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Columnas

La comunidad creativa de Guadalajara en el siglo XX

La comunidad creativa de Guadalajara en el siglo XX

13 agosto, 2025
por Francisco Chavarría

Una parte fundamental de la historia del diseño mexicano tiene su origen en Jalisco, donde la fundación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara representó un parteaguas para la escena creativa local. Guadalajara ya era una ciudad reconocida por su producción de objetos para la vida cotidiana vinculados a la tradición artesanal —como la cerámica, el vidrio, los muebles y algunos textiles— , que operaban como antecedentes en la configuración de la cultura material en la región, los cuales comenzaron a captar la atención de arquitectos, artistas y diseñadores que encontraron en ello un medio de expresión que se integró a la arquitectura.

A finales de la década de 1940, el arquitecto tapatío Ignacio Díaz Morales emprendió un ambicioso proyecto que marcaría uno de los momentos más significativos en la historia del arte, la arquitectura y el diseño en México: la fundación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara. Con esta iniciativa, Díaz Morales trazó nuevos horizontes y oportunidades, que promovieron la integración de objetos en los espacios interiores cuando el proyecto arquitectónico así lo requería, lo que derivó en un importante legado de diseño.

Lo anterior fue resultado de una combinación de diversos factores. Dentro de las aulas, las clases de Educación Visual –impartidas por Mathias Goeritz– funcionaron como un “entrenamiento de diseño intensivo”1 y como un laboratorio de exploración formal, técnica y material. Además, de manera implícita, se promovía el gusto por el arte popular y el diseño integrado a la arquitectura tapatía, desde la escuela y con los futuros arquitectos de Guadalajara el arquitecto Díaz Morales buscaba dar un nuevo enfoque a las artesanías, especialmente a las originarias de San Pedro Tlaquepaque. 2

Esta cercanía con los pueblos artesanos facilitó la experimentación con técnicas y materiales, orientada al desarrollo de lo que hoy entendemos como diseño, y a partir de ello se desplegó una red colaborativa, que ya venía gestándose desde décadas anteriores con la colaboración entre arquitectos y artesanos que merecen mayor reconocimiento.

El arquitecto Díaz Morales fue un actor clave en esta red. Desde los primeros años de su carrera diseñó muebles para equipar sus proyectos arquitectónicos, así como diversos objetos para su familia —o por mera afición al diseño— los cuales eran materializados por los ebanistas del Taller Gómez Velasco; los maestros vidrieros Odilón Ávalos o Gabriel Lío; y la orfebre Margarita Peregrina, heredera de una larga tradición artesanal en metales preciosos. De modo que la vida doméstica en torno a los espacios proyectados por el arquitecto, funcionó como una plataforma de integración de múltiples oficios.

Luis Barragán —que junto con Díaz Morales fue precursor de estas ideas— compartía con su colega tapatío la sensibilidad por el trabajo artesanal, que se reflejó tanto en sus proyectos más tempranos en Guadalajara, como más tarde en su obra en Ciudad de México. Barragán colaboró con el Taller Gómez Velasco en el desarrollo de la carpintería para la Casa González Luna (1929) y con Ávalos en la creación de vitrales; el arquitecto además era amigo cercano de la diseñadora textil tapatía: Esperanza Castellanos Lambley —conocida como Plan Castellanos— con quien colaboró en algunos proyectos realizados en la Ciudad de México.

Esperanza Castellanos y su equipo de artesanos tejedores desarrollaron diversos textiles — telas, cortinas y tapetes— que decoraron las residencias de la época. Fue especialmente cercana al arquitecto Julio de la Peña y su familia, así como al artista colimense Alejandro Rangel Hidalgo, que dentro de sus aportaciones en Guadalajara incluyen colaboraciones con Plan en proyectos de decoración interior y moda. Rangel Hidalgo a su vez fue alumno y colaborador cercano de los arquitectos De la Peña y Díaz Morales, además era un asiduo asistente a las clases de Goeritz, algunas veces como crítico y otras realizando los ejercicios junto con los estudiantes. En colaboración con Díaz Morales, Rangel Hidalgo diseñó lámparas, entre otros objetos de vidrio, que eran producidos en el taller del maestro Gabriel Lío.

Gabriel Lío fue un reconocido fabricante de vidrio, originario de Guanajuato y establecido en Guadalajara desde la infancia. Se formó en el oficio trabajando en el taller de Odilón Ávalos, pionero en la producción de vidrio en Guadalajara. Más tarde trabajó en la fábrica de Camarasa y eventualmente fundó su propio taller, primeramente en Tlaquepaque y luego se trasladó a Guadalajara. Ahí se distinguió por desarrollar fórmulas propias para teñir el vidrio en diversas tonalidades. A lo largo de su trayectoria, participó en la materialización de diseños de arquitectos como Ignacio Díaz Morales y Marco Aldaco, mientras que con Alejandro Rangel Hidalgo colaboró en la producción de las lámparas diseñadas para el Hotel Fénix de Guadalajara.

Otro destacado productor de vidrio en la región fue el catalán afincado en Tlaquepaque, Jaime Camarasa Lluelas, quien estableció la firma Arte Cristalino, en 1946. 3 Camarasa desarrolló un amplio repertorio comercial de objetos en vidrio, caracterizado por fabricar el vidrio rojo, además de diversas variedades de candiles, mismos que equiparon residencias modernas, como las diseñadas por Julio de la Peña. El vidrio de Camarasa se convirtió en un producto de circulación nacional, y una de sus plataformas de venta fue la Casa de las Artesanías, diseñada por Eric Coufal en la década de 1960. En la fundación y dirección de este espacio participó activamente el arquitecto Jorge Ramírez Sotomayor, uno de los primeros egresados de la Escuela de Arquitectura dirigida por Díaz Morales, quien se distinguió como un ávido conocedor y promotor del trabajo artesanal.

A esta red también se integró el arquitecto austríaco Eric Coufal, quien llegó a Guadalajara invitado por Díaz Morales como profesor, luego de quedar impresionado por su sensibilidad por la artesanía. Coufal instauró en 1968, 4 junto a su coterráneo Fritz Riedl, un taller textil denominado Gobelinos México, especializados en la producción de tapices, a través de una técnica que permitió involucrar el trabajo de artistas de la época trasladando sus obras a la urdimbre. Coufal además trabajó con el ceramista Jorge Wilmot —figura central del impulso artesanal de Tonalá, a partir de la década de los sesenta— en el diseño de los mosaicos del ingreso a la Casa de las Artesanías, proyecto que llevaron a cabo junto con el maestro artesano Salvador Vázquez. Por su parte Wilmot también fue cercano al arquitecto Díaz Morales, lo que dio lugar a otros proyectos conjuntos.

La participación de extranjeros fue determinante en el proyecto cultural moderno de Guadalajara, los cuales encontraron el potencial expresivo del trabajo artesanal dentro del lenguaje estético moderno. Mathias Goeritz fue el primero de estos extranjeros en integrarse a la plantilla de profesores, el artista trabajó en conjunto con herreros, carpinteros y talladores de piedra en la creación de sus obras, dentro de los cuales se ha reconocido a Romualdo de la Cruz y José González. 5 Goeritz llegó a Guadalajara en 1949 junto a su esposa la fotógrafa Marianne Gast, quien se desempeñó como profesora de la Escuela de Arquitectura impartiendo algunas lecciones de francés, y sustituyendo a Mathias en la asignatura de Educación Visual, cuando éste se ausentaba. 6

Marianne Gast y Mathias Goeritz participaron en la gestión de espacios para la promoción del arte moderno. En conjunto con el fotógrafo Juan Víctor Arauz, dirigieron la Galería José María Estrada y colaboraron también en la Galería Camarauz, espacios donde se exhibía el trabajo de artistas extranjeros, desconocidos hasta el momento en el entorno tapatío. A estos esfuerzos se sumó ARQUITAC (Arquitectura A.C) —proyecto dirigido por el arquitecto Díaz Morales— donde además de organizar exhibiciones de artistas como Chucho Reyes o Alejandro Rangel Hidalgo, se ofrecían charlas donde se trataban temas culturales. Tales actividades reunían tanto a los círculos intelectuales de la ciudad como a los futuros arquitectos convocados por sus profesores.

Años más tarde, Mathias Goeritz se trasladó a la Ciudad de México para continuar su carrera. Tras su partida, el arquitecto Ignacio Díaz Morales invitó al artista francés Olivier Seguin para integrarse como profesor en la Escuela de Arquitectura, ocupando el lugar que había dejado Goeritz. Seguin llegó a Guadalajara en 1959, y una vez establecido en la ciudad colaboró con Eric Coufal, Julio de la Peña e Ignacio Díaz Morales en diversos proyectos que respondían al ideal de la síntesis de las artes, integrando arquitectura y escultura en una propuesta unificada. Casi una década después de su llegada a México, Seguin participó en la Ruta de la Amistad —proyecto coordinado por Mathias Goeritz como parte del programa cultural de los Juegos Olímpicos de 1968— con la realización de una escultura de gran formato denominada Martine, en honor a su esposa la decoradora de interiores: Martine Deparis.

Este es apenas un pequeño esbozo de algunas de las múltiples conexiones que se tejieron entre arquitectos, diseñadores, artistas y artesanos en Guadalajara durante el siglo XX. Lejos de ser casos aislados, estos ejemplos ilustran una red mucho más amplia y diversa que surgió en torno a la arquitectura y al diseño. La Escuela de Arquitectura no solo profesionalizó a una destacada generación de arquitectos, sino que además funcionó como punto de encuentro y de impulso que facilitó muchas de estas relaciones, además se nutrió de redes preexistentes y de la riqueza artesanal de Jalisco, siendo Ignacio Díaz Morales el vínculo articulador de estas relaciones.

El resultado fue la configuración de una cultura material profundamente arraigada en la colaboración, en el respeto por los oficios y la integración de saberes diversos, donde los arquitectos no solo participaron en la construcción de espacios, sino también sistemas de relaciones, y los maestros artesanos no se limitaron a producir objetos, sino que participaron activamente en la transformación estética que trajo consigo el movimiento moderno. Este entramado dio forma a una comunidad creativa que amplió la potencia del diseño hecho en Jalisco y lo proyectó al panorama nacional e internacional.

Referencias

  1. Fernando González Gortázar, “Conversación de Gabriel Chávez de la Mora con Fernando González Gortázar” , en La fundación de un sueño: la Escuela de Arquitectura de Guadalajara, ed. por Fernando González Gortázar (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1995), 41.
  2. Héctor Mendoza Ramírez, Movimiento Moderno Tapatío, Edificios Públicos (Guadalajara: Arquitónica, 2019) 29.
  3. Ana Elena Mallet, “Repertorios Regionales para un país cosmopolita” en Una modernidad hecha a mano. Diseño Artesanal en México, 1952-2022, ed. por Ana Elena Mallet y Cuauhtémoc Medina (Ciudad de México: UNAM, 2022), 163.
  4. Claudia Rueda Velázquez, Una mirada a la modernidad arquitectónica en Guadalajara (Guadalajara: Arquitónica, 2021), 91.
  5. Renato González Mello, “Extremos de Mathias Goeritz” , Nexos (2020). https://cultura.nexos.com.mx/extremos-de-mathias-goeritz/
  6. David Lozano Díaz. “Marianne Gast y la invisibilización femenina en la educación arquitectónica tapatía” 17 mar 2021. ArchDaily México. Accedido el 4 Jul 2025. <https://www.archdaily.mx/mx/940386/marianne-gast-y-la-invisibilizacion-femenina-en-la-educacion-ar quitectonica-tapatia> ISSN 0719-8914.