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Columnas

Imaginar para sobrevivir

Imaginar para sobrevivir

17 septiembre, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

A la hora de ser estudiante, uno puede –ingenuamente­– confiar en que lo que aprende de sus maestros y profesores es suficiente para enfrentarse a muchos problemas en el futuro. La realidad es que eso representa sólo una pequeña parte. Lo aprendido en la academia es –o debiera ser– el prendido de una mecha que ponga en marcha la maquinaria interna del alumno, la formalización de una postura sobre como afrontar los problemas. De la universidad a la realidad hay, muchas veces, que aprender cosas que no sabemos, reaprender cosas que creíamos saber e, incluso, desaprender aquello que se nos ha enseñado. No dando nada por supuesto.

Sobre esto, el pasado viernes, dentro del sexto Congreso de Querétaro: Ciclos, se produjo un interesante punto de contacto en las presentaciones del estudio de Ecuador Al Borde, presentado por David Barragán, uno de sus integrantes, y el del diseñador holandés Rogier van der Heide. Si bien, a primera vista sus obras parecen estar en mundos opuestos –unos trabajan con los recursos locales disponibles y bajísimos presupuesto y el otro en laboratorios con alta tecnología– su manera de enfrentarse al trabajo guarda muchos puntos en común. Ambos, en sus presentaciones, parecían animar a los asistentes a perder el temor a la hora de proyectar, de experimentar, de dejarse llevar, sin por ello renunciar a la seriedad y la profesionalidad. Algo que David Barragán resumiría perfectamente en un “actuar sin miedo”.

Sin miedo a asumir la acción de manera directa. De saber que aún quedan problemas por resolver y que necesitan encontrar soluciones que muchas veces no han sido pensadas. Sin miedo a ser rápido y directo, de testear soluciones, incluso a pesar de poder equivocarse, pues el error constituye parte integran del aprendizaje.

Sin miedo en redefinir términos que parecen inamovibles como sostenibilidad ni a excusarse en certificaciones o normativas. Reciclando elementos o situaciones que parecían desechadas y dándoles nuevas posibilidades, trabajando y experimentado con todo lo que sea posible y lo que podamos acceder, sacándole nuevos partidos o viendo sus trampas. Desde maderas encontradas como desecho a la normativa urbanística o hackear dispositivos y programas informáticos.

Sin miedo a trabajar con distintos clientes. Donde cada uno requiere una manera de enfrentarse, donde no es posible actuar de la misma manera y donde tenemos que entender que no podemos limitarnos a usar exclusivamente un lenguaje de arquitecto. Sin miedo a perder nuestro supuesto y muchas veces premeditado “estatus de superioridad” con el cliente, borrando y disolviendo jerarquías, trabajando mano a mano con otros, confiando en su conocimiento, trabajando multidisciplinarmente, sumando fuerzas y multiplicando, compartiendo el conocimiento y asumiendo pueden saber más que nosotros.

Sin miedo a ser lógicos por encima de ser estéticos. Evitando gestos excesivos, trabajando con lo que se tiene: materiales, mano de obra, transporte… donde más que hacer grandes esfuerzos por caprichos personales y donde entendamos que los recursos no sólo solo económicos sino también del conocimiento propio del cliente o los obreros, y que ellos pueden y tienen mucho que aportar al proceso. Sin miedo a pensar que quizás la arquitectura es menos importante que las personas.

Sin miedo, ya como estudiantes, a abandonar la burbuja de la universidad y trabajar de manera directa con la realidad, sean pequeñas comunidades o grandes empresas, trabajando con el espacio o los materiales más allá de las fotos. Sin miedo a poner en duda lo que un profesor nos diga qué es y que no es arquitectura.  Sin miedo incluso a cuestionar lo que se dice en este texto. Sin miedo a decir lo que incomoda.

En este sentido, puede que ni Al Borde ni Rogier van der Heide consigan siempre proyectos o diseños perfectos. Ellos han asumido poder equivocarse. Lo que se trata aquí es de una actitud, de perder el temor a aprender, reaprender y desaprender en el proceso, de cuestionarlo todo, de buscar nuevos modelos. Enfrentándose a la realidad sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Se trata de no esperar nada y de darse cuenta que las cosas pueden no ser como esperas. Saliendo de la zona de confort y tomando la incertidumbre, el humor, el juego, como herramientas de trabajo, de “dejarse llevar por la imaginación como mecanismo de supervivencia”. 

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