Serie Juárez (I): inmovilidad integrada
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9 abril, 2019
por Pablo Emilio Aguilar Reyes | Twitter: pabloemilio
Ain’t no trees, the grass ain’t green, and when I say it’s all bad, you know what I mean
Snoop Dogg, Life in The Projects
¿Cúal es la música de la ciudad? ¿Cuál podríamos considerar una música característica de las ciudades, cuyo origen sólo pueda surgir de ellas? El hip-hop norteamericano tiene un vínculo particular con la metrópoli en la cual se produce, se escucha, se disfruta y se exporta a demás ciudades y culturas. Desde hace unos años, el hip-hop y el rap se han diversificado hacia la tendencia de un tono ligero y glamoroso, que invita a la celebración de la supuesta buena vida de la que gozan jóvenes raperos; rappers are the new rockstars. Es decir, las últimas entregas del rap apuestan por un desarraigo universal, y sus versos no tocan temas que se relacionen con la vida que acontece las ciudades donde se produce. Sin embargo, esto no siempre fue así.
En sus orígenes, el rap surgió como una forma de combate cultural contra las problemáticas endémicas de la vida urbana, particularmente de los sectores desfavorecidos. El rap en su origen tuvo como tema fundamental la ciudad. Todos los raperos más prominentes tienen canciones en las cuales versan en torno a la vida en la ciudad o el barrio de donde son; sobre los conflictos y dinámicas sociales de las cuales provienen y donde adquirieron el arte de la rima. En Homecoming Kanye West compara, a través de una prosopopeya lírica, su ciudad de origen Chi-City (Chicago) con un fugaz romance hipotético. De la misma forma, en Empire State of Mind, Jay Z pinta el paisaje urbano de Nueva York donde se desenvolvió en su juventud, y en el cual pasó de ser un pobre narcomenudista a un maestro de los versos. Sin embargo, el mejor ejemplo de un entorno urbano musicalizado a través del rap lo expone Kendrick Lamar, al narrar sutilmente a lo largo de un disco entero (Good Kid, M.A.A.D City) los padecimientos y las dificultades de ser un adolescente afroamericano en un entorno tan hostil como las calles de Compton, en Los Ángeles.
La relación entre el rap y la ciudad es una de origen. El rap comenzó en las zonas rudas de Nueva York —una metropoli rebosante— a principio de los setentas. Se le atribuye haber sido originado en el Bronx(1), específicamente en the projects: los complejos de edificios multifamiliares de la clase trabajadora y, por lo general, afroamericana. Es decir, el hip hop y el rap surgen de manera paralela a una forma particular de producción de ciudad. Una forma de producción arquitectónica y urbana basada en el despliegue de la aplicación de algunas de las pautas de la arquitectura moderna. ¿Cuales son estas pautas? La alta densidad urbana, el diseño vial que da prioridad al vehículo privado, el esquema de torres residenciales altas replicadas indiscriminadamente, etcétera.
Los proyectos estatales de vivienda multifamiliar de bajos recursos en Nuevo York —impulsados en parte por Robert Moses— dentro de los cuales se produjeron las primeras muestras de rap, representaron un intento malogrado de replicar la Ciudad Radiante de Le Corbusier. En la década de 1930, el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, Le Corbusier y demás arquitectos y urbanistas del movimiento moderno, propusieron en el documento titulado la Carta de Atenas los lineamientos procedimentales con los cuales urbanizar una Europa corroída en el periodo de entreguerras. El proyecto de la Ciudad Radiante materializó dichos lineamientos. Planteaba una propuesta para París que consistía en demoler la totalidad de su centro histórico con tal de dar cabida a la nueva propuesta urbana: rascacielos compuestos en su totalidad por viviendas, vastas planicies de pasto verde y parques recreativos, todo organizado y comunicado por vialidades de alta velocidad. Si bien la intención detrás de la Ciudad Radiante y la Carta de Atenas fue —en su momento— liberadora y moderna, su naturaleza utópica, su radicalidad ahistórica y su ambición totalizante son algunos de sus padecimientos. El fracaso del modelo de producción urbana del movimiento moderno se hizo evidente con la vuelta del siglo XX. La ciudad de Brasilia y el conjunto habitacional de Pruitt-Igoe son dos momentos de este fracaso. Sin embargo, en lo que nos incumbe, los mejores ejemplos de dicho fracaso son los desarrollos de vivienda popular en el Bronx, la cuna del rap. Por tales razones, como dice el arquitecto estadounidense Michael Ford, Le Corbusier es, de alguna forma, el padre no reconocido del hip hop, y el hip hop es a su vez el certificado de desocupación del modernismo.
Dentro de la ciudad moderna, el hip hop y el rap surgen como protesta, como un grito en búsqueda de identidad individual dentro de un entorno de homogeneidad impuesta. De una forma paralela a la literatura, el rap tiene una manera fluida y elocuente, a la vez que sutil e insinuada de interpretar la vida en la ciudad, particularmente las dinámicas de poder, la segregación y la variedad de ecosistemas sociales que la caracterizan.
Las ciudades son más que las suma de todos sus edificios y habitantes, de la misma forma en la que un verso de rap es más que la suma de las palabras que lo componen. En el rap, así como en las ciudades, hay una amplia variedad de intensidades, de narrativas, de cadencia y de conflictos. De cierta forma, la ciudad termina donde acaba la rima.
1 De esta forma lo relata esta columna de The New York Times, “Will Gentrification Spoil the Birthplace of Hip-Hop?”
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