Medio siglo de Sánchez Arquitectos y Asociados
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20 enero, 2022
por Gustavo López Padilla
Realizar proyectos en las proximidades de obras consideradas patrimonio cultural implica asumir posturas proyectuales que siempre están rodeadas de polémica y en donde no existen reglas universales que puedan garantizar necesariamente buenos resultados. En términos generales podemos identificar tres posibles posturas. Una primera, en donde se plantea retomar de manera textual, los lenguajes compositivos y formales de las obras de referencia, tratando de mimetizar el conjunto de las preexistencias construidas en relación con las nuevas edificaciones. Una segunda alternativa se refiere a la postura de ejecutar reinterpretaciones contemporáneas de los edificios considerados patrimonio cultural. Y una tercera, mas contundente, implica realizar proyectos abiertamente contemporáneos, radicalmente contrastantes en relación con las preexistencias construidas, que forman parte de la tradición cultural de los lugares en cuestión. Existen diferentes proyectos en el mundo, que han mostrado la viabilidad de las tres posturas anteriores, pero los éxitos alcanzados tienen que ver fundamentalmente con la cultura, sensibilidades, capacidades creativas y sentido común de los diseñadores implicados en la particularidad de los proyectos.
Todo lo anterior viene a cuento, al reflexionar ahora sobre los resultados de la reciente intervención, que se ha realizado en las cercanías del conjunto Anahuacalli (Cerca del agua o Casa del Anáhuac) diseñado por Diego Rivera (1886-1957), obra original que se iniciara en el año 1946 y fuera terminada en 1963, sin que el propio Rivera la viera concluida. Finalmente la obra fue terminada por su hija Ruth Rivera Marín (1927-1969), contando con la colaboración de Juan O´Gorman (1902-1982) y Heriberto Pagelson. El conjunto total del Anahuacalli fue conceptualizado por Diego Rivera, como una Ciudad de las Artes, en donde la población pudiera tener fácil acceso a diferentes talleres de iniciación artística, en rubros como danza, teatro, pintura y artes en general.
De manera central, el proyecto debía contar con un edificio que pudiera alojar su vasta colección de piezas prehispánicas, misma que fue complementando a lo largo de su vida. El ambicioso proyecto original no fue concluido con todos los componentes que planteara en sus inicios Diego Rivera, quedando terminado tan solo el edificio principal, para alojar su colección de sus piezas prehispánicas y otros edificios mas pequeños, destinados para alojar algunos talleres, actividades bibliotecarias y servicios en general. Hablamos de un conjunto ordenado rigurosa y jerárquicamente por ejes de simetría, alrededor de una gran plaza, recordando a la distancia los grandes espacios abiertos que forman parte sustancial de los centros ceremoniales prehispánicos.
Con la intensión de retomar en buena medida la propuesta del conjunto cultural total imaginado por Diego Rivera, se planteó la idea de realizar un proyecto complementario en el lugar, que finalmente fue asignado mediante un concurso al arquitecto Mauricio Rocha y su equipo de trabajo, constituido por Adrián Iturriaga, Elisa Murillo, Israel Espín, Juan Carlos Montiel, David Noble y Francisco Ortiz. El diseño en cuestión contempla programáticamente el contar con una bodega transitable, para alojar 60 mil piezas que constituyen la colección de arte prehispánico de Diego Rivera, a lo que se suman talleres de artes y ciencias, salones de usos múltiples, de danza, biblioteca ampliada, cafetería, tienda y otros servicios.
La postura proyectual asumida por Mauricio Rocha, se sitúa en la idea de reinterpretar contemporánea y discretamente, algunas imágenes y detalles referidos al edificio museográfico del Anahuacalli, pero con la intención de crear un conjunto de nuevos edificios, sustancialmente comprometidos con la actualidad en términos compositivos, formales y constructivos. Las nuevas edificaciones se sitúan en el costado poniente del conjunto original, ordenadas rigurosamente también, en relación a ejes de simetría y una plaza abierta, de menor escala, frente a la cual se sitúa como edificio principal, la bodega de la colección de arte prehispánico ya mencionada. Las volumetrías del nuevo proyecto, respetan en altura las preexistencias de sus edificios vecinos, por lo que su presencia ahora en relación al conjunto total es mesurada. Se da preferencia a la presencia al conjunto original y al recorrer las nuevas instalaciones, estas adquieren su propia personalidad. Mas allá de los resultados proyectuales de lo nuevo, justamente es importante reconocer en la postura de Mauricio Rocha, la idea de ser sereno y respetuoso en relación con el proyecto original de Diego Rivera.
Fundamentalmente tres volúmenes constituyen el nuevo conjunto, en relación a la plaza central abierta ya mencionada, resueltos mediante formas geométricas simples, regulares, con presencias formales cercanas a la conceptualización minimalista, que tiende a las abstracciones geométricas. Esta austeridad proyectual resulta congruente, si se toma en cuenta la trayectoria del conjunto de obras realizadas por Mauricio Rocha, a lo largo de su ejercicio profesional.
Retomando algunas imágenes de angostas ventanas verticales que se aprecian en la fachada del edificio principal Anahuacalli, Mauricio Rocha propone como imagen dominante en las fachadas de sus edificios, unas ventanas o aberturas verticales alargadas, a manera de parteluces rítmicamente constantes, de toda la altura de los entrepisos, que regulan la luz, las incidencias del sol y sus ganancias de calor al interior de los espacios útiles resultantes, delimitando también con el mismo lenguaje, las circulaciones generales que permiten llegar a estos mismos espacios.
Como criterio de respeto e integración al sitio, la masividad volumétrica de los edificios se asienta suavemente sobre las irregularidades pedregosas del lugar, tomando en cuenta los niveles naturales existentes, pareciendo en ocasiones que estos volúmenes flotan en relación al terreno, al remeter los apoyos de estos volúmenes, respecto de los planos dominantes de las fachadas resultantes. En otras ocasiones las sinuosidades volcánicas, fluyen naturalmente bajo algunas secciones volumétricas de estos mismos edificios, llegándose a crear algunos espacios útiles, que pueden ser aprovechados para actividades diversas e imaginativas.
Los espacios útiles interiores del proyecto, son simples, funcionales, bien iluminados y ventilados, apreciándose un estudio cuidadoso de los detalles y despieces de los materiales involucrados en estos lugares. En general en el conjunto, de diferentes maneras, los terminados con piedra volcánica están presentes, recordando a la distancia al proyecto original y el entorno natural del sitio, a lo que se suman otros de concreto aparente, siendo pulidos aquellos que tiene que ver con los pisos. El nuevo proyecto cuenta con 4,675.00 m2 construidos y 2120.00 m2 que tienen que ver con diseños de exteriores. De los 42.000.00 m2 con los que cuenta el terreno total, poco mas del 50 % siguen quedando como reserva natural protegida, alojando una buena diversidad de especies vegetales y algunas animales propias de la zona.
Al final de cuentas, el proyecto es razonablemente funcional y la gente visita no solo el proyecto original, sino que empiezan a recorrer las nuevas instalaciones, conociendo las diversas actividades que se desarrollarán en breve en el lugar. Sería de esperarse que en el tiempo, la comunidad volviera suyo todo el conjunto resultante y pudiera funcionar colectivamente, socialmente, como lo había imaginado Diego Rivera en sus planes iniciales, convirtiéndose el Anahuacalli en un verdadero centro de convivencia y desarrollo cultural, mas allá de disfrutar y apreciar la colección de objetos prehispánicos que conjuntara el conocido pintor muralista.
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