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Columnas

La identidad de los edificios

La identidad de los edificios

24 mayo, 2019
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy

Editado por el diseñador Riley Hooker, el primer número —y hasta ahora, el único que ha sido impreso— de la revista Façadomy, titulado Gender Talents, busca establecer una relación entre el género sexual y la producción del espacio arquitectónico. Mediante un solo texto escrito a tres voces, con algunos fragmentos publicados primeramente en The Architect’s Newspaper, la publicación busca reflexionar sobre la identidad no únicamente de los habitantes, sino también sobre la de los edificios mismos. El arquitecto Andreas Angelidakis, la crítica de arte Kimberly R. Drew y la artista Juliana Huxtable son los autores invitados.

 

Pero, ¿puede una obra arquitectónica expresar una identidad sexual? La carta editorial de Hooker  aventura que la existencia de muros arquitectónicos, los cuales generan el binomio adentro-afuera, bien podrían configurar otra clase de contrastes, como masculino-femenino y sano-enfermo. A este primer planteamiento, le sigue una serie de ejemplos que buscan demostrar cómo es que las ruinas, los monasterios o el mobiliario pueden equipararse al amplio espectro de los géneros sexuales y afectivos. 

El Monasterio de La Tourette de Le Corbusier es identificado como un edificio femenino, mientras que el SESC de Lina Bo Bardi se describe como un edificio intersexual –es decir, que no se encuentra en el extremo de lo masculino o lo femenino– ya que su programa alberga distintos usos. También aparece una referencia a ciertas dificultades para el diseño de la publicación. Cuando se le solicitaron los derechos a Editions Gililée para reproducir las fotografías que el urbanista Paul Virilio sacó a búnkeres nazis, la casa editorial negó rotundamente que las imágenes aparecieran en un contexto donde se “malinterpretaran”. Para Riley Hooker, los búnkeres son una metáfora de una idea de masculinidad que ahora está en ruinas. 

 Pero, ciertamente, pareciera que el argumento del texto a tres voces es, ya no digamos el de la metáfora, sino más bien el símil: un marco de concreto se parece a una identidad que no se suscribe al género binario, una silla de resina diseñada por Martine Boileau rima con lo transgénero. El planteamiento de Gender Talents se encuentra ampliado en un campo de la crítica contemporánea de arquitectura —crítica que incluso subvierte los formatos académicos convencionales—, la cual, no se dirige meramente por la construcción de campos semánticos sino que demuestra cómo las metáforas pensadas por Hooker, de hecho, sí son factuales. Por ejemplo, Beatriz Colomina ha señalado cómo la arquitectura moderna doméstica buscó operar como un hospital, ya que concibió al espacio de la casa como un lugar donde se debía cultivar la salud, mientras que el filósofo Paul B. Preciado ha explorado cómo es que el diseño y la arquitectura construyeron el deseo sexual moderno. Si bien en Façadomy se catalogan obras bajo una perspectiva de género, el ensayo no termina de argumentar por qué y cómo el espacio arquitectónico tiene que ver con la identidad sexual. 

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