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19 agosto, 2014
por Arquine
Conversación entre el arquitecto colombiano Camilo Restrepo y el arquitecto chileno Ricardo Abuauad, celebrada en el marco del Congreso Arquine | Paisajes en contraste desarrollado en Santiago de Chile y en la que debaten la cuestión de lo público en la política y la indicendecia de la arquitectura en la mejora de la ciudad.
Ricardo Abuauad: No es exactamente una toma de conciencia de lo público lo que está ocurriendo en Chile, sino una feroz necesidad de tomar conciencia de lo público. Me atrevería a decir que tiene que ver con nuestra historia reciente, y con los éxitos que este y otros países han tenido bajo un determinado modelos económicos que no privilegiaban eso.
Me atrevería a decir que el evidente desarrollo y prestigio internacional que tiene la arquitectura hoy día se centra más bien en la innegable calidad de la arquitectura chilena puesta en el paisaje. Mucho más raramente que la arquitectura chilena puesta en el contexto urbano. Y mucho menos habitual todavía de la arquitectura chilena dedicada al trabajo del espacio público. Cuando digo que es la etapa que nos falta tiene que ver con la necesidad de comprometer el trabajo de los arquitectos, pero también de la sociedad entera con una acción que mejora la calidad de las ciudades, que establezca espacios públicos donde sí se produzca la convivencia y, por último, donde los arquitectos puedan plantear un nuevo lenguaje a propósito de ese espacio público.
Camilo Restrepo: Lo público es en realidad una construcción, que debe surgir y que surge por acuerdos sociales, pero que en algún momento ese surgir desde abajo va a requerir de un presupuesto o de una articulación que viene desde arriba. La construcción de lo público, nos guste o no, viene desde la política porque los políticos toman decisiones importantes. Ya es una decisión estratégica de los políticos ser los suficientemente inteligentes o agudos para pensar que esa decisión o reclamo que se puede hacer a través de la arquitectura o el urbanismo y materializar la política como espacio tangible.
RA: Es evidente que en la medida en que la sociedad entera no tome conciencia de trabajar en la esfera de lo público los arquitectos se limitan a hacer encargos privados. Lo que ocurrió con la arquitectura chilena en buena parte de los noventa y principios de siglo es que los arquitectos chilenos aprovecharon un capital de talento significativo para trabajar en esos encargos privados que era lo que había
Yo creo que la lección que nos ha dado Colombia, y específicamente Medellín, es que hay una sociedad entera capaces de entender que hay una escala de lo público que debe ser afectada y comprender también el rol que los arquitectos pueden tener en eso.
CR: ¿Qué es lo que ha pasado en Medellín? Había una voluntad política por parte de [Sergio] Fajardo y su equipo y encontró para suerte –y coincidencia– que había un equipo de arquitectos disponibles en las ciudades para dar ese cambio, meterse en esa cuestión y a ser capaz de instrumentar esas políticas y transformarlas en cuestiones concretas. Pero sigue existiendo un abismo entre el Gobierno Nacional y las instituciones creen que es la arquitectura y lo que la arquitectura puede ser.
Por ejemplo, Colombia nunca ha estado en la Bienal de Venecia y no creo que vaya a estar por ahora. ¿Por qué? Porque para Colombia, como país, la arquitectura no es un bien que haya que exportar. El ejemplo de Blanca Montaña con la arquitectura es excepcional. Es una decisión política y nacional de pensar que la arquitectura se exporta y que es un bien y un servicio con valor agregado.
RA: Ahora, lo que es interesante a tener en cuenta que no es el Estado de Chile el que promovió el desarrollo de la arquitectura, sino el que fue capaz de de darse cuenta que en un cierto nivel los arquitectos chilenos y la arquitectura chilena habían logrado un posicionamiento internacional que difícilmente otros aspectos de la cultura chilena habían logrado.
CR: Hace unos meses le preguntaba a Sergio Fajardo por qué todas sus políticas se tienen que ver materializadas en las ciudades. Su respuesta era que no solamente necesitamos hacerlo visible sino que fuera tangible, en la medida que el ciudadano siente que hay una participación del Estado y que es atendido por él, a partir de la realización de una infraestructura que no es sólo el edificio pero que es una infraestructura de desarrollo social.
Nadie en Colombia todavía tiene ni la menor idea de lo importante que ha sido lo de Medellín. La gente todavía no es consciente de eso y, cuando empezó a pasar lo de Medellín, nadie se imaginó que fuera a tener eso, porque se pretendía que la arquitectura articulara procesos políticos pero nunca se creyó que iba a ver tanto talento en los arquitectos para poner a Medellín y la arquitectura de Colombia en el mapa.
RA: Está el rol que adquirió Medellín a propósito de este mismo plan que, me atrevería a decir, ocupó el lugar que alguna vez tuvo Barcelona, de una ciudad con un cierto número de necesidades, un plan concertado de gran aceptación ciudadana y un grupo de arquitectos capaces de llevarlo adelante.
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