desafío; son palabras para definir la obra de Louis Isadore Kahn (20 de febrero de 1901 – 17 de marzo de 1974), su discurso es aún más valioso. Sí, hay que destacar su calidad vectorial –definida por Michael Bell en Las dos carreras de Louis I. Kahn– en obras como el Salk Institute, la galería de arte de Yale, la City Tower, el cicloide del Museo de Arte de Kimbell o el National Asembly Building de Dhaka, pero más aún, su capacidad para pensar, transmitir e inferir arquitecturas desde un fundamento teorizado. Sus Conversaciones con estudiantes y conferencias en las universidades de Pensilvania, Princeton y Rice –“Arquitectura: la luz blanca y la sombra negra”, “Arquitectura: las instituciones del hombre”, “Arquitectura: lo increíble” y “El diseño conduce a una forma de presencia” son sólo una muestra narrativa sobre sus intereses para entender y aprehender el aprendizaje de la arquitectura moderna. Su ensayo,“Monumentalidad”, publicado en New Architecture and City Planning. A Symposium (1944) ya mostraba esa construcción reflexiva de los espacios desde su materialidad exponencial.
“Los ‘espacios maestros’ de Kahn, con sus pisos ininterrumpidos, sus formas no direccionales y sus columnas perimetrales, parecen estar relacionados muy de cerca con los ‘espacios genéricos’ de Mies, que tienen soportes perimetrales similares y ningún muro interior estructural. Pero más allá de eso “Dios está en los detalles”, tanto en el concreto, ladrillo y vidrio de Kahn como en el acero y vidrio de Mies”, escribe Denise Scotte Brown, esposa de Robert Venturi, quien fuera el colega más joven de Kahn y posteriormente su propia Complejidad y contradicción por ‘distorsión de autorías’, lo cual los distanció por completo, a pesar de su monumentalidad enigmática. Y sí, los detalles de Kahn son tan exquisitos como los de Carlo Scarpa, más que los de Mies.
Este año, desde febrero hasta el 11 de agosto, “Louis Kahn. The Power of Architecture” se exhibe en el Vitra Design Museum de Weil am Rhein. Dibujos, maquetas, bitácoras de viaje, fotografías y películas; además de planos urbanos, proyectos de vivienda social hasta el Salk Institute, las torres de Filadelfia y el Roosevelt Memorial se muestran como parte del discurso curatorial, además del documental ‘My Architect’ de Nathaniel Kahn; una apuesta audiovisual que se complementa con entrevistas a Frank Gehry, Renzo Piano, Peter Zumthor y Sou Fujimoto, quienes redescubren la obra del arquitecto nacido en Estonia. Así que a 112 años de su nacimiento, sí su arquitectura, pero desde el entendimiento de las ideas que lo acompañaron, detrás de sus clases y pizarrones dibujados. Estos fragmentos que cohesionan su discurso sitúan las dos cualidades de la palabra, identificadas por Kahn, la mensurable, de uso cotidiano; y la maravilla de su propia existencia, que es inconmesurable.
Hay arquitecturas sin explorar en la ciudad… la arquitectura del orden está sin explorar.
Sólo existe la obra de arquitectura. La arquitectura existe en la mente. Hay arquitectura, y es la materialización de lo inconmesurable.
La monumentalidad es enigmática. No puede crearse intencionalmente. No son necesarios ni el material más exquisito ni la tecnología más avanzada.
La arquitectura es la construcción reflexiva de espacios.
Pronto llegaremos a una ciudad sin arquitectura, y no será ya una ciudad.
Si pudiera pensar a qué dedicarme, distinto de la arquitectura, escribiría un nuevo cuento de hadas, porque del cuento de hadas surgieron los aviones, y las locomotoras, y esos maravillosos instrumentos: nuestras mentes… todo surgió del maravillamiento.
La naturaleza no escoge… simplemente desenmaraña sus leyes, y todo se diseña por la interacción de circunstancias en las que el hombre decide. El arte implica una elección, y todo lo que el hombre hace pertenece al arte.
Una de las grandes ausencias en la arquitectura actual es que las instituciones no se definen, que se dan por hechas, tal y como aparecen en los problemas, y se convierten así en edificios.
Un edificio es un mundo dentro de otro mundo. Los edificios que personifican lugares de culto, u hogares, u otras instituciones del hombre, deben ser fieles a su naturaleza.
El arquitecto debe comprender su prerrogativa. Pero los arquitectos deben aprender que tienen otros derechos… sus propios derechos.
Cuando un hombre empieza a proyectar algo para el futuro, puede convertirse en un pedazo de historia bastante cómico, porque sólo podrá ser algo que se pueda hacer ahora. Pero, en realidad, algunos hombres ya son capaces hoy de fabricar una imagen. Una imagen sí es posible, y no tiene por qué ser una predicción de lo que las cosas serán mañana. No se puede predecir el mañana, porque el mañana depende la circunstancia, y la circunstancia es a la vez impredecible y continua.
© Vitra Design Museum
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