José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
La Ciudad de México, entendiéndola como una extensión territorial que abarca tanto al centro como la periferia, fue dura, sinónimo [...]
3 agosto, 2016
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
El 5 de agosto serán inaugurados los Juegos Olímpicos en su edición XXXI, cuya sede será Río de Janeiro, Brasil. En el marco del encuentro deportivo, se llevará a cabo Celebra Cultura Río 2016, programa que consistirá en una serie de intervenciones urbanas de índole artístico. La iniciativa construye puentes con lo que fue la Olimpiada Cultural de 1968 en México. El circuito de exposiciones en Río albergará la muestra de diseño y gráfica América Latina Juegos Olímpicos: México 68- Río 2016. También, se llevó a cabo otra clase de “intervención”, catalizadora de ciertas reflexiones: la digitalización de la Ruta de la Amistad, a través de la plataforma de Google Street View, presentada hace una semana.
“[Goeritz] Reunió a más de 20 artista, él incluido, para realizar escultura pública monumental, abstracta y hecha en concreto. El conjunto de obras estaría esparcido por el nuevo tramo del Periférico Sur, ampliado para conectar las sedes deportivas con la recién construida Villa Olímpica. Públicamente, Goeritz justificó el sentido social de la nueva escultura: sacaría el arte de las galerías y lo ubicaría donde la mayoría de la población desarrolla su vida cotidiana”, explica Daniel Garza Usabiaga en su texto Mathias Goeritz: arquitectura y arte público. “Estos espacios, de acuerdo con el artista, eran los no lugares prototípicos de la posguerra: los nuevos modelos habitacionales a la manera de suburbios, las zonas fabricadas y sobre todo los nuevos circuitos viales y las autopistas. De esta manera, como lo hizo el muralismo en su momento, la escultura monumental permitía al Estado cumplir el requerimiento de la función social del arte público con sus comisiones”. Siempre vale la pena volver sobre los imaginarios de progreso que el priísmo mantuvo hasta finales de los setenta, espoleados por el arte mexicano y su producción de patrimonio ideológico. El pasado reciente es apenas una de las lecturas de nuestro desgaste. Aun cuando el mismo partido del Halconazo haya vuelto al poder, la utilización del arte como un brazo gubernamental –factor que, según Usabiaga, sigue dándole lo “público” al arte público nacional- se terminó con el Edificio H. Los ejercicios poéticos institucionales y estatales terminaron, y solo quedó la rapacidad. Esta entrega de Google, concebida como una “colección” que formará parte del dispositivo, aumenta la distancia simbólica entre el conjunto escultórico ideado por Goeritz y los ahora habitantes de la ciudad y de México. Más que modificar la experiencia de los espectadores –si se trata de realidad aumentada o de procesos participativos, Pokemon Go demanda una verdadera interacción de los usuarios-, Google ofrece un recorrido aislado, que podría hacerse en el ocio más indiferente, por uno de los recuerdos más apagados en la vida de México y de la capital: el año en que el territorio soñó con el progreso.
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