Azcapotzalco: las petroleras y un encuentro con el destino
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2 mayo, 2024
por Carlos Will | twitter: @_tlatelolco | instagram : @carloswill_
Hace poco me encontré con une amigue artista que vive, desde hace un año, en el departamento que fuera de su abuela en la primera sección del Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos, en Nonoalco Tlatelolco. En torno a este espacio, elle ha desarrollado un interesantísimo proyecto performativo, relacionado con la memoria que guardan ciertos objetos que halló dentro de este lugar, abandonado durante 20 años, y que, por fin, puede habitar hoy.
El departamento de Consuelo, es uno de los más de 2 mil departamentos que comparte una misma distribución en los 35 edificios de modelo A, el modelo más abundante en Tlatelolco. La mayor sorpresa para mí, durante mi visita, fue entrar a un departamento con la misma y exacta distribución (bastante mala, por cierto) del último departamento que habité en esta unidad. Fue inevitable comenzar a recordar situaciones ocurridas durante mi estancia, en rincones distintos, no precisamente agradables en su mayoría, debo confesar.
Una escultura que se quebró junto a la mesa; una bola de cabellos largos y polvo detrás de una puerta; un fregadero lleno de hielos y cervezas en la cocina; los gritos de las vecinas en una de sus habituales peleas matutinas, que en esta ocasión se salió de control; y los olores terribles que salían de su cocina (sobre los que bromeaba constantemente diciendo que cocinaban carne humana), mezclados con la persistente creolina que rociaban, se supone, para evitar que los perros de algunos vecinos hicieran sus necesidades en las escaleras, aunque sin mucho éxito. Todas estas cosas ocurrieron dentro de otro edificio, incluso en otra sección de la unidad, dividida en tres por las grandes avenida y, sin embargo, los recuerdos volvieron, desatados por una configuración específica de muros. ¿Será que las memorias, visuales, auditivas y olfativas pueden quedar contenidas por una configuración arquitectónica particular? Pienso que sí. O quizá las contiene el cuerpo, pero las desata la arquitectura.
Como lo he mencionado en otro artículo, mi padre vivió también en un edificio tipo A durante su juventud. Cuando yo viví en el edificio 14 del ISSTE, me visitó una sola vez, pero su reacción fue memorable al cruzar el umbral de la puerta principal: su semblante cambió, revelando sensaciones encontradas. Subió, no sin cierta dificultad, los peraltes bajitos de las típicas escaleras metálicas y de concreto, recordando y mencionando cómo a sus 21 años las subía corriendo de dos en dos cuando volvía de comprar alguna cosa en la tienda. Ahora tiene 70, y todo es distinto. O la ocasión en que, con unas copas de más, lo dejaron fuera del departamento que habitaba con su tía y otras personas, y arriesgó la vida, saltando de la escalera, para cruzar el vacío de tres pisos que lo separaba de la ventana abierta de la cocina. ¿Acaso la arquitectura, dentro y por sí misma, fomenta o delinea cierto tipo de comportamiento o acción?
Cuando Mario Pani comenzó a construir el conjunto urbano en Tlatelolco, realizó una serie de estudios sobre los terrenos en los que pretendía fundar la unidad moderna, así como sobre los habitantes de la zona y sus respectivos lugares en la escala social y económica. Mientras que un gran porcentaje de los terrenos estaban en condición de baldío, por haber sido patios de maniobra de los ferrocarriles mexicanos y eran propiedad federal, algunas partes estaban habitadas e incluso figuraban como propiedad privada. Siempre que pienso en esto, recuerdo el inicio de Tívoli (1975), de Alberto Isaac, que es una película de ficheras, pero también un valioso documento de descripción histórica, que retrata la violencia con la que los habitantes de estas propiedades privadas fueron despojados de lo poco que tenían, en aras de la construcción de un México moderno. Estas personas tenían en común, además de su situación precaria, el tipo de vivienda. Habitaban en barracones informales o, en el mejor de los casos, vecindades. Este último tipo de vivienda estaba ordenada alrededor de un patio, en el que ocurrían toda clase de situaciones, tenían casi siempre un espacio común de lavaderos, y escaleras y fue el principal modelo multifamiliar en la ciudad, antes de la irrupción de los primeros departamentos.
Se ha repetido constantemente (incluso se menciona en un diálogo de Tívoli), que los departamentos tipo A que se comenzaron a construir en 1960, y se entregaban terminados ya para el año 1961, estaban destinados a ser habitados por las personas que sufrieron los desplazamientos. Esto siempre me pareció sospechoso, pero también algo perverso, pues el hecho de que estos edificios emularan de forma, digamos “rebajada”, la estructura tradicional de las vecindades (el ordenamiento en torno a un patio, los lavaderos, las escaleras), en cierto modo tenía sentido, de ser cierto que estos lugares iban a acomodar a los desplazados de las vecindades demolidas. Pero, ¿y si esas personas no tenían recursos para dar el enganche del departamento? Y si al final la mayoría de los compradores eran personas que tenían alguna propiedad que vender en otro estado, o un ahorro modesto de muchos años, ¿no sería esta arquitectura más bien una condena a ciertas dinámicas típicas de las vecindades que copiaron, con compás, al edificio tipo A?
Hay que sumarle a eso que han pasado 63 años desde que los primeros departamentos fueron habitados, y todo en esta ciudad ha cambiado, incluidas las dinámicas de vivienda (que no es que ahora estén mejor entendidas). Pero al menos está claro que quienes siguen viviendo en las contadas vecindades que subsisten en el centro y alrededores son un porcentaje mínimo de la población.
El Conjunto Nonoalco Tlatelolco, en tanto territorio, es y será un sitio único y maravilloso. Sin embargo, me parece importante cuestionar este caso y muchos otros ocurridos durante el siglo XX, que hasta el día de hoy siguen, de alguna forma, delimitando la experiencia de vida de un número para nada pequeño de habitantes, en cuya memoria quedarán registrados sucesos de toda clase, quizá limitados en cierta forma por los muros que les circundan.
Para conocer más sobre Proyecto Consuelo, de Cuauhtémoc Lara Razo, visita la cuenta de @des_borde en Instagram.
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