23 julio, 2015
por Alejandro Echeverri | Twitter: cachoecheverri
Publicado originalmente en El Colombiano
Medellín ha sabido vender el cuento de que es una ciudad inmersa en un proceso profundo de transformación urbana y social. Que es una ciudad que busca la inclusión y la equidad. Ha vendido la idea que su mayor innovación es haber construido un relato, un consenso, a partir de una idea, hacer una ciudad humana para toda su gente.
Visitantes del exterior, expertos, políticos, estudiantes, en cantidades que no habíamos visto antes, vienen convencidos que van a encontrar las respuestas para su ciudad. Que en Medellín descubrirán el modelo milagroso. Y piden conocer la estrategia de Urbanismo Social y recorrer las transformaciones en los barrios de esta ciudad. Ellos, los visitantes, están más convencidos que nosotros de que esto es verdad. Vienen con la convicción de que estamos en un proceso de transformación ético y justo, y siempre nos hacen la misma pregunta, ¿Explíquenos el Urbanismo Social de Medellín?
Paradójicamente caminando la ciudad y hablando con su gente, con las personas que la viven y la habitan, el reclamo constante es que estamos perdiendo la sensatez y el juicio. Siempre nos dicen que a nuestra ciudad se le está olvidando el Urbanismo Humano, que la avidez hacia los focos y la imagen está por encima siempre de la gente. Quienes lideran procesos locales y de gestión social en diferentes lugares de Medellín, siempre nos reclaman que el Urbanismo con sentido Social no existe en la ciudad.
Y lo que vemos nos lleva a pensar que esto es verdad, pues hemos llegado a tales extremos que la ciudad está caricaturizándose a sí misma. En un centro comercial de El Poblado la Alcaldía hizo una recreación de la ciudad. Un montaje a escala real de las escaleras eléctricas de la Comuna 13, con un anuncio: “Disfruta uno de los atractivos que nos llevó a ser la ciudad más innovadora del mundo”. Un pequeño parque de diversiones para que los niños bien toquen una “realidad” del otro lado de la ciudad. Cuando banalizamos lo que pudo haber sido trascendente y lo convertimos en una imagen de ficción, estamos perdiendo el relato fundamental que necesita esta ciudad.
No tenemos que ir muy lejos para entender las consecuencias de perder un relato, de la fragilidad para mantener un consenso sobre las cosas sustanciales en los momentos capitales de la historia de las ciudades. Miremos la historia reciente de Bogotá. Hace poco fueron el modelo nuestro y de muchas ciudades del mundo. En el 2002, Bogotá tuvo más reconocimiento internacional que el Medellín de hoy por sus transformaciones urbanas, por su cambio cultural y social. Los gobiernos de Mockus y de Peñalosa empezaron un proceso extraordinario con logros concretos y reales, pero era solo el principio de un camino largo. Trágicamente Bogotá no continuó avanzando, perdieron su relato. La razón fundamental fue que muchos no entendieron el valor de lo que estaban haciendo.
Volviendo a Medellín, si le preguntara a usted, ¿de qué se trata la transformación de Medellín, hay Urbanismo Social?
Usted qué contestaría.
Nota: Nos deja un vacío inmenso Nicanor Restrepo, un gran ejemplo de compromiso y sensibilidad humana.