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Columnas

La ciudad en eterna construcción

La ciudad en eterna construcción

30 mayo, 2022
por Rosalba González Loyde | Twitter: LaManchaGris_

Hace unas semanas Twitter Ciudad de México explotó porque una mujer extranjera publicó un tuit donde invitaba a otros extranjeros a venir a trabajar de forma remota en la capital mexicana. Una imagen y unos cuantos caracteres bastaron para que se detonara un debate sobre la segregación urbana, especialmente en algunas zonas de la ciudad. Y aunque el debate bifurcó hacia varios temas (cayendo incluso en discursos xenofóbicos), la base de varios de estos estaba en preguntarnos, por qué algunas zonas de la ciudad son habitables solo para unos cuántos, por qué cada vez es más evidente que el acceder a una vivienda bien ubicada (en cualquier de sus formas de tenencia) es menos alcanzable, por qué hay viviendas vacías en las zonas más rentables de la ciudad y por qué el gobierno parece no hacer nada frente a ello.

Las respuestas no son sencillas, porque estos fenómenos no son resultado de eventos intempestivos sino, como lo expusieron Giglia y Duhau (2008), de la suma de acciones y omisiones sobre la ciudad, acciones públicas y privadas que han dado forma a lo que vemos y vivimos hoy de la ciudad. De estas acciones, quizá de las más relevantes han sido las políticas públicas de renovación urbana que han insistido, desde hace más de dos décadas —entre otras cosas— en el crecimiento poblacional de algunas áreas centrales promoviendo la producción de vivienda en alcaldías centrales de la capital.

Lo llamativo de las políticas públicas de renovación, reciclamiento o regeneración[1] —como quiera que se nombren— es que discursivamente han pretendido estar diseñadas para ampliar la oferta de vivienda (en todos los segmentos), sin embargo, aunque claramente vemos que ciertas zonas están en permanente construcción con nuevos edificios habitacionales, no así que sus habitantes sean más y diversos en sus clases sociales, sino, por el contrario, que acceden sólo aquellos que pueden pagar el costo de habitar ahí. Incluso es posible ver algunos elementos homogeneizantes sobre el perfil de habitantes, sus prácticas y los productos y servicios que se ofertan.

 

¿Es esto gentrificación? 

Para caer en la hermosa excusa del académico promedio, la respuesta a esta pregunta sería: es complicado. Y en efecto lo es, pues colocar a todos los procesos de encarecimiento de la vivienda, falta de accesibilidad a la gentrificación sería también una simplificación que no permite visualizar cosas que están pasando en otros ámbitos, en otras escalas, por lo que se invisibilizan algunos fenómenos que caen fuera del campo explicativo de la gentrificación: el proceso de expulsión de una población de menores ingresos por una de mayor poder adquisitivo como resultado de intervenciones de mejoramiento urbano. Saskia Sassen lo expone de esta manera en el documental Push (2022) de Fredrik Gertten: 

Cuando la gente me dice, “es gentrificación, solo eso”. Mi reacción, una reacción irónica es, “si sólo fuera”. Es más profundo que eso. 

Y en efecto, aunque la gentrificación explica algunas cosas sobre fenómenos de expulsión vinculados a la renovación urbana, lo que encontramos en las dinámicas de desarrollo urbano en áreas centrales de las ciudades son también otros fenómenos, así como otros actores que buscan más beneficios del suelo bien ubicado. Lo interesante es que estos actores no son lo suficientemente identificables como para achacarle en los medios y redes sociales los problemas de falta de asequibilidad para habitar la ciudad, sino que se trata de actores a veces difusos que entran en la cadena de las finanzas globales, por lo que es más complejo seguirle la pista. La afirmación de Sassen sobre que “es más profundo” se hace más tangible.

El documental de Gertten nos da luces al respecto, justo porque permite ahondar en qué es lo que está pasando globalmente con la vivienda al preguntarnos, ¿cómo es que producir vivienda es algo tan rentable?, ¿por qué los gobiernos no intervienen o son poco eficientes en su regulación?, ¿quiénes son los que se ven mayormente beneficiados de esta dinámica?, ¿de dónde proviene la inversión que sostiene que la vivienda sea cada vez más un activo financiero que un servicio básico? 

Los intentos para responder lo anterior nos llevarán, con mucha seguridad, a la financiarización de la vivienda, el proceso en el cual la vivienda entra al sistema financiero global como un activo más, con potencial de movilizarse igual que las compras de acciones de las empresas, por lo que su uso (el del habitar) es lo último relevante en la cadena de elementos de la vivienda. Y aunque no explica toda la crisis de la vivienda, sí permite explicaciones más completas que el acusar de gentrificación. 

Aunque lo que vemos en Push, con ejemplos mayoritariamente del norte global, no es exactamente lo que vemos en las ciudades latinoamericanas, sí es posible visualizar que hay algunos elementos similares y que tendrán efectos en el corto plazo si es que no hacemos nada por aminorarlo. Con suerte, la ciudad que vemos en eterna construcción dará espacio a otras personas para que habiten la ciudad que están deseando.


Notas:

  1.  Vale la pena resaltar el uso de términos traídos desde el discurso de medio ambiental, que están vinculados estrechamente con la corriente de sostenibilidad en que se enmarcan estas políticas y programas. 

Referencias:

Duhau, Emilio y Giglia, Angela (2008). Las reglas del desorden: habitar la metrópoli, México: Siglo XXI Editores: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.

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