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Columnas

Entender la ciudad como necesidad vital

Entender la ciudad como necesidad vital

6 diciembre, 2017
por Juan Palomar Verea

La ciudad es una herramienta indispensable: hace posible la vida en comunidad. De allí el esencial requerimiento de entenderla, de conocerla, de tener una visión estructurada sobre ella: cómo está configurada hoy, cómo llegó hasta aquí, qué podemos esperar de la urbe, qué debemos hacer para volverla más apropiada y apropiable por todos.

Existe en Guadalajara un código genético básico: es el que propició durante siglos su desarrollo, su habitabilidad. Para comprender este código resulta esencial conocer la ciudad histórica, su traza fundacional, los monumentos que la vuelven significativa y reconocible, los barrios que conservan modos de vivir adecuados, solidarios y vigentes. Por lo anterior es indispensable que las nuevas generaciones se acerquen a esa ciudad ejemplar en tantos casos y, a pesar de todos los pesares, altamente aleccionadora.

Una gran proporción de las jóvenes capas poblacionales está ahora privada de estos conocimientos, de la comprensión de una historia que es la única llave para entender plenamente el presente, para actuar eficazmente en él. Mucho se debe esto a las lejanías que impone la extensión de la urbe, a la quizás involuntaria falta de interés e incentivos para frecuentar los ámbitos centrales con el objetivo de conocerlos, a la apatía de las generaciones mayores para inculcar en niños y jóvenes la costumbre de acercarse y aprovechar todas las oportunidades y atractivos del primer cuadro, de los barrios tradicionales.

Existe ahora entre las generaciones emergentes una acentuada desconfiguración del ámbito en que viven. Una noción fragmentada y muy limitada de la ciudad integral que les pertenece por derecho, que deben asumir como futuros ciudadanos, que les puede ofrecer horizontes vitales mucho más amplios y útiles.

Una muestra al azar, entre tantas: en un grupo de finales de la educación primaria únicamente la cuarta parte de los alumnos había visto alguna vez la Catedral y el Palacio de Gobierno. Solamente dos habían entrado a esos monumentos, a esas claves iniciales para entender la ciudad, sus funciones, sus patrimonios artísticos. Ante esta circunstancia, cabría esperar que las explicaciones, y sobre todo las visitas de conocimiento directo a estos códigos genéticos de la vida en comunidad fueran una costumbre en todas las instituciones educativas. Una materia obligatoria de la instrucción básica debería ser, simplemente, el acercamiento a la eficaz pedagogía de la ciudad, con todos sus requerimientos, problemas, acervos vitales y patrimoniales. Plazas, monumentos, mercados, barrios…

Pero es sobre todo en el seno de cada familia en donde debe ser inculcado el orgullo por Guadalajara, la conciencia de que, en la medida en que la ciudad se apropie y se cuide, se podrá acceder a una existencia más plena, más solidaria, más civilizada en todos los sentidos.

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