Una nueva práctica de la arquitectura: del director de orquesta a facilitador de trabajo horizontal
El arquitecto es un actor más en un proceso multitudinario donde su voz debe pesar igual que la del usuario [...]
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¡Felices fiestas!
17 diciembre, 2020
por León Staines Díaz
Las intenciones detrás de los gobiernos son evidentes poniendo atención en la arquitectura que realizan. En La Arquitectura del Poder, Deyan Sudjic ilustra cómo la arquitectura ha sido históricamente un vehículo para comunicar una idea o ideología. México no es la excepción, a lo largo de su historia se ha visto como la arquitectura ha sido parte fundamental para comunicar el mensaje gubernamental. Las épocas que han transformado la vida pública, han estado acompañadas de una muy particular arquitectura, teniendo un impacto en la manera de hacer política y de transgredir el espacio. El nuevo gobierno se autodefine como la cuarta transformación (4T) del país. La 1T sería la Independencia de España, la 2T vendría con la Reforma, periodo donde se brindó orden constitucional a la nueva República, y la 3T es representada por la Revolución de 1910.
Hospital La Raza, diseñado por Enrique Yáñez, en exposición con el presidente Manuel Ávila Camacho. Fuente: http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/75aniv/IMSS75-book.pdf
Haciendo el ejercicio de ver el uso de la arquitectura con fines ideológicos en las épocas definitorias de la historia nacional, se podría ver que desde antes de la Independencia, la arquitectura de la conquista sirvió para extender la red de conversión al catolicismo, primero con la destrucción de los templos precolombinos y posterior construcción de conventos con sus capillas abiertas para conversión en masa de la población indígena. En la en la 1T y la 2T, la Independencia y la Reforma, la arquitectura gubernamental tuvo como objetivo crear símbolos republicanos, basados en los valores democráticos de las culturas grecorromanas encarnados por el estilo neoclásico. La 3T trajo consigo, después de una breve búsqueda identitaria, la realización de arquitectura moderna para pagar con infraestructura la enorme deuda a las poblaciones más castigadas y que impulsaron la Revolución Mexicana: hospitales innovadores con representantes como Enrique Yañez, Obregón Santacilia, o los hermanos Landa Verdugo, modelos educativos de la mano de O’Gorman, o los famosos multifamiliares de Mario Pani, además de la mundialmente famosa integración plástica que aglutinó artistas y arquitectos en un proyecto en común de comunicación social. Ahora, la pregunta sería: ¿cuál es la arquitectura de la 4T? En este texto propongo que la respuesta está en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), dirigida por el arquitecto Román Meyer Falcón.
Espacio público, Tijuana. Fuente: https://www.facebook.com/SEDATU.Mexico/photos/pcb.1767274583450685/1767274363450707/
La que en 2015 fue llamada la ‘marginal Sedatu’ por Proceso en el marco del nombramiento de Murillo Karam como su nuevo director después de su criticada actuación en el caso Ayotzinapa, hoy se ha puesto al centro y frente de la estrategia que el gobierno de la 4T tiene en el territorio. En efecto, la Sedatu probó ser marginal y gris desde su creación hasta hace dos años. Aunque elaboró manuales y reglamentos interesantes que reflejaban políticas que contrastaban las acciones tradicionales en materia urbana, nunca se llegó a traducir a la tan necesitada transformación de la ciudad.
La Sedatu ha dado un giro de 180 grados con Román Meyer. Una dependencia que ha pasado de ser normativa a una que coordina acciones de planeación y proyectos estratégicos a lo largo de todo el país. La peculiaridad es que estos proyectos no se encuentran en los sitios que se podrían traducir en reflectores para la secretaría o el secretario. La mayoría de los proyectos están destinados del Programa de Mejoramiento Urbano (PMU), programa del que trata este artículo, y están localizados en las áreas más pobres del país.
Este acercamiento en materia urbana para servir a las áreas históricamente segregadas no es nuevo en la región. Favela-Bairro en Rio de Janeiro en los años noventa, marca el inicio de los proyectos de índole social en Latinoamérica. Después, el famoso y extendido trabajo colombiano, que empezando en Bogotá con los alcaldes Antanas Mockus y Enrique Peñaloza, tiene su máximo alcance en el Modelo Medellín de Sergio Fajardo entre 2003 y 2007, cuyos proyectos estrella, los parques-bibliotecas, fueron colocados en los barrios más pobres, resultando en una disminución tanto de la violencia como la percepción de la violencia.[1] El éxito de Medellín fue ampliamente difundido por el Banco Interamericano de Desarrollo y la ONU-Hábitat y su ejemplo fue replicado en otras ciudades latinoamericanas. Es importante mencionar que estas propuestas políticas que apostaron por las mejoras urbanas nacen a partir de la Constitución colombiana de 1991, que cambió la manera de hacer política y de incidir en el territorio.
Parque Bicentenario, Estado de México. Fuente: https://www.facebook.com/SEDATU.Mexico/photos/pcb.1759543790890431/1759543077557169/
El trabajo de la Sedatu, al inicio discreto, a medida que comienzan a verse los resultados y sobre todo los beneficios de invertir en lo público, empieza a colocarse en el centro de la discusión. Estas acciones tienen como propósito equilibrar la profunda desigualdad a través de diversos proyectos arquitectónicos en el espacio público cubriendo varias tipologías como parques, mercados, centros comunitarios, educativos o deportivos. Las obras comparten conceptos rectores como sensibilización social, materiales locales para fomentar la mano de obra de la localidad.
Estos proyectos en su primera etapa se diseñaron gracias a un convenio de colaboración con la UNAM[2] y tienen gran calidad no sólo constructiva sino de diseño, siendo acreedores a nominaciones y premios internacionales de arquitectura,[3] además de tener una gran recepción en las comunidades y con justa razón, ya que si algo aprendimos de esta pandemia es que el espacio público es fundamental y necesario para mantener buena salud física y mental.
Sin duda los proyectos que está haciendo la Sedatu llegan décadas tarde a nuestro país. Invertir en el espacio público es especialmente importante para unificar un tejido social destrozado por una guerra contra el narco de más de una década. No obstante, el trabajo ya comenzó, y en los primeros dos años de la implementación del programa hay 739 proyectos del PMU aprobados en 35 ciudades de 20 estados de México, con una inversión total de $8,349.6 millones de pesos.[4] Y aunque esta escala aún es insuficiente para la gran extensión de México, es indudable que si los 32 estados y los casi 2500 municipios enfocaran su agenda en proyectos similares, un sexenio sería suficiente para cambiarle la cara al panorama y la experiencia urbana nacional.
Espacio público en San Luis Río Colorado, Sonora. Fuente: https://www.facebook.com/SEDATU.Mexico/photos/pcb.1756519374526206/1756518771192933
El reto para la Sedatu de cara al resto del sexenio será ampliar la oportunidad para que jóvenes talentos puedan concursar para ser partícipes y actores en estos cambios. Para contextualizar, en Colombia, después de la formulación de una ley federal en 1993, toda la obra pública de más de 2,000 metros cuadrados tiene que pasar por un concurso de arquitectura, lo que significó un aumento significativo en la calidad y originalidad de los proyectos públicos.[5] Aunque es entendible que la primera generación de proyectos haya sido soportada por la confianza en una institución como la UNAM, la Sedatu tiene ahora la obligación de democratizar la oportunidad de que arquitectos y diseñadores locales puedan concursar con sus propias propuestas, lo que seguramente derivará en respuestas arquitectónicas regionales. La tarea es titánica, ya que tendría que crear una red para la organización de dichos concursos, pero los efectos a largo plazo serían de gran beneficio para la arquitectura mexicana.
Centro de bienestar La Aldea, Morelia, Michoacán. Fuente: https://www.facebook.com/SEDATU.Mexico/photos/pcb.1752760418235435/1752760164902127
El que estos proyectos hayan llegado tarde, también le dan la oportunidad a que la Sedatu aprenda de los errores de otras regiones. En el caso de Medellín, organizaciones de vecinos han protestado porque estos grandes proyectos de infraestructura han tenido como efecto el atraer la inversión inmobiliaria, desplazando paulatinamente a los pobladores originales. En Rio de Janeiro, una de las críticas recurrentes es que la decisión final de los proyecto recaía en los arquitectos y la participación de los vecinos era opcional y cuando se daba, superficial (Lara, 2010).
Paradójicamente, la prisa por cumplir un programa y déficit real de espacio público de calidad, es una de las principales amenazas y un tema que la Sedatu debe plantearse seriamente de cara a los últimos cuatro años de este gobierno, si quiere que este proyecto no sólo continúe con el éxito actual, sino que contagie a otras entidades y escalas de gobierno a emprender proyectos similares. Si bien los PMU realizados en estos primeros dos años de la 4T han dado muestra de que se puede cambiar la cara de los espacios históricamente más castigados, la estrategia debe encaminarse a dejar de ser oasis de espacio público de calidad en el desierto urbano. El verdadero éxito del programa provocaría el tránsito de estos sitios de ser excepcionales a convertirse en la regla, y con ello mejorar la manera en que se viven las ciudades mexicanas.
Centro cultural y deportivo Santa Fe, Tijuana, BC. Fuente: https://www.facebook.com/SEDATU.Mexico/photos/pcb.1752740044904139/1752739811570829/
Notas:
El autor es arquitecto por la UANL y actualmente estudia un doctorado en Planeación Urbana en la Universidad de Texas, en Austin. Fue coordinador de regeneración urbana y urbanismo social en el IMPLANc Monterrey. Además ha sido acreedor al primer lugar nacional y segundo lugar internacional del Premio CEMEX XXIV en la categoría de congruencia en accesibilidad por la “Calle Morelos”.
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