3 mayo, 2023
por Felipe Walter
Barranquilla es una ciudad de 1,2 millones de habitantes ubicada en el norte de Colombia. Está ubicada en la desembocadura del río Magdalena, la arteria fluvial comercial más importante del país, en el mar Caribe. Su condición de puerto y las actividades industriales, comerciales y culturales asociadas, le han garantizado una posición privilegiada en la historia del país. Sin embargo, a consecuencia de la corrupción y la desidia de sus gobernantes, durante la segunda mitad del siglo XX la ciudad experimentó una decadencia socioeconómica y un sentimiento de desesperanza por parte de sus habitantes. Como reacción a esta situación, durante la primera década del 2000, surgen en Barranquilla nuevos liderazgos e ideas de cambio, que han logrado convertirse en un proceso de transformación urbana referente para Colombia.
Partiendo del análisis de la Fábrica de la Cultura, uno de los equipamientos públicos construidos como parte de la renovación del centro histórico de la ciudad, este texto provee un recorrido por el proceso de transformación que ha experimentado Barranquilla en los últimos 15 años. En este sentido, reconoce los avances en la dotación de infraestructura como colegios, parques, centros culturales y deportivos. Adicionalmente, el texto hace un llamado a consolidar el modelo de desarrollo de la ciudad a través del fortalecimiento de los sistemas urbanos. Si bien la ciudad ha logrado avanzar en la renovación o construcción de importantes piezas urbanas como el centro histórico, el Malecón del Río Magdalena y más recientemente la recuperación de la Ciénaga Mallorquín, es necesario robustecer los sistemas de espacio público, las redes peatonales y de transporte publico, de arbolado y equipamientos y fomentar usos complementarios y de comercio a lo largo de elementos que conecten los hitos. De esta manera, la ciudad logrará maximizar el impacto social de sus intervenciones y consolidar una ciudad para el disfrute y bienestar de su ciudadanía.
La Fábrica de la Cultura
Barrio Abajo es uno de los sectores fundacionales de Barranquilla y hace parte hoy del centro histórico de la ciudad. Este barrio fue declarado como bien de interés cultural de Colombia por su representatividad histórica y el valor arquitectónico condensado en edificios de la época republicana.[1] Sin embargo, el centro histórico dista del imaginario de apacibles centros históricos europeos o de los cascos históricos del Caribe, con casonas coloniales, tiendas boutique y restaurantes, como ocurre en Ciudad de Panamá o Santo Domingo en República Dominicana. Al caminar por sus calles, se deambula entre talleres, tiendas, sastrerías, vendedores ambulantes, bicicletas, carros y camiones, que apenas dejan apreciar los edificios que, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, conformaron el corazón comercial de uno de los puertos más importantes de Colombia. Si bien algunos conflictos de uso afectan el centro histórico actualmente, barrio abajo es escenario de prácticas culturales, allí han vivido artistas del Carnaval y está relacionado con las actividades que dieron origen a la ciudad.
En este contexto, el gobierno de Barranquilla en conjunto con la ETH de Zurich deciden desarrollar la Fábrica de la Cultura, un equipamiento público para preservar y fomentar las manifestaciones culturales de la región, bajo el entendimiento de estas como instrumentos de cohesión social. La Fábrica sobresale del perfil urbano debido a su altura, el edificio está compuesto por una torre de seis plantas que alberga los talleres para la práctica de artes y oficios y dos niveles soterrados que contienen un auditorio. Esta estrategia de densificación en altura, similar a la tipología de gimnasio vertical desarrollada por Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner en Caracas,[2] libera un espacio central que conforma una plaza interior. Este espacio articula la nueva construcción con una antigua fábrica de tabaco, recuperada e integrada al proyecto y que demarca el paramento exterior del edificio y define la relación de este con la calle.
El programa de la Fábrica está compuesto por espacios de uso flexible que acomodan diferentes prácticas artísticas y eventos. Estos salones se distribuyen en la torre según un esquema modular, que se acomoda vertical y horizontalmente para configurar las condiciones espaciales necesarias para practicar, por ejemplo, baile, música, escultura o pintura. Según Diego Cerezuela, arquitecto coautor del proyecto “esta condición de flexibilidad, asegura el desarrollo de una infraestructura adaptable, en la cual la apropiación de la gente define el uso de los espacios. Estos, si bien tienen una insinuación de uso desde el diseño, pueden evolucionar a otros usos no concebidos por nosotros como arquitectos”. Adjunto a estos espacios, el proyecto cuenta con las áreas administrativas y técnicas, un teatro soterrado y una terraza. Esta terraza permite una panorámica del centro de Barranquilla hacia el sur-oriente y hacia el norte una vista del río Magdalena, el determinante físico, económico y cultural más importante de la ciudad.
Además de la plaza, el segundo elemento articulador del proyecto es la escalera en caracol, concebida como una extensión de la calle. Pintada de rojo, la escalera conecta las circulaciones perimetrales de los pisos superiores que funcionan, en conjunto con la fachada flotante, como aislante térmico. Ubicada en el caribe Colombiano, Barranquilla tiene una temperatura que oscila entre los 25 y los 33 grados centígrados, condición que requiere la implementación de estrategias de diseño bioclimático. Además de el colchón térmico que conforman las circulaciones y la fachada flotante, el edificio es altamente poroso y abierto a las brisas, asegurando así que solo el 40% de los espacios requieran climatización mecánica. El proyecto tiene en la terraza paneles fotovoltáicos que sirven como cubierta y que reducen el consumo de energía de la red y con sistemas de filtración de aguas lluvias que disminuyen el consumo de agua.
La Fábrica de la Cultura y el centro histórico
La Fábrica de la Cultura cuenta con dos componentes que tienen como objetivo integrar el edificio con el barrio: la plaza que se concibe como un espacio público y la escalera que es la continuación de la calle. Ambas estrategias buscan aumentar el carácter público del barrio que, si bien ostenta hoy algunas intervenciones que han logrado recuperar espacios y edificios públicos, es un lugar central abundante en actividad donde predominan las fachadas cerradas, los andenes angostos y la carencia de espacio público. Por esta razón, y luego de caminar por calles y andenes ocupados por vehículos y azotados por el sol, al entrar a la plaza central de la Fábrica predomina una percepción de calma.
Este proyecto es una de las acciones más recientes realizadas por la administración de Barranquilla encaminadas a renovar el centro histórico de la ciudad. Este proceso incluye también la recuperación del Paseo Bolívar, conocido hasta el inicios del siglo XX como Calle Ancha y a lo largo de la cual se construyeron los principales edificios institucionales y comerciales de la época.[3] Otro proyecto relevante es la recuperación del antiguo edificio de la aduana, que alberga hoy un archivo y una biblioteca y que es sede de varias entidades públicas y privadas de la ciudad. A nivel urbano, se destaca también la intervención de la Plaza San Nicolás, proyecto diseñado por Opus Estudio, que incluyó la construcción del espacio público alrededor de la iglesia con el mismo nombre y la regularización del comercio en la zona.[4] Por último, es necesario nombrar el Museo y el Parque Cultural del Caribe, diseñados por el Equipo de Mazzanti[5] y el edificio de la Intendencia Fluvial donde se encuentran hoy las oficinas de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo.
Cada una de estas intervenciones tiene un valor funcional, patrimonial y urbano significativo, no obstante es difícil entenderlos como piezas de un proyecto de renovación del centro debido a la fragilidad de los elementos públicos que los conectan. Por ejemplo, caminar entre la Fábrica de la Cultura y la Plaza de la Aduana o el Paseo Bolívar, recorridos de menos de 15 minutos, es difícil. La ausencia de una red peatonal continua, la carencia de arborización que mitigue el impacto del calor del caribe y, en general, la falta de intervenciones de espacio público complementarias, hacen los recorridos poco agradables. Si bien Barranquilla ha consolidado en su centro los nodos de una estrategia similar a los proyectos de acupuntura urbana implementados en el centro histórico de Barcelona, en el proyecto Favela-Barrio de Río o en los Proyectos Urbanos Integrales de Medellín,[6][7] las conexiones de espacio público y actividad son todavía débiles.
Al respecto, Rafael Obregón, urbanista Colombiano considera que “los proyectos urbanos deben construirse desde los sistemas, dentro de los cuales se deben considerar sobre todo cinco: parques y espacio público, red peatonal y vehícular, equipamientos públicos y privados, comercio y transporte público”. En este sentido, es necesario reconocer el esfuerzo que ha realizado Barranquilla para detonar la transformación de su centro histórico a través de proyectos con énfasis en protección patrimonial y promoción de la cultura. Sin embargo, la ciudad debe aprovechar la oportunidad de consolidar este proceso de renovación del centro a través de proyectos que trascienden las piezas y se conviertan en un sistema con un mayor impacto en la estructura física y en las dinámicas urbanas del sector.
El centro histórico y la transformación de Barranquilla
La renovación del centro histórico es uno de los componentes de un proceso de transformación urbana de mayor envergadura que adelanta Barranquilla desde hace más de 15 años. Según Mauri Jimenez, después de haber sido una de las ciudades más importantes del país en la primera mitad del siglo XX, por la relevancia de su puerto y las actividades económicas asociadas a este, a partir de los años 60, la ciudad experimentó un periodo de decadencia socioeconómica y entró en un letargo administrativo.[8] Como reacción a esta situación, a inicios de la década del 2000 surgen en la ciudad liderazgos políticos que trajeron ilusión de cambio a la ciudadanía. Estas iniciativas combinaron acciones de corto plazo, como la pavimentación de vías y canalización de arroyos con apuestas de largo plazo, dentro de las cuales la más significativa fue el saneamiento de las finanzas de la ciudad.
A finales del año 2002, la ciudad se encontraba en quiebra y se acogió a un Acuerdo de Reestructuración de Pasivos con la nación para modificar las condiciones de la deuda existente, mejorar el perfil de deuda y evitar condiciones de impago.[9] Lo anterior, aunado al fortalecimiento de las herramientas de recaudo fiscal y al desmonte de concesiones que, en manos de terceros desfinanciaron al distrito, aseguraron que la ciudad, en pocos años, pasara de la quiebra, a implementar algunos de los proyectos urbanos más emblemáticos del país. Para Ricardo Vives, arquitecto barranquillero: “la transformación reciente de Barranquilla ha pasado por diferentes etapas que incluyen el saneamiento de las finanzas, acciones simples con gran impacto en el bienestar como la pavimentación de vías y canalización de arroyos y la construcción de colegios, centros de salud y parques”. Adicionalmente, Vives destaca que, una vez la ciudad logró avanzar en el desarrollo infraestructuras para garantizar derechos esenciales, empezó a soñar con proyectos de gran envergadura como la infraestructura deportiva desarrollada para los juegos Centroamericanos y del Caribe del 2018, el Malecón del Río y más recientemente el Ecoparque Ciénaga Mallorquín.
La transformación urbana y la infraestructura construida ha tenido un enfoque social. De acuerdo con la Alcaldía de Barranquilla, en los últimos 14 años se han intervenido más de 120 colegios.[10] Igualmente, con el programa “Todos al Parque”, ganador del WRI Prize for Cities 2021-2022, la ciudad ha intervenido de 250 parques y recuperado 1,5 millones de metros cuadrados de espacio público, lo cual ha tenido efectos significativos en la reducción de la criminalidad y en el florecimiento de las economías de los barrios.[11] Adicionalmente, utilizando los Juegos Centroamericanos y del Caribe como excusa, la ciudad construyó y adecuó 13 escenarios deportivos, dentro de los cuales se sobresale la renovación y recuperación patrimonial del estadio Romelio Martinez realizada por Giancarlo Mazzanti.[12] Estos ejemplos, en conjunto a la construcción de centros de salud, centros de atención a adultos mayores y a migrantes han impactado positivamente los indicadores de desarrollo social de la ciudad.
Dentro de los proyectos estratégicos, Rafael Obregón cree que el Malecón del Río Magdalena es el proyecto más importante de Barranquilla pues constituye un nuevo ideario y se convierte en una evidencia de la posibilidad de transformar la ciudad para su ciudadanía, luego de tantos años de desidia. Adicionalmente, Obregón considera que el proyecto tiene un carácter simbólico que mejora la percepción de la ciudad por parte de sus habitantes. Desde su importancia simbólica, Obregrón compara el Malecón con el museo Guggenheim de Bilbao. Ambos proyectos son intervenciones de frente de río con una vocación pública, construidas en zonas anteriormente industriales, que logran cambiar la imágen del área y de la ciudad.
Consolidar un modelo de ciudad y un referente para el caribe
La Fábrica de la Cultura, la renovación del centro histórico y el Malecón del Río Magdalena hacen parte de un amplio listado de proyectos urbanos y arquitectónicos que, en poco más de 15 años, han logrado cambiarle la cara a una ciudad, anteriormente azotada por la corrupción y la desidia. Este proceso de transformación obedece a varias razones, dentro de las cuales se mencionan la buena planeación, la construcción de un proyecto de ciudad a largo plazo y la continuidad política de sus dirigentes. Adicionalmente, paralelo a esta transformación física, Barranquilla ha implementado múltiples programas sociales, convirtiéndose en una de las ciudades con mayor inversión per cápita de Colombia.
Los logros urbanos y sociales de Barranquilla en los últimos años son notables. Sin embargo, la ciudad debe avanzar hacia la consolidación de un modelo de ciudad que logre atar las piezas ya construidas. Volviendo a la idea de los sistemas de Rafael Obregón, la ciudad necesita fortalecer la red de parques y arbolado, el espacio público, las redes peatonales, y los equipamientos y promover usos complementarios y comercio a lo largo de corredores que conecten los proyectos antes enunciados.
La consolidación de estos sistemas puede analizarse desde dos escalas: la escala del barrio y la escala de la ciudad. En la escala del barrio, y tomando como referencia la Fábrica de la cultura y el centro histórico, es necesario desarrollar proyectos integrales que conecten intervenciones puntuales y configuren sectores de actividad con equipamientos, parques, comercio y usos complementarios. En la escala de la ciudad, conectar barrios y proyectos estratégicos a través de corredores de actividad, garantizará la consolidación de un modelo de ciudad donde los sistemas aseguren la cohesión y la continuidad urbana. En el caso de Barranquilla, conectar el centro histórico con la centralidad del estadio Romelio Martínez, el barrio Prado, el río, el Malecón y la Ciénaga Mallorquín lograría este propósito.
Entendiendo la transformación urbana como un proceso que toma tiempo, Barranquilla avanza hacia la consolidación de una ciudad más pública que provee la infraestructura para el progreso social de sus habitantes. La concreción de la planificación urbana desde los barrios e iniciativas como Barranquilla 2100 asegurarán que se consolide este proceso. Un proceso que debe ser un referente de transformación para la región y para ciudades del Caribe que, a través del saneamiento de sus finanzas, la planificación a largo plazo y el desarrollo de ambiciosos proyectos urbanos, apuesten por mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Notas