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31 mayo, 2021
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Semaneh Moafi es arquitecta e investigadora en jefe de la agencia Forensic Architecture, organización que pone herramientas visuales de proyección arquitectónica, como la renderización, para recrear sucesos de violencia y represión, como la Plataforma Ayotzinapa, investigación que presentaron en 2017 y en la que se diseñó una cartografía que colocaba, en el espacio y el tiempo, la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas entre la noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27. Pero si la práctica de Forensic Architecture observa objetos y cuerpos digamos que tangibles, como los efectos de los bombardeos israelíes sobre Palestina o el aniquilamiento de 43 cuerpos, ¿qué implicaciones tiene rastrear el aire y sus efectos sobre los espacios urbanos? En el portal Sala 10, espacio virtual del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, se estará mostrando hasta el 15 de agosto la investigación Gases lacrimógenos en la Plaza de la Dignidad, un registro de cuántos cartuchos de gases lacrimógenos fueron utilizados durante las protestas en Santiago de Chile ante el alza de tarifas en el transporte público.
La investigación fue comisionada por una organización vecinal llamada No + Lacrimógenas, cuya preocupación son los efectos urbanos y ecológicos de un arma con una fuerza expansiva. Iniciada en 2019 y publicada en diciembre de 2020, primero se lanzó con medios aliados chilenos, ya que en Forensic Architecture buscaba que el mensaje de la investigación llegara primero a los afectados, dado que el movimiento social chileno se detuvo ante la llegada de la pandemia. A decir de Semaneh Moafi, Gases lacrimógenos en la Plaza de la Dignidad busca enfatizar que el levantamiento chileno no se ha apagado del todo. Una primera posición que se tomó en este proyecto es que las nubes de gas lacrimógeno son objetos que pueden modificar cómo se usan las ciudades: “Es posible observar los rastros del gas lacrimógeno ahí donde ha habido represión policial. Es posible relacionar al gas lacrimógeno con esos contextos políticos. Puedes ver el gas lacrimógeno en el Colombia, en el Líbano, en Hong Kong”, declara Moafi en entrevista con Arquine. “Lo que este trabajo busca hacer es que alguien se responsabilice por el uso del gas lacrimógeno, o abolir su uso en todo el mundo”.
La gestión e instrumentalización del aire, el cual se volvió un arma a favor del brazo policial chileno, es una forma de controlar ideológica y físicamente al territorio. Moafi: “El filósofo Peter Sloterdijk dice que el inicio del siglo XX es el inicio de la guerra ambiental. Una guerra en la que el blanco no es el cuerpo del enemigo, sino al ambiente del enemigo. Al realizar un acto tan elemental como respirar, el enemigo puede aniquilarse a sí mismo”. Esta línea de pensamiento detonó un proyecto anterior a la investigación sobre los gases lacrimógenos titulado Cloud Studies, en donde Forensic Architecture investigó diferentes tipos de nubes tóxicas, como aquellas producidas en los sitios donde se extrae petróleo o donde hay plantas petroquímicas que, en diversos casos, han intoxicado ecosistemas, como el río Mapocho, a donde llegó la nube de gases lacrimógenos expulsada en la Plaza de la Dignidad.
“Para Cloud Studies nos aproximamos a un artículo del filósofo Achille Mbembe titulado ‘El derecho universal a respirar’”, declara Moafi. “Los planteamientos que establecimos siguiendo el pensamiento de Mbembe es que respirar no es un acto meramente biológico; se trata, mejor dicho, de un bien común que debe ser protegido de manera universal. Debemos pensar en formas y herramientas para mantenerlo. Si, según Sloterdijk, el inicio del siglo XX fue el de la guerra ambiental y de la instrumentalización del aire como arma bélica, tal vez el inicio del siglo —incluyendo lo que estamos viviendo con la pandemia— es un momento para pensar en la respiración, en quien respira y en quien se queda sin aliento. Y para pensar en las posibilidades de reclamar el derecho al aire y a proteger al aire. ¿Cómo pensar al aire como una forma de lo común? No sólo en contextos locales sino bajo parámetros que puedan construir solidaridades que sean transfronterizas”.
Agrega: “Otro ángulo de esta investigación sobre las nubes contemplaba los incendios forestales. Observamos una nube que se formó en 2015 y que cruzó Indonesia, Malasia, Singapur. Casi toda esa región estuvo cubierta por los incendios forestales provocados de manera industrial por la agricultura ilícita. Estos incendios aceleran los procesos agrarios para poder explotar la tierra. Poco después nos dimos cuenta que los gases lacrimógenos son otra clase de nubes tóxicas que se usan en ambientes urbanos. Pudimos clasificar entre siete y ocho tipos de nubes tóxicas.”
¿Cómo es que las nubes tóxicas se vuelven un objeto de estudio con repercusiones físicas en un espacio dado? Moafi expone que “desde una perspectiva de investigación, hay algunas preguntas que surgen: ¿cómo rastreas las nubes? Las nubes se evaporan. Las puedes ver, tienen efectos sobre ti, pero después se evaporan. Incluso puedes seguir percibiéndolas con el olfato, pero no las puedes ver. Pero puedes usar técnicas open source para investigarlas. Con éstas, puedes identificar la fuente de la que proviene a nubes. En una explosión de Beirut que estudiamos, es posible peritar si el fuego inició en alguna clase de bodega, utilizando como registro los medios que la gente utiliza. Es posible analizar videos tomados por smartphones, lo cual es una técnica open source. Esa documentación puede sumarse a una labor investigativa. También están los expedientes médicos que reportan qué efectos tienen estas nubes, incluyendo a los gases lacrimógenos, porque casi todas tienen un post-efecto sobre el cuerpo. Hay una brecha entre lo que originó la nube y el efecto posterior que tienen: ¿cómo se mapea el camino entre estos puntos?”
Forensic Architecture trabajó con ecologistas, geólogos y otros científicos para recrear el tránsito de las nubes de gas de lacrimógeno en la Plaza de la Dignidiad, y también incluyeron herramientas con las que se pudieran reconstruir los espacios urbanos donde estas nubes se encontraban, que van desde las cámaras de vigilancia hasta los reportes meteorológicos. Con esto, pudieron definir sobre una cartografía más precisa de dónde vinieron esas nubes, hacia dónde se dirigieron y qué tan lejos llegaron. “En el caso del gas lacrimógeno, nos enteramos que, de hecho, aquello no es técnicamente un gas, sino que son partículas, y que esas partículas permanecen en el aire y en el suelo, por lo que pudimos calcular cuánta concentración de partículas se mantuvo incluso después de las protestas. Una vez teniendo estos datos, se puede responsabilizar a la policía por arriesgar la salud de sus ciudadanos, porque pudimos calcular cuantitativamente cuánto gas lacrimógeno utilizaron y cuál fue el movimiento que tuvo esa nube, así como su efecto sobre la salud de los ciudadanos. Esta técnica investigativa y la metodología que la sustenta puede aplicarse a diferentes contextos y a diferentes ciudades, con el fin de que organizaciones activistas logren que el gas lacrimógeno se prohíba”.
El uso de cámaras de vigilancia para la investigación sobre la Plaza de la Dignidad también fue fundamental pero, si en otros proyectos Forensic Architecture sólo puede rescatar fragmentos de un metraje al que se le tendría que consultar sin trámites institucionales, la documentación en las protestas chilenas resultó singular. “Por lo general tenemos poco metraje de videos, y tenemos que ensamblar una investigación con diversas fuentes para poder entender qué ocurrió. Pero en estas protestas, los habitantes de un edificio cercano a la plaza decidieron, desde el inicio del levantamiento, dirigir sus cámaras de vigilancia hacia la plaza para filmarla y transmitirla en YouTube. Tenemos, entonces, un archivo muy completo sobre un levantamiento. Creo que es un momento muy esperanzador para la documentación. La gente puede capturar casos de violencia estatal, ya que ellos mismos las pueden hacer para difundirla en redes sociales. Estábamos muy emocionados por este metraje porque pudimos darles un espacio y tiempo a las protestas. Es una filmación ininterrumpida que, por horas, mira lo que está ocurriendo en la plaza.”
En las protestas de la Plaza de la Dignidad se tensionó lo físico y lo simbólico de una manera que puede ser familiar a todas las regiones donde han ocurrido protestas. Al respecto, Moafi reflexiona: “Parece que una justificación para ‘proteger’ la Plaza de la Dignidad fue la estatua que se encuentra en su centro. De alguna manera, proteger la estatua era proteger a la nación. Tal vez, lo más importante que aprendimos sobre lo ocurrido en Chile fue una lección espacial: las rotondas son un modelo colonial. Sirven para cortar el tejido urbano, sobre todo en sitios como el Oriente Medio. Organizan circulaciones, se aseguran que no haya fricciones: es una tipología pensada para controlar. La rotonda de la Plaza de la Dignidad fue (re)apropiada como un bien común. Personas marginalizadas estaba ocupando un espacio hecho para la circulación, bloqueando sus funciones. De alguna manera, esto devolvió la rotonda a la ciudadanía y fue un acto realizado por colectivos feministas, ciudadanía indígena, ciudadanía LGBT y la clase obrera. Fue una solidaridad muy transversal. El gas lacrimógeno se opone a esta solidaridad espacial, ya que ocupa el aire de las personas que toman la rotonda.“
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