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25 marzo, 2025
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
En el marco de su más reciente exposición en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México, Enrique Norten invita a reflexionar sobre la arquitectura no construida, esos proyectos que aunque nunca se materializaron, han sido fundamentales en la evolución de su pensamiento y práctica arquitectónica. En conversación con Alejandro Hernández Gálvez, se exploran los límites entre lo construido y lo conceptual, la evolución del dibujo como herramienta de diseño y la manera en que la tecnología y el contexto histórico han influido en la producción arquitectónica a lo largo de los años.
Alejandro Hernández Gálvez: Entiendo que esta es una exposición de proyectos no construidos. Me acuerdo de haber escuchado muchas veces a Pancho Serrano decir: “Si no está construido, no es arquitectura”. Es una posición común en el gremio en México. ¿Cómo concibes tú la diferencia entre lo construido y lo no construido dentro de tu quehacer?
Enrique Norten: Desde mi punto de vista, la experiencia arquitectónica está ligada a un espacio ante el cual el individuo o la comunidad reaccionan. Ahora bien, eso no significa que las ideas que subyacen en los proyectos no construidos carezcan de valor arquitectónico. La exposición se llama precisamente “Ideas en tránsito. No – construidos” porque busca reconocer el peso conceptual de estos proyectos. En muchos sentidos, se pueden comparar con el arte conceptual, donde una idea puede existir sin necesidad de materializarse.
Cuando me buscaron del Museo Franz Mayer para hacer esta exposición, me pareció más interesante mostrar lo que nadie ha visto: los proyectos que quedaron en papel, los concursos, los esquemas que no llegaron a materializarse. Así, junto con Pedro Gadanho (excurador de arquitectura contemporánea del MoMA y director fundador del MAAT en Lisboa) seleccionamos 15 proyectos clave que, aunque nunca se construyeron, han sido fundamentales en la evolución de nuestra oficina. Son momentos de exploración que impactaron otros trabajos y que, de alguna manera, informaron nuestro desarrollo arquitectónico.
AHG: Me recuerda lo que dice Juan Herreros sobre el “proyecto del proyecto”. Más allá de las obras concretas, hay una línea conceptual que atraviesa toda la producción de un arquitecto. ¿Se puede leer esa evolución en la exposición?
EN: Sí, pero esa interpretación se la dejamos al espectador. Hay muchos bocetos, diagramas y maquetas que nunca se han mostrado y que revelan cómo hemos pensado los proyectos a lo largo del tiempo. Muchas veces los diagramas eran tanto para explicar el proyecto como para explicarnos a nosotros mismos si lo que buscábamos tenía sentido.
AHG: En México, el dibujo arquitectónico no tiene la misma autonomía que en otros países. Tú mismo organizaste una exposición clave sobre esto hace décadas. ¿Cómo dialoga esa visión con lo que ahora se presenta en el Museo Franz Mayer?
EN: Ninguno de estos proyectos se concibió como un ejercicio de dibujo en sí mismo. A diferencia de Zaha Hadid o Lebbeus Woods, cuyos dibujos eran en sí mismos una forma de arquitectura, para nosotros siempre han sido herramientas de exploración. Hubo momentos en los que el dibujo y el proyecto eran prácticamente lo mismo, como en la casa en Las Lomas o las oficinas de Insurgentes. Pero con el tiempo, las herramientas cambiaron y también nuestra manera de representar y entender la arquitectura.
AHG: Hablando de cambios, con el BIM y la aceleración tecnológica, ¿crees que se ha perdido la pausa reflexiva que el dibujo o las maquetas promovían?
EN: Sí, definitivamente. La inmediatez ha comprimido los tiempos de análisis y, en consecuencia, los proyectos pueden resentirlo. Antes, desarrollar un proyecto implicaba un proceso más pausado. Hoy, las herramientas permiten respuestas inmediatas, pero a veces a costa de esa reflexión necesaria en la arquitectura.
Proyecto Museo del Niño, 1991
AHG: Entre los proyectos no construidos, ¿hay alguno que haya marcado un punto de inflexión en tu trayectoria?
EN: En la exposición hay varios que fueron clave. Por ejemplo, el concurso para el Museo del Niño, un proyecto muy temprano que exploraba nuevas maneras de hacer arquitectura. También el Guggenheim en Guadalajara, que tuvo un impacto enorme en el debate arquitectónico en México. Otro es la extensión de la Biblioteca de Filadelfia, donde exploramos una forma diferente de espacio público que no dependía de la lógica tradicional de calles y plazas.
AHG: ¿Crees que estas exposiciones están dirigidas solo a quienes entienden la disciplina, o hay algo que decirle al público general?
EN: La lectura depende de cada espectador. Un arquitecto puede ver las referencias y los procesos, mientras que alguien sin formación en arquitectura puede quedarse con la belleza de las maquetas o los croquis. En última instancia, una exposición de arquitectura es como una exposición de arte: no es para todo el mundo, pero quien se interesa en el tema, encontrará algo en qué detenerse.
AHG: Mirando en retrospectiva, ¿sientes nostalgia al ver estos proyectos? ¿Alguna vez piensas en lo que pudo haber sido si se hubieran construido?
EN: Más que nostalgia, ha sido un ejercicio de revisión. Algunos proyectos adquieren nuevos significados con el tiempo. Otros revelan influencias que en su momento no eran tan evidentes. Revisar ideas de hace treinta años me permite ver cómo han evolucionado mis intereses y cómo ciertos eventos históricos o avances tecnológicos han impactado nuestra manera de hacer arquitectura.
AHG: Para cerrar, mencionaste que la arquitectura de hoy es más serena, menos impresionada por la tecnología. ¿A qué se debe ese cambio?
EN: La tecnología dejó de ser impresionante. En los 2000 veíamos los proyectos de Zaha Hadid o Wolf Prix y decíamos “¡Wow!”. Hoy, eso ya no sorprende. El énfasis ha cambiado hacia temas sociales, económicos, de inclusión y sustentabilidad. Estamos en un momento en el que la arquitectura busca ser más responsable con su contexto y menos enfocada en la espectacularidad formal. Y eso, me parece, es un avance positivo.
Proyecto: Free Library of Philadelphia, 2003.
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