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28 febrero, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
En 1996, Bernard Tschumi escribe ‘Violence of Architecture’, un capítulo del libro Architectural Disjuntion, en el que ofrece una visión donde la arquitectura puede ser entendida como un elemento en constante tensión, entre el cuerpo que la ocupa y la geometría que la contiene. Así, el arquitecto deberá decidir si se inclina de uno u otro lado en su proceso o trata de salvaguardar equilibrio entre ambas partes.
Una elipsis es una omisión. Algo que se elimina sin que por ello afecte al significado del conjunto. Si la arquitectura se posiciona en uno de los lados antes mencionados y se limita a la construcción de espacios – más o menos bellos – eludiendo hablar sobre el uso –que no función– está presentado esa elipsis en su narración. Bien es cierto que al proyectar y producir objetos imaginamos como se puede vivir el espacio a través del uso de dibujos, maquetas o renders; la arquitectura y el territorio ofrecen muchas más posibilidades de las que son imaginadas.
Este es el punto en el que se sitúa la exposición ‘La elipsis arquitectónica’, inaugurada el 27 de febrero en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. La muestra, curada por Ruth Estevez y Javier Toscano, recoge distintas piezas artísticas que se enfrentan a la arquitectura buscando construir otras narrativas desde sus mismas herramientas: planos, fotografías, maquetas y mapas… Los mismos elementos en otras manos, que buscarán mostrarla más allá de sus posibilidades concebidas en origen y desvelar aquello que no se ha mencionado. Las prácticas artísticas buscarán descubrir lo oculto y demostrar nuevas posibilidades más allá del supuesto funcionalismo que ofrecen las construcciones que habitamos.
La muestra podría recorrerse en torno a dos tiempos –en ocasiones mezclados– que se sitúan a uno y otro lado de la arquitectura. Primero se podría pensar en aquél que se aproxima antes de la existencia misma de la arquitectura, que trabaja con los mecanismos de producción para desarrollar posibles mundos imaginados capaces de contar, a través de una construcción arquitectónica, el mundo personal de una persona o la situación política de un país, tal y como ocurre en Self portrait as a building de Mark Manders o las Heliografías de Luca Frei.
El extremo contrario consistiría en experimentar la arquitectura en su después, una vez que ya está construida, ilustrando aquellas situaciones ocultas u olvidadas por la memoria. Enrique Ježik podría ejemplificar esta búsqueda del recuerdo silenciado al recuperar la historia del mismo Tlatelolco o la pieza ‘White Marble Everyday’ de Clarissa Tossin, que descubre el coste real que supone el mantenimiento de los icónicos edificios de Brasilia. Otros artistas como Jordi Colomer construyen nuevas formas de recorrer la arquitectura y experimentarla; su Istanbul map mira a las cubiertas de la ciudad una nueva forma de deriva urbana. Este trabajo presenta a personajes que no se resisten a limitarse a los movimientos que damos por sentado en la ciudad. Similar idea recogen las cartografías de Larissa Fassler que ilustran los recorridos que realizan en la Plaza de la Concordia; personajes marginales como ladrones, vendedores o pandilleros.
En sí, trabajos que ilustran esa tensión mencionada en el texto de Tschumi: la arquitectura no solo como un hecho estético y acabado, sino como un espacio que puede ser afectado y modificado por el que lo habita. De esta forma, destaca la mirada de Tania Candiani sobre el uso real que ofrece el espacio doméstico de la habitación moderna, heredera de un supuesto funcionalismo que medía hasta los movimientos que una persona (mujer) debería hacer. Esos estudios son repetidos ahora ilustrando la tensión del proyecto y la realidad vivida. Esta idea se resume a la perfección en el título de la obra de José Jiménez Ortiz, Un mapa no es el territorio.
La exposición, que estará abierta hasta junio, además reúne trabajos del colectivo madrileño Democracia, Jimmie Durham, Luca Frei, Mark Manders, Erik Olofsen; Matt Mullican, Esteban Azuela y Anri Sala; completándose con un libro que acompaña la muestra y compila estudios e investigaciones que expanden la exposición en el tiempo y permiten ampliar las ideas presentadas: una invitación a pensar en la vida que el espacio ofrece… u omite.
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