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La comprensión de los planes parciales: comprensión del futuro

La comprensión de los planes parciales: comprensión del futuro

21 agosto, 2017
por Juan Palomar Verea

 

Como ya es de cada vez más amplio conocimiento, los planes parciales, y en general los planes urbanos son de fundamental importancia para las demarcaciones citadinas, para su futuro y el de sus habitantes. De gran relevancia también es que el conjunto de tales planes incidirán directamente no sólo en las vidas de quienes viven en los contextos concernidos, sino en el de todos los moradores de la ciudad, en la experiencia de los visitantes.

Los planes parciales, hasta ahora, se atienen exactamente a su nombre: por una parte se refieren a una parte confinada de la urbe, pero también esa parcialidad tiene que ver con el hecho de que comprenden y expresan una limitada visión de la realidad de cada entorno estudiado y sancionado por esos ordenamientos legales.

Desde hace tiempo se ha insistido sobre todas las limitaciones que los instrumentos llamados planes parciales (por no hablar de los planes a otros niveles) implican. Empezando por su misma expresión, que vuelve muy difícil su lectura y comprensión para el ciudadano común. Y, de manera muy relevante, su carácter bidimensional, que ignora el hecho urbano central de que la ciudad es, por esencia, tridimensional. Y luego la otra dimensión, la del tiempo, materia central para la construcción y gestión de las ciudades.

La dificultad de la lectura de los planes no sólo vuelve difícil su comprensión individual, sino que, por lo mismo, complica altamente su puesta en común, la discusión y el acuerdo entre los vecinos concernidos, los arquitectos consultores y las autoridades. La bidimensionalidad vuelve a la representación parcial de la ciudad algo abstracto, que para ser entendido en sus consecuencias físicas y espaciales por cualquier usuario se atiene a una difícil simbología, a una serie de claves, a un conjunto de fórmulas y conceptos de complicado manejo. Y aún con estos elementos, resulta imposible obtener la lectura deseada: una ciudad es por esencia espacial, y está también en buena medida determinada por el tipo y la intensidad de sus usos y destinos puntuales posibles (en el tiempo).

Ante esto, y dados los muy notables avances en las tecnologías de representación arquitectónica, parece preciso echar mano de tales recursos para generar procesos de desarrollo y consulta verdaderamente eficaces. Por ejemplo con el uso de las maquetas, virtuales y físicas. Se dirá que esto es algo que incrementa los costos de elaboración de los planes: ante la crucial importancia de éstos para la vida comunitaria, está más que justificado el gasto. Con una edición en tercera dimensión (tecnología en pleno uso) del estado actual de cada demarcación (y de sus vecinas), más otra versión del proyectado estado futuro del entorno, la comprensión de la pretendida evolución (y conservación) urbanística será accesible –y atractiva- para todos los ciudadanos. Podrá así, junto con los demás recursos ya usados, obtenerse una verdadera socialización de los procesos urbanos.

El trabajo de elaborar planes parciales es arduo y complicado, como lo saben quiénes hayan estado concernidos en tales trabajos. Generalmente se realizan a conciencia. Por eso mismo, el reto es tener, al final, una imagen espacial, transmisible y compartible, de toda la conurbación, de sus parcialidades sumadas, mediante la utilización adecuada de los recursos tridimensionales. Una ciudad representada lo más fielmente posible, permanentemente expuesta, y periódicamente ajustada, ante los ojos de todo el público.

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